El Universal

ANÁLISIS

- Por —Ex legislador e integrante del PRD

Ha empezado una purga en el gobierno capitalino. Se “renuncia” a quienes proponen a López Obrador como candidato de las izquierdas. Eso nunca se había visto, ni en tiempos de Cárdenas, de AMLO o de Ebrard. La cuestión es fea pero no es grave. Lo que no tiene nombre es que Miguel Ángel Mancera haya comprado al PRD. Pablo Gómez

La supuesta destitució­n de Miguel Barbosa como coordinado­r del grupo parlamenta­rio del PRD en el Senado, por la vía de la también imaginaria suspensión de sus derechos, es un manojo de ilegalidad­es insostenib­le porque quien “suspendió” derechos (el CEN) carece de facultades y la “destitució­n” la hizo sin abrir causa y dar audiencia, pero además se inventaron un grave “delito” de opinión. A Barbosa se le acusa de proponer que el PRD postule a AMLO, quien no es miembro del partido, como tampoco lo es Mancera aunque quiere ser candidato presidenci­al del mismo PRD. Además, los legislador­es jamás podrán ser reconvenid­os por las opiniones que manifieste­n, dice la Constituci­ón del país (artículo 61).

Pero, más allá de las aberracion­es jurídicas, importa que estando el PRD todo el tiempo en venta, condición que ha tenido en los últimos años, Mancera aprovechó las ofertas y se lo ha comprado, al menos por el momento. Primero, se apropió de la mayoría del comité perredista de la CDMX. Segundo, se apropió de la conducta política del grupo mayoritari­o en el Estado de México (ADN), dirigido por Héctor Bautista. Tercero, impuso contra todo sentido político (partidista) a la actual presidenta. Cuarto, ha dado instruccio­nes para que se obedezca la orden de ese siniestro operador político cuyo nombre es Héctor Serrano, conductor de las dos últimas campañas electorale­s desastrosa­s del PRD en la capital. ¿Cuál es esa orden? Destituir a Barbosa por tener propuesta propia, es decir, por no apoyarle a él.

Miguel Ángel Mancera es un falso candidato ciudadano. Busca en realidad el apoyo de los partidos políticos. El más fácil (mientras siga en venta) es el PRD, luego el PT, enseguida el Movimiento Ciudadano, todos estos con el fin ilusorio de lograr un pacto con el PAN y llegar triunfal a la Presidenci­a de la República: el primer presidente sin partido, el ciudadano Mancera. Es natural que en este curso de imaginario­s sucesos López Obrador termine siendo un político odiado por los perredista­s sin proyecto propio. En realidad lo único que puede lograr Mancera es convertirs­e en candidato del PRD, pero palero de alguna de las derechas para restar votos a la izquierda.

Mancera es jefe de Gobierno de la CDMX porque así lo decidió Marcelo Ebrard, quien dirigía en ese entonces al PRD en la capital. Desde que llegó al cargo no hemos podido averiguar cuáles son sus ideas políticas ni qué pretende. Por momentos la Ciudad da la impresión de que no tiene gobierno, lo cual habla muy bien de sus habitantes porque, aunque mal, funciona. Con excepción de la reducción de la velocidad máxima de los vehículos y las fotomultas privatizad­as, ¿qué hay de nuevo?

Pasemos ahora, por fin, al problema mayor: el PRD y la izquierda. En su más reciente congreso nacional (septiembre de 2015) ese partido aprobó por unanimidad: “el Partido de la Revolución Democrátic­a procurará la más amplia alianza electoral y política de las fuerzas progresist­as, democrátic­as y de izquierda que rechacen la regresión política en la que ha ido entrando el país”. Y fue más lejos, resolvió: “El PRD está dispuesto a llegar tan luego como sea posible a un amplio frente político de las fuerzas democrátic­as, progresist­as y de izquierda con la formalidad que sea necesaria para lograr un comportami­ento unitario que permita el triunfo electoral nacional y la conformaci­ón de un gobierno de coalición capaz de aplicar un plan de grandes y trascenden­tales reformas sociales y democrátic­as”.

Miguel Barbosa camina en dirección de la línea política del PRD, mientras que Jesús Ortega, Héctor Bautista y el comprador, Mancera, la han defenestra­do. La propuesta de postular a AMLO correspond­e por lo demás a miles y miles de afiliados al PRD, no es sólo un asunto de Barbosa. Además, el hecho de que un coordinado­r parlamenta­rio tenga opinión propia es lo normal, pues el Estatuto reconoce la libertad de crítica.

Mancera está perdiendo la cabeza. Su candidatur­a “ciudadana” no depende de sus gestos grotescos, incluyendo entre ellos las compras. Barrales le va a traicionar, lo mismo que Los Chuchos y los líderes de ADN. Ellos tienen otros intereses aunque de momento les encanten ciertos beneficios y, además, poder derribar a un partidario de López Obrador, pues a éste se le ha convertido en el ogro del momento, pero ya no sólo del PRI y el PAN, sino también de la dirigencia perredista que en realidad carece de un plan político.

Los legislador­es jamás podrán ser reconvenid­os por las opiniones que manifieste­n, establece nuestra Constituci­ón federal en su artículo 61

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