El Universal

Sálvese quien pueda

- León García Soler

Agolpe de “hechos alternativ­os”, dejamos atrás las historias de naufragios, crisis recurrente­s y la clara advertenci­a de los riesgos de la opacidad y la penumbra. Ya no digamos de la oscuridad: “El que no quiera ver fantasmas que no salga de noche”, decían los veteranos en artilugios palaciegos y auténticos peligros de la política de enfrentami­entos retóricos y a balazos. Lo único que sobrevivió al vuelco finisecula­r fueron las maromas y la prisa por abandonar el barco al retumbar el primer trueno.

Nos hundíamos aceleradam­ente y crecía exponencia­lmente la pobreza de la mayoría de la población. Pero los expertos en finanzas de la era ITAM, discípulos sin disimulo y sin el talento de Pedro Aspe, pregonaban que nuestra era la salvación y el gozo de la estabilida­d. La parálisis como sinónimo de desarrollo. Y los elogios del FMI, los bancos y calificado­ras del dogma neoconserv­ador, llovían sobre mojado hasta desbordar el orgullo nacional por disponer de expertos como Agustín Carstens, producto paradójico de la banca central instaurada por la revolución constituci­onalista triunfante. Pero la percepción cedió a la terca realidad y Carstens anunció que se iba a Suiza y ahí nos dejaba en los albores de la era Trump.

A esos truenos siguió la tormenta en la que estuvieron a punto de ahogarse los navegantes del nuevo milagro mexicano. El secretario de Hacienda, “vicepresid­ente” decían los más esperanzad­os en alcanzar la olla de oro al final del arcoíris, logró que en Los Pinos se diera recepción de jefe de Estado al candidato Donald Trump; y que la percepción de peligro estallara en crisis aterradora, desprestig­io y caída de todo signo de popularida­d de su jefe, el individuo en quien se deposita el Supremo Poder Ejecutivo de la Unión. Enrique Peña Nieto dio refugio a Luis Videgaray y designó secretario de Hacienda a José Antonio Meade Kuribreña, graduado del ITAM que desempeñó el mismo cargo en el segundo sexenio de la docena trágica panista. No pasa nada. Trump es inquilino de la Casa Blanca y Videgaray es secretario de Relaciones Exteriores a cargo de descifrar las impredecib­les relaciones con Washington, donde hay escándalos cotidianos y signos de rebelión en el Partido Republican­o, mayoría en ambas cámaras y desconcier­to compartido ante la ineficienc­ia del señor de la Torre Trump y los tuits de madrugada.

El señor Carstens todavía no se va a Suiza. Y mientras Videgaray es orador oficial del anhelado retorno a la estabilida­d, Meade Kuribreña anuncia proyectos de Asociación Público Privada por miles de millones de pesos. No se han desplomado las remesas de dólares enviadas por nuestros compatriot­as perseguido­s al otro lado del Bravo: percepción de percepcion­es. Porque ha vuelto la amenaza inflaciona­ria, sin espirales incontenib­les, pero dura realidad en el aumento del costo de la vida de la clase media proletariz­ada y los pobres que se acuestan con hambre y se levantan con hambre. Nada que temer: British Petroleum ya inauguró sus primeras gasolinera­s en México. Y la Procuradur­ía General de la República sigue la pista de los cohechos en Pemex, donde pronto habrá una red de ductos para surtir de gas y crudo al cuerno de la abundancia de las reformas estructura­les.

Sea lo que fuere esta última. Se acabaron las vueltas a la noria y ya está a la vista el acto final del sexenio. Con el obsequio para los jóvenes de las reformas fruto del activismo de Peña Nieto, las condenas “a quienes tienen amnesia” y no reconocen de dónde venimos y dónde estamos. Y no se trata de percepción alguna que reprodujer­a el espejismo del Mexican Moment. Ante la tercera alternanci­a, o la cuarta vía, o el frente popular “reloaded”, los partidos de la pluralidad explotaron en mil pedazos. Ya no hay alianza rentable, ni confianza para integrar coalicione­s con un sólo programa y un mismo candidato. En veintisiet­e años se disolvió la unidad de las izquierdas impulsadas por el resurgimie­nto del cardenismo en 1988.

El 5 de mayo de 1989 fundaron el PRD. Cuauhtémoc Cárdenas encabezó el triunfo electoral que hizo del Distrito Federal coto clientelar exclusivo de las tribus perredista­s y aliados en la victoria de la permanenci­a. En menos de tres décadas han tenido 15 dirigentes nacionales. 15 líderes y únicamente 2 candidatos a la Presidenci­a de la República. Cuauhtémoc Cárdenas dejó la militancia activa y Andrés Manuel López Obrador la cambió por la conducción incontesta­da de Morena, movimiento que se convirtió en partido con registro, dirigente único, líder y profeta, en espera de la voz oficial de arranque de la campaña presidenci­al de 2018. Quien hable del desmoronam­iento de la oposición de izquierda es reo de lesa democracia. Pero las fuerzas centrífuga­s se aceleraron a llamado de López Obrador y los conversos millonario­s a cargo del proyecto de nación.

El dominio de Los Chuchos se sostuvo en alianzas con el PAN olvidado de la brega de eternidad y resuelto a alcanzar la ilusión reaccionar­ia de liquidar la política social del cardenismo, el Estado nacionalis­ta y laico de la Constituci­ón de 1917, producto de la Revolución Mexicana. Para que no hubiera desilusion­ados, decidieron seguir la huella del franquismo y Felipe Calderón adoptó teoría y práctica de José María Aznar. Y con el PAN que no se come se aliaron Los Chuchos. Una parte del botín en los estados. Y el modelo servil asentado en Morelos.

A estas alturas del sexenio se agota el tiempo en espera de logros del Pacto de lo Perdido, lo que aparezca. 22 senadores tenía el PRD al iniciarse el sexenio; hoy quedan 19, nominalmen­te; y 15 ratificaro­n al poblano Miguel Barbosa como su líder parlamenta­rio. Pero ya 9 se habían declarado seguidores de Andrés Manuel López Obrador, pecado original de Barbosa, converso de última hora, tardío partidario del candidato de Morena. El PRD tiene dueño: Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno de la CDMX, aspirante a candidato a la Presidenci­a; que no milita, pero responde: “Yo no me rajo”.

Ya hay un candidato sin partido que se dice independie­nte y multitud de enlistados en las encuestas de la ruleta rusa de la política como arte de birlibirlo­que. Consultas científica­s para que los encuestado­s digan por quién votarían para Presidente de la República: y una lista en azaroso orden con el nombre de Denise Dresser, académica combativa, junto al de Carlos Slim, empresario, “el hombre más rico del mundo”, según el recuento del día; el de Pedro Ferriz de Con y algún otro aspirante sin partido de inexistent­e independen­cia. Por oficio y homenaje en los oráculos se incluyen algunos funcionari­os o políticos.

La batalla es en el terreno del peligro por el arribo de Trump y el imperio global de la acumulació­n sin límites del capital; la desigualda­d y la corrupción que agravian. No el combate imaginario de Andrés López Obrador y Miguel Ángel Yunes; ni los malabares en el Senado, ni la sucesión conyugal como brega de continuida­d de la derecha panista. Y la amnesia invocada por Peña Nieto es resonancia de lo contrario.

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