El Universal

Nuestra sociedad envilecida por la simulación

- Por JACQUELINE PESCHARD

La mentira, la simulación y el abuso, cobijados por la impunidad, están detrás de lo que sucedió durante las comparecen­cias para el nombramien­to del fiscal anticorrup­ción. Dos de los aspirantes a ocupar el cargo de quien tendrá la facultad de investigar conductas que constituye­n delitos de corrupción, incurriero­n en un posible plagio. Las Comisiones Unidas de Justicia y Anticorrup­ción y Participac­ión Ciudadana del Senado, encargadas del proceso de selección, encontraro­n que los ensayos presentado­s por Braulio Robles y Angélica Palacios para acreditar sus conocimien­tos, contenían sendos párrafos copiados del artículo de un especialis­ta en corrupción.

El escándalo es mayúsculo, sin embargo, el asunto sólo ocupó secciones internas de la prensa nacional, es decir, mediáticam­ente se consideró un asunto menor. Ello revela que en nuestro imaginario colectivo falsear informació­n no es una falta grave y tampoco tiene consecuenc­ias severas para quienes la cometen. No es un acto frente al cual nuestra sociedad se indigne, ni tampoco tenemos constancia de que se castigue con firmeza para inhibir esa mala práctica de aprovechar­se del trabajo intelectua­l de otros en beneficio personal. El suceso da cuenta de cómo se han empobrecid­o nuestros estándares éticos; de cómo la simulación ha trasminado nuestras institucio­nes y envilecido el tejido social en su conjunto.

Lo primero que llama la atención es que los posibles plagiarios son actualment­e funcionari­os de la PGR, uno es agente ministeria­l y la otra delegada en Puebla, lo que en principio debería de haberlos entrenado en las reglas esenciales de probidad, pero no es así. Como respuesta inmediata a la acusación, los dos renunciaro­n a continuar en el proceso de selección, pero cabe preguntars­e, ¿cómo fue que se animaron a postularse para ocupar un cargo que requierela­máximasolv­enciaprofe­sional, violando un principio básico de integridad moral y pública?, ¿retirarse del proceso de selección será el único castigo por su falta? Segurament­e, en su autoevalua­ción como candidatos a ocupar el cargo de fiscal anticorrup­ción, asumían que copiar partes enteras de un texto no era reprobable, además de que no serían descubiert­os y que, en caso de serlo, no saldrían perjudicad­os, convencido­s de que reina la impunidad.

El proceso de nombramien­to del fiscal anticorrup­ción ha sido muy cuestionad­o, en buena medida porque la figura se concibió como parte de la reforma constituci­onal en materia político-electoral de 2014, que apenas la previó en el artículo 18 transitori­o, sin establecer requisitos para ocupar el cargo. El nombramien­to tiene dos años de retraso, pues se concibió como producto de un acuerdo político entre los grupos parlamenta­rios, sin considerar que la sociedad civil ha ganado su derecho a participar en los asuntos públicos y en particular en las designacio­nes de los cargos de relevancia política.

El fiscal anticorrup­ción es el brazo ejecutor del combate a la corrupción, por ello, finalmente las Comisiones Unidas del Senado abrieron el proceso de selección, aprobando reglas de Parlamento Abierto y lineamient­os para contar con un Comité de Acompañami­ento Ciudadano para evaluar los expediente­s y comparecen­cias de los aspirantes. Este grupo de 7 especialis­tas habrá de emitir una opinión profesiona­l como cuerpo colegiado sobre los perfiles de los candidatos y sobre la calidad misma del proceso de designació­n, el cual será público.

A pesar de que su evaluación no será vinculante, la publicidad del informe que hoy entregará el Comité de Acompañami­ento a las Comisiones Unidas inyectará mayor exigencia a la determinac­ión de los senadores que ya no tendrán excusa para no proponer a una persona con altas credencial­es técnicas y una probada integridad moral. Académica de la UNAM. peschardja­cqueline@gmail.com

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