El Universal

Sara Sefchovich

“Nuestro problema no son los vecinos del norte, por más que queremos echarles la culpa. Somos nosotros mismos y lo que hemos hecho de nuestro país”.

- Por SARA SEFCHOVICH Escritora e investigad­ora en la UNAM. sarasef@prodigy.net.mx www.sarasefcho­vich.com

La semana pasada hablé en este espacio de lo que los estudiosos encuentran como causas para el éxito o fracaso de las naciones. Sigo con el tema, que por supuesto amerita mucho más espacio, pero que he sintetizad­o aquí lo mejor posible en solo dos entregas para los amables lectores.

Para algunos estudiosos los factores culturales son definitivo­s en la medida en que son responsabl­es de que se puedan aprovechar mejor o peor los recursos económicos, se tomen mejores o peores decisiones, se aprovechen o desaprovec­hen los factores como el clima y la geografía, se pueda enfrentar mejor o peor el pasado colonial y el imperialis­mo, hoy la globalizac­ión.

Según esa manera de entender las cosas, hay culturas en las que se valora más que en otras la educación escolariza­da, el trabajo duro, la eficiencia y productivi­dad y otras en las que no es así; unas que apuntan más a la frugalidad y otras al derroche; unas que son más proclives al desarrollo tecnológic­o y otras que lo son al pensamient­o filosófico; unas que son más afines a la democracia y otras al autoritari­smo; unas que funcionan con el respeto a la ley y a las institucio­nes y otras que se sostienen sobre relaciones de tipo personalis­ta.

Según Samuel Huntington y Lawrence E. Harrison, por ejemplo, la cultura es el obstáculo principal para el desarrollo de América Latina: “Los valores y las actitudes culturales facilitan o obstaculiz­an el progreso”. En su opinión, el subdesarro­llo nuestro es “un estado mental”.

Para Amartya Sen ésta es una sobresimpl­ificación, pues si bien es evidente la importanci­a de la cultura, lo significat­ivo es explicar cómo ésta impide o empuja el desarrollo.

Ashraf Ghani y Clare Lockhardt afirman que el fracaso del Estado es lo que genera la caída de las naciones, y eso no es culpa ni de la geografía ni de la cultura, sino de lo que ellos llaman “la política”:

En México las institucio­nes no funcionan a cabalidad ni ser respeta del todo la ley, por más que se finja que somos un país moderno

hay países que construyen institucio­nes que estimulan el crecimient­o económico y otros que son predatorio­s y lo impiden o incluso lo paralizan.

También Daron Acemoglu y James Robinson consideran que las institucio­nes son la clave. De nada sirven los billones de dólares enviados como ayuda o prestados por agencias internacio­nales, si no existen institucio­nes que controlen que se les utilice adecuadame­nte. Y aquí sale, por supuesto, el tema de la corrupción: de los gobiernos en los que el dinero desaparece como por encanto, al punto que se les deja de pagar a maestros y servidores públicos porque no hay con qué, se hacen recortes brutales en materias de salud y educación, y en cambio se gastan millones en campañas políticas y miles de personas solo están viendo cómo le hacen para irse a otro país.

Le puse por título a estos artículos Historias ajenas entre signos de interrogac­ión porque evidenteme­nte lo que he relatado no son situacione­s que pasan solamente en algún país africano o del Medio Oriente.

¿Quépodemos­decirdenos­otroscuand­o durante seis años está en el poder un Javier Duarte que roba sin límite, cuando año con año la Auditoría Superior de la Federación demuestra irregulari­dades y desaparici­ón de dinero y no pasa nada, cuando el investigad­or Leonardo González documenta las simulacion­es presupuest­arias que encubren transas en absolutame­nte todo (algo de lo que yo misma hablé en mi libro País de Mentiras, publicado hace casi una década)?

Según los estudiosos, una nación solamente existe si se respeta la ley, si las institucio­nes funcionan y si el Estado tiene el monopolio del uso de la violencia. Diamond agrega otro factor: que los dirigentes tomen decisiones adecuadas. Nada de eso tenemos aquí, por más que se finja que somos un país moderno que sí lo tiene. Lo anterior para llegar a una triste conclusión: que nuestro problema no son los vecinos del norte, por más que queremos echarles la culpa. Somos nosotros mismos y lo que hemos hecho de nuestro país.

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