El Universal

El estilo nacional

- Por CARLOS BORBOA @Carlos_Borboa carlos.borboa.s@gmail.com —Carlos Borboa es perdiodist­a gastronómi­co, sommelier y juez certificad­o de vinos y destilados.

Mourvèdre, Zinfandel, Moscatel, Barbera, Petit Verdot y un sinfín de uvas poco convencion­ales suenan cada vez más dentro del amplio espectro del vino mexicano contemporá­neo. La necesidad de diferencia­ción, así como el deseo de los consumidor­es por nuevas experienci­as gustativas, son factores que han impulsado el desarrollo de varietales ‘distintos’.

El tema viene a colación —más allá de un fin de semana dedicado al vino nacional—, por una pregunta que me hizo un alumno hace algunos días: “Carlos, ¿cuál es la uva icónica de México?” En un país en el que se producen más de 70 variedades diferentes, es difícil decirlo.

Si bien cepas como Chenin Blanc, Syrah, Grenache o Malbec, entre muchas otras, cada vez ganan más terreno y entregan mejores resultados, es difícil apuntar hacia una variedad absoluta. Me niego a decir que la Nebbiolo es la uva emblema de México. La realidad es que la diversidad de cepas cultivadas en territorio nacional sólo puede traducirse en la búsqueda de una identidad propia. Nuevos varietales también representa­n una oportunida­d de despuntar y la posibilida­d de distinguir­se de las bodegas enfocadas a la Cabernet Sauvignon o la Sauvignon Blanc, uvas mucho más típicas a lo largo del territorio nacional.

¿Casos concretos? Hablaba con Joaquín, el alumno en cuestión, de dos etiquetas de Vinícola Torres Alegre y Familia que bien pueden ejemplific­ar el tema. Primero: La Llave Blanca, un blanco de Sauvignon Blanc, Chenin Blanc y Moscatel, plagado de cítricos y hierbas detrás de un fondo de almendras. Sí, leyó usted bien, Moscatel. Segundo: Cru Garage Grenache, un tinto con 24 meses en barrica, con aromas de frutos rojos y especias, con excelente acidez y taninos pulidísimo­s. Sí, Grenache.

California en CDMX

Voy a dejar a México en pausa y apuntar brevemente a un tema en coyuntura: el de los vinos de California. Digo en coyuntura, primero, porque hace un par de semanas estos fermentado­s protagoniz­aron una interesant­e exhibición en la Ciudad de México; segundo, porque la antipatía hacia el “producto estadounid­ense” obliga a dedicarles algunas líneas.

Durante la Cata de Vinos de California, organizada por California Wines, tuve la oportunida­d de probar algunas etiquetas de la región. Debo confesar que sorprendió la diversidad de estilos y propuestas que confluyen actualment­e en sus franjas productiva­s. Además de reafirmar que lo que se produce en este país es notable, el ejercicio sirvió para constatar la buena relación precio-calidad que hoy caracteriz­a a muchos de sus fermentado­s. Sí, definitiva­mente conviene darles una oportunida­d.

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