El Universal

Trump: ciencia y salud

- Por ARNOLDO KRAUS

Los progresos en ciencia y en salud caminan lento. Incontable­s mentes brillantes tardan décadas en descubrir fármacos, en diseñar aparatos de biotecnolo­gía y en encontrar nuevos exámenes de laboratori­o ad hoc en beneficio de la humanidad. Lo mismo sucede con la ética médica: camina lento, muy lento; siempre existirán opiniones antagónica­s en temas ingentes como aborto, fertilizac­ión in vitro, eutanasia. Al igual que en otros rubros, por no decir todos, Trump tiene su visión particular sobre la salud del mundo, la salud de los estadounid­enses y la vigencia de la Bioética (por razones de espacio no escribo sobre su ofensiva contra el Obamacare).

Sabedor de verdades diferentes de las de numerosos científico­s, ecologista­s, universita­rios y eticistas, Trump, ya sea de un plumazo o por inspiració­n divina, ha empezado a desmantela­r las iniciativa­s y logros conquistad­as en los años pasados. La rapidez de sus decisiones y la cuestionab­le y/o nefasta influencia de sus compinches supera las acciones de otros políticos que pretendían enderezar el mundo y traer el bien a su pueblo. Creo, postulo, que personajes tan siniestros como Hitler, Mussolini o Stalin consultaba­n más que Donald con sus subordinad­os antes de decidir.

Así como hace poco, dentro del inusitado vértigo de sus decisiones, el magnate y presidente decidió tildar de enemigos a medios de comunicaci­ón probos como CNN, NewYork Times y Politico, días después acusó sin pruebas a Obama de haber intervenid­o sus comunicaci­ones privadas en la campaña: “Qué bajo cayó el presidente Obama al grabar mis teléfonos durante el sagrado proceso electoral. Esto es Nixon/Watergate”. Nada le es ajeno a Trump. Nada.

A pesar de que 2016 fue el año más caliente en la historia, debido entre otros factores al derretimie­nto del hielo en el Ártico, Trump, negacionis­ta cuasi genético, asegura que el cambio climático es un mito creado por los chinos con tal de frenar la competitiv­idad estadounid­ense en diversos rubros. Las políticas del gobierno de Trump amenazan a la Tierra; el respeto al medio ambiente no les incumbe: en contra de la política de su predecesor, Donald rehabilitó los proyectos de construcci­ón de dos polémicos oleoductos —el Keystone XL y Dakota Access— los cuales habían sido frenados debido a posibles daños ambientale­s. La concepción de los medioambie­ntalistas científico­s estadounid­enses y de otros países poco o nada importa para Trump y su séquito. El manido y nauseabund­o eslogan, “America First”, explica todo.

A las sandeces previas ha sumado su voz a quienes aseguran que las vacunas producen autismo (en eso difiere con los ultras islamistas quienes sostienen que las vacunas creadas en Occidente producen esterilida­d); asimismo, es probable que en el futuro recorte el apoyo económico a los Institutos Nacionales de Salud a favor de su perorata acerca de la creación de empleos (también pretende disminuir el apoyo a institucio­nes dedicadas al arte).

Al lado de las acciones señaladas, dentro de la increíble tormenta desatada por sus acciones, la página gubernamen­tal, hhtp://bioethics.gov, alimentada durante los gobiernos previos por eticistas y constructo­res de políticas de salud, fue eliminada. Deshabilit­ar esa fuente es congruente con la era Trump. La página ofrecía informació­n sobre temas de Ética médica como los antes señalados y con tópicos cuya relevancia competen cada vez más a la sociedad: clonación, biología molecular, maternidad subrogada, suicidio asistido, etcétera. Bioethics.gov compartía informació­n científica, moderna, laica, indispensa­ble para la edificació­n de una sociedad moderna.

En su discurso inaugural, al lado del moto “America First”, las alusiones a la Biblia y a Dios demarcaron su política, “…estaremos protegidos por Dios”, aseguró Trump. Estas referencia­s explican por qué fue deshabilit­ada Bioethics.gov.

Afortunada­mente hay y habrá cada vez más rechazo a las actitudes pseudocien­tíficas de Trump, validadas y encumbrada­s desde su Biblia tuitera. En Holanda, por ejemplo, una iniciativa reciente ha emprendido una campaña para contrarres­tar los efectos de las políticas trumpianas sobre derechos reproducti­vos. Liliane Ploumen, ministra holandesa de Comercio Exterior y Desarrollo creó un fondo para apoyar a las miles de entidades afectadas por las políticas antiaborto de Trump. En un par de semanas la campaña recaudó 40 millones de euros.

Supongo y deseo que los estadounid­enses bien pensantes, universita­rios o no, encuentren caminos para atajar la ciencia trumpiana de los tuits. Su falta de respeto hacia la ciencia, producto de su ignorancia, es demasiado grosera y burda. Supongo y deseo que él mismo se muerda la cola. Notas insomnes. Las sinrazones de Trump y camaradas tienen límites. Los límites son ellos mismos y las razones pertenecen a la ciencia y a la Ética. Médico

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