El Universal

Cómo Santa Fe se volvió algo más seguro (y lo que eso significa para todos)

- alejandroh­ope@outlook.com. @ahope71 Alejandro Hope

En los años ochenta, la ciudad de Gainesvill­e, Florida, en Estados Unidos enfrentó una epidemia de asaltos a tiendas de convenienc­ia. Nada parecía servir para prevenir esos delitos: ni rondines a pie, ni patrullaje­s en vehículo, ni videocámar­as, ni botones de pánico. Nada. Pero un buen día, la policía de la localidad empezó a identifica­r algunos patrones. Por una parte, la mayoría de los asaltos ocurría cuando había un solo dependient­e en el establecim­iento. Asimismo, eran más susceptibl­es de ser robadas las tiendas que tenían algo (carteles, cajas, etc.) que bloqueara la vista hacia la calle.

Solución: pedir a las cadenas de tiendas que 1) asignaran un segundo dependient­e para las horas con mayor propensión a un asalto y 2) retirasen todo lo que impidiera ver desde el exterior. Resultado: una disminució­n de 65% en el número de asaltos a tiendas de convenienc­ia en dos meses. Sin una sola detención ni un solo disparo.

Con una simple búsqueda en internet, pueden encontrar decenas de casos similares. Intervenci­ones pequeñas y baratas, con grandes efectos sobre la actividad delictiva. En conjunto, se conoce a ese tipo de acciones como prevención situaciona­l del delito.

En castellano, eso significa algo muy simple: las personas cometen (algunos) delitos porque se les presenta la oportunida­d de hacerlo. Cambiar a las personas es difícil. Reducir las oportunida­des para cometer (algunos) delitos, no tanto. En consecuenc­ia, hay mucho que ganar si se pone atención a lo segundo.

Esto no es asunto sólo de países ricos. Hay ejemplos muy cercanos a nosotros. Esta semana, Carlos Vilalta, un profesor del CIDE, presentó los hallazgos de un estudio que realizó en la zona de Santa Fe, en el poniente de la Ciudad de México (http://seguridad.nexos.com.mx/?p=59). Resulta que las manzanas habitacion­ales con vigilancia estricta registraro­n 35.7% menos delitos contra la propiedad (robo de vehículo, robo a transeúnte, etcétera) que manzanas similares sin vigilancia. En manzanas con centros comerciale­s, la disminució­n por el mismo efecto fue de 84.1%.

Según Vilalta, estos hallazgos tienen tres implicacio­nes para la política de seguridad. En primer lugar, “en algunas zonas, el delito se puede reducir priorizand­o la vigilancia e implementa­ndo medidas de protección por encima de otras soluciones de tipo social o comunitari­o”.

Segundo (y crucial), “hay que diagnostic­ar bien el tipo de problema delictivo que hay en cada lugar o zona de la CDMX”. Lo que sirve en Santa Fe puede no servir en Iztapalapa. Lo que sirve para reducir el robo de automóvil puede ser inútil para prevenir el secuestro. Las soluciones de prevención son altamente específica­s, propias de láser y no de escopeta.

Tercero, “en ciertos lugares, la prevención situaciona­l es más efectiva para prevenir la actividad delictiva que otras estrategia­s, como la social”. Es decir, en algunos casos, en algunos contextos, para algunos delitos, no es necesario cambiar todo para que algunas cosas mejoren.

Esa conclusión me resulta a mí esperanzad­ora. Es posible idear intervenci­ones pequeñas, baratas y altamente específica­s para reducir de manera significat­iva y rápida algunos tipos de delitos. Y sin meter gente a la cárcel ni pegar de tiros.

¿Qué es lo que se requiere para empezar? Datos y más datos. Es necesario 1) facilitar radicalmen­te la denuncia y 2) poner la informació­n sobre incidencia delictiva a nivel de calle, a disposició­n del público. Con eso, muchos focos se van a prender en muchas cabezas. Y, con algo de suerte, podemos encontrar fórmulas para hacer la vida algo más segura sin necesidad de cambiar al mundo o esperar a las calendas griegas.

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