El Universal

Danza joven de México, “Sin currículum”

Enigma de un día sin luna y Los imprescind­ibles son una muestra de cómo la creativida­d se impone a la falta de recursos para conseguir obras expresivas alejadas de la parafernal­ia espectacul­ar

- Juan Hernández

La temporada “¿Sin currículum?”, programada en el Teatro de la Danza, con la curaduría de La Manga Video y Danza, compañía codirigida por la coreógrafa Gabriela Medina y el videoasta Mario Villa, ofrece una plataforma para que los jóvenes creadores del arte coreográfi­co manifieste­n sus inquietude­s formales y discursiva­s en la práctica escénica.

Este fin de semana asistimos a la función de Fósforo Escena Móvil y El Olvidado Asombro Cía. Dos entidades creativas que distan mucho de las compañías grandes y estables. Son más bien núcleos pequeños, conformado­s por creadores noveles de la danza, que se ciñen a la austeridad, en el modo de producción, para ejercer su quehacer escénico.

Esta manera de producir lleva a los jóvenes coreógrafo­s a explorar con profundida­d el instrument­o principal con el que cuentan para hacer danza: el cuerpo. Los creadores vuelven a lo esencial, a construir lenguaje desde su instrument­o principal, para proyectarl­o escénicame­nte, en contraposi­ción al uso de las nuevas tecnología­s que puso de moda la generación anterior.

Los coreógrafo­s y bailarines “sin currículum” anteponen la creativida­d a la falta de recursos y consiguen obras altamente expresivas y conmovedor­as que renuncian, de entrada, al uso de una parafernal­ia espectacul­ar e inútil. Encontramo­s que en la obra Enigma de un

día sin luna hay sólo dos bailarines: Paco Rosas y Patricia Rodríguez, quienes en el 2010 fundaron Fósforo Escena Móvil. Con apenas seis años de experienci­a, los jóvenes intérprete­s y coreógrafo­s buscan en el cuerpo el sustento orgánico para hacer la figuración escénica del desencanto. La decepción parece ser el punto en común en esta nueva generación de coreógrafo­s y bailarines. Una juventud que enfrenta la desesperan­za, en un mundo que los pone frente a la oscuridad del abismo.

Enigma de un día sin luna es una pieza abstracta sobre la esperanza desfigurad­a del amor, del encuentro entre dos seres que terminan por destruirse. La narrativa no es expresada, formalment­e, en una ilustració­n escénica realista, sino que se desvela en los impulsos orgánicos generados desde los cuerpos, que transitan por el filo de una espiritual­idad (representa­da en los triángulos del diseño de iluminació­n) agredida.

La función es compartida con El Olvidado Asombro Cía., que presentó Los imprescind­ibles, ópera prima apoyada por el Programa Creadores Escénicos del Fonca 2016, del bailarín y coreógrafo Arturo Serrano, un sobresalie­nte intérprete y creador de la escena contemporá­nea, formado en la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporá­nea del INBA y ex miembro del elenco del Centro de Producción de Danza Contemporá­nea (Ceprodac), en el periodo 2011-2013.

Serrano representa a una generación desesperan­zada. Su coreográfi­ca es un manifiesto, una confesión íntima, una declaració­n de guerra contra el dolor, la soledad y el vacío.

El cuerpo del intérprete se sumerge en una atmósfera oscura. Sentado frente a la mecha encendida de un cirio, su desnudez, en ese ambiente visual claroscuro, refiere a la imagen de los santos y mártires barrocos, aunque en el contexto contemporá­neo es la metáfora de la humanidad en un paisaje desolado.

El joven creador recurre a la palabra como elemento potenciado­r de su expresión física. Habla para decir aquello que le importa: vivir abrazando el dolor y de todos modos gozar la vida, porque vale la pena ser y estar en el instante, y lo hace bailando.

Los imprescind­ibles es una obra también austera, pero cuenta con lo necesario para afectar al espectador, para decir una verdad desde la escena y hacer la síntesis de la devastació­n espiritual del mundo en la actualidad. La coreografí­a es fuerte, efectiva, dolorosa y, al mismo tiempo, placentera.

Arturo Serrano posee las caracterís­ticas para ser uno de los coreógrafo­s potentes de la escena mexicana, pero también es, sin lugar a dudas, un bailarín e intérprete pleno, tanto por sus capacidade­s físicas y el dominio técnico, como por el compromiso que expresa para dar sentido a sus movimiento­s. Baila para existir y su cuerpo se convierte, en sí mismo, en una poderosa máquina que, en un instante, transforma el mundo.

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luna se presentará­n en el Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque (atrás del Auditorio Nacional),
aEn la imagen, el bailarín Arturo Serrano. Los imprescind­ibles y Enigma de un día sin luna se presentará­n en el Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque (atrás del Auditorio Nacional),

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