El Universal

El tamaño del atentado en Londres

- Analista internacio­nal. Twitter: @maurimm

La cualidad y el tamaño de un ataque terrorista no están determinad­os por el número de personas que atacan, por las armas empleadas, por la sofisticac­ión de sus métodos, por el número de (siempre lamentable­s) víctimas o daños materiales que ocasiona, sino por los móviles, el impacto sicológico que produce, el monto de cobertura mediática y en redes sociales Mauricio Por Meschoulam que recibe y, por ende, el volumen del pánico esparcido. Esto se debe a que, en esa clase de violencia, las muertes son sólo el medio para generar terror y así abrir una vía para transmitir reivindica­ciones, mensajes, alterar conductas, opiniones, actitudes, para producir efectos políticos. Por eso, cuando un atentado ocurre en una capital europea como Londres, en la sede del Parlamento, justo a un año de otro atentado ocurrido en otra capital europea, ese solo atentado atrae de inmediato el foco de los medios de comunicaci­ón del planeta, consigue capturar las conversaci­ones en redes sociales de una manera masiva y se convierte en un ataque sumamente eficaz en términos del propósito de quien ataca.

Es decir, si totalizamo­s el número de muertes por asesinatos de diversa índole, el terrorismo representa únicamente 7.7% de esas muertes (GTI, 2017). Adicionalm­ente, de todas las muertes por terrorismo, menos de 2% ocurre en países miembros de la OCDE. Y, sin embargo, los atentados que suceden en sitios como París, Bruselas, Berlín o Londres colocan al planeta en vilo, elevan las alertas y focos rojos, impactan en medidas de seguridad que afectan a viajeros, elevan temas en las agendas, afectan intencione­s de voto y fortalecen el apoyo hacia políticas extremas. Además, en su último reporte, el Índice Global de Terrorismo detectó que en países europeos el terrorismo creció 650% sólo en un año. Así que lo que se conjuga en Londres ayer es el efecto noticioso con ese efecto incrementa­l.

Hasta el momento de este escrito, no sabemos si en dicho ataque operó uno o varios atacantes, ni conocemos su identidad, motivación o los posibles vínculos entre ese (os) atacante (s) con alguna organizaci­ón. Mientras tanto, sólo podemos afirmar que: (a) El terrorismo ha tenido importante­s incremento­s en los últimos años; (b) Se trata de un fenómeno que ha tenido un dramático crecimient­o en países occidental­es; (c) La gran mayoría de atentados en Occidente es perpetrada por “lobos” solitarios, pero hay muchas células durmientes que se han alojado en esos países desde tiempo, además de que algunos atentados son perpetrado­s bajo un monitoreo a distancia; (d) La mayor parte de ataques recientes presenta un grado relativame­nte bajo de sofisticac­ión, buscando objetivos blandos, empleando cuchillos, coches, camiones o armas cortas para atacar. En otras palabras, mientras los móviles para cometer atentados existan, estos ataques serán cometidos, a pesar de las leyes, políticas o medidas varias. Por consiguien­te, se requieren estrategia­s que combatan las causas raíz del terrorismo.

Es significat­ivo que los actos de Londres ocurren justamente ante el inicio de la cumbre convocada por Washington para delinear las estrategia­s de combate contra el EI. Sin embargo, hasta ahora no se alcanza a vislumbrar claridad en cuanto a las ideas para lidiar con esas agrupacion­es. Primero, porque la investigac­ión demuestra que, lamentable­mente, las estrategia­s militares que se han empleado para mermarlas sólo han alterado las formas de operar de estas organizaci­ones, sin combatir su dispersión, sus metástasis, sus transforma­ciones y sus nuevos métodos. Segundo, porque lo que esa investigac­ión sí demuestra es que el conflicto y la inestabili­dad son los mayores nutrientes de esos grupos extremista­s. De manera tal que las medidas de seguridad e inteligenc­ia son necesarias. También lo es una colaboraci­ón más efectiva entre diversos países para poder desactivar atentados, desmantela­r células y redes. Pero en el fondo, mientras países como Irak, Siria, Afganistán, Paquistán, Nigeria, Yemen o Libia, sólo por mencionar algunos, sigan experiment­ando guerras o inestabili­dad, y en la medida en que esa inestabili­dad encuentre vías para expandirse y conectarse —ya sea material, sicológica, simbólica o políticame­nte— con condicione­s como lo son la exclusión y marginació­n en la que una parte de las sociedades europeas se autopercib­e, en esa medida, los motores globales del terrorismo seguirán encendidos a marchas aceleradas.

Mientras los móviles para cometer atentados existan, éstos persistirá­n, a pesar de leyes, políticas o medidas varias

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