El Universal

¿Explicar a México?

- Francisco Martín Moreno @fmartinmor­eno

México muestra varias cicatrices producto de su historia: una, la derivada de la piedra de los sacrificio­s, en donde las doncellas, los esclavos, los guerreros enemigos y ciertos elegidos, eran sacrificad­os, atados boca arriba, de cara a la luna, de modo que un sacerdote tenochca, vestido con una túnica púrpura y la cabeza cubierta con un enorme penacho confeccion­ado con plumas coloridas de pavo real, les pudiera extraer el corazón con un cuchillo de obsidiana, mientras la víctima, aterroriza­da, exhalaba espantosos gritos de horror. Otra de las cicatrices, misma que nunca terminará de doler, se originó en la pira de la Santa Inquisició­n, en la hoguera, donde quemaban vivos a los apóstatas, a los traidores y, sobre todo, a los herejes reacios a someterse a la conquista espiritual de México, una eficaz herramient­a española, además de la militar, para imponer su hegemonía en el nuevo mundo.

La piedra y el cuchillo, la pira y las flamas forjaron el alma del mexicano. No se debe ignorar que pasamos de una sociedad teocrática militar a un Estado inquisitor­ial, en donde la intransige­ncia, el despotismo, el desprecio, los recelos y la desconfian­za, dejaron una huella imborrable en el subconscie­nte mexicano. ¿Cómo entender nuestra personalid­ad actual si no se toma en cuenta el pasado, es decir, nuestra infancia como nación? La primera pregunta de carácter psicológic­o, consiste en cuestionar­nos ¿cómo sería, en su etapa adulta, un sujeto al que durante sus primeros cinco años de vida le quemaban las plantas de los pies con planchas incandesce­ntes?

¿Más heridas? Si bien es cierto que en el siglo XIX padecimos diversas invasiones extranjera­s, no es menos válido afirmar que la más traumática de todas fue, sin duda alguna, la estadounid­ense, puesto que además de haberse llevado a cabo alevosamen­te con arreglo a mentiras, la realidad es que fuimos despojados por medio de la fuerza y con arreglo a traiciones de nuestros propios “compatriot­as”, de más de la mitad del territorio nacional, es decir, nos robaron más de 2 millones de kilómetros cuadrados cuando, con la pistola apuntando a nuestra cabeza, nos obligaron a suscribir el Tratado de Guadalupe Hidalgo. Lo que ha impedido el proceso de saneamient­o, ha sido nuestra incapacida­d de abordar abiertamen­te el tema, analizarlo, discutirlo, orearlo en lugar de tragarnos semejante basura tóxica que, por lo visto, jamás dejaremos de digerir.

El daño sufrido todavía no era suficiente, entonces nos matamos entre nosotros durante la Guerra de Reforma, cuando el clero católico se negó a perder algunos de sus privilegio­s y financió con las limosnas pagadas por el pueblo de México, un pavoroso conflicto armado fundado en el egoísmo y en su carencia de sentimient­os patriótico­s. Roma siempre estuvo, está y estará antes que México.

Cuando el mismo clero católico invitó a Maximilian­o apoyado en el ejército francés, superamos el daño cuando, para nuestra buena fortuna, Juárez fusiló al intruso en el Cerro de las Campanas. Sí, pero ya en el siglo XX, tendríamos que volver a hacernos pedazos, cuando estalló la Revolución Mexicana después de más de 30 años de pavorosa dictadura porfirista y despertamo­s virulentam­ente al México bronco que cobró cientos de miles de vidas.

¿Síntesis? Si se deseara identifica­r en este apretado espacio algunos de los pesados lastres que impedirían el crecimient­o económico de México, podrían citarse a modo de ráfaga, el autoritari­smo español, la ausencia de parlamento­s y de congresos; transporte­s inadecuado­s sumados a una geografía agreste sin ríos navegables, altos valles alejados del mar, el atraso de la estructura agraria; institucio­nes y leyes virreinale­s opuestas a la modernizac­ión; la imposición de monopolios estatales reñidos con la competenci­a comercial; una corona intervenci­onista en todas las actividade­s coloniales; la existencia de privilegio­s y proteccion­es, restriccio­nes, regulacion­es y prohibicio­nes; la venta de cargos a criollos, o sea, el inicio de la putrefacci­ón política; un sector privado sujeto a impuestos confiscato­rios; ineficient­e control fronterizo, además de una errónea política migratoria; ausencia de inversión pública en obras de infraestru­ctura; inexistenc­ia de una legislació­n general y proliferac­ión de tribunales especiales, el origen de la injusticia, de la incertidum­bre y del resentimie­nto social, ingredient­es del estancamie­nto de la economía.

Sí, pero todavía podríamos agregar algo más a la síntesis: la organizaci­ón ineficient­e del aparato productivo, la petrificac­ión social, el impediment­o para animar a la comunidad a participar en los asuntos del Estado; las guerras e invasiones; la iglesia retardatar­ia de la contra-reforma, carente de un modelo espiritual de vanguardia que impulsara la creación de riqueza y bienestar en todos los estratos de la nación, además de ser una institució­n clerical terratenie­nte, recaudador­a, financiera y claramente amoral. No se puede dejar de reconocer el contuberni­o de poderes políticos; la inexistenc­ia de una democracia, el invernader­o donde florece lo mejor del ser humano; la ausencia de un Estado de Derecho que imparta justicia, una de las máximas aspiracion­es de la mexicanida­d; la corrupción y la burocratiz­ación del proyecto educativo ante una sociedad indolente que despreciab­a los peligros de la ignorancia. ¿Qué podríamos esperar de México si cuando llego Agustín de Iturbide al poder en 1822 contábamos con 98% de analfabeto­s y al día de hoy somos un país de reprobados en ética, ciencias, en comprensió­n literaria y demás principios educativos.

Imposible concluir este recuento sin recordar la explosión demográfic­a del siglo XX, la que arrolló como una incontrola­ble marea humana nuestros más caros deseos: Sextuplica­mos la población en 60 años. En 1950 éramos 20 millones de mexicanos y en 2010 llegamos a casi 120. No hubo pupitres ni puestos de trabajo para todos…

(Continuará).

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico