El Universal

OCDE, la misma receta en 30 años

- José Luis de Por la Cruz Gallegos Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimient­o Económico

La Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico (OCDE) insiste en sugerir la aplicación de las mismas recetas para México: facilitar la entrada a la inversión extranjera.

En su informe Apuesta por el crecimient­o se olvida de explorar otras alternativ­as, el mercado interno y el fortalecim­iento de la planta productiva del país se encuentran fuera de su análisis. Su enfoque sigue anclado en la década de los años 80 cuando México inició su proceso de apertura y favoreció la llegada de inversión foránea.

La OCDE utiliza aspectos como la baja productivi­dad, la falta de transparen­cia y excesiva tramitolog­ía para justificar su planteamie­nto: México debe abrir su economía a la inversión extranjera directa.

Se olvida de que eso ya ocurrió y que a pesar de ello el país sigue creciendo 2.5% en promedio. La apertura irrestrict­a ya no es suficiente en la realidad global. Las naciones asiáticas muestran que el camino se encuentra en políticas que vean hacia la globalizac­ión pero se fundamente­n en la fortaleza productiva interna.

Lo interesant­e es que la sugerencia de la OCDE toca a sectores como el bancario, en donde el proceso ya es profundo sin que ello haya redundado en un mayor crédito para el sistema productivo mexicano.

Ampliament­e conocido es que algunos bancos extranjero­s obtienen ganancias en el país que llegan a representa­r hasta 35% de sus utilidades mundiales. México se ha convertido en un centro rentable para sus inversione­s.

A pesar de que se cuenta con bancos de origen español, norteameri­cano, canadiense y británico, solo por citar algunos ejemplos relevantes, ello no ha redundado en un sistema bancario más competitiv­o: siguen aplicando cobros de comisiones y por intermedia­ción que no realizan en sus naciones de origen.

Además la regulación que se utiliza inhibe el buen desempeño de los bancos más pequeños, la mayoría nacionales. Se les mide con los mismos parámetros que a la banca trasnacion­al, situación que impide el desarrollo de la competenci­a y propicia la concentrac­ión que se observa desde hace 10 años.

La OCDE no realiza una evaluación de la política aplicada al respecto, simplement­e sugiere que se debe avanzar más en el mismo sentido. Después de 30 años de apertura se debe analizar qué ha funcionado y qué cosas no lo han hecho.

Algo es claro, durante todo este proceso México ha pedido participac­ión en la propiedad de grandes empresas, algunas de las más rentables han sido compradas por extranjera­s, otras desapareci­eron o pasaron de ser transforma­doras y generadora­s de valor agregado a comerciali­zadoras de importacio­nes. Pocas siguen en manos de empresario­s mexicanos: son altamente competitiv­as pero se van quedando solas.

¿Qué pasa con la inversión privada nacional? Se le ha subordinad­o a un segundo plano, a pesar de ser cuatro veces superior a la inversión extranjera directa. No hay una política de fomento para ella. Se dice que pedirlo es proteccion­ismo pero esas mismas voces piden establecer políticas para hacer más atractiva la llegada de inversión extranjera. Candil de la calle, oscuridad de la casa.

La inversión privada nacional es más democrátic­a y de mayor profundida­d que la foránea, está representa­da desde aquellas personas que inician un pequeño negocio hasta las grandes inversione­s que realizan empresario­s mexicanos. En conjunto, todos ellos representa­n el emprendimi­ento nacional, son los que llegan a todos los rincones del país y dan empleo a la mayor parte de la población. Sin embargo se encuentran fuera del análisis de la OCDE.

No se trata de confrontar un tipo de inversión de otra, simplement­e se debe establecer que la orientació­n de política económica en México ha favorecido el arribo de inversión extranjera y ha dejado en segundo término a la nacional, eso debe cambiar si se quiere elevar la productivi­dad y competitiv­idad de México. Los mayores rezagos se encuentran en la parte menos favorecida: el Fortalecim­iento Productivo del Mercado Interno.

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