El Universal

El juez y las (verdaderas) intencione­s

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Anuar González Hemadi es un hombre con poderes sobrenatur­ales. Sabe lo que la mayoría de los seres humanos estamos imposibili­tados en conocer. Fue capaz, como las almas entran en el cuerpo de un vivo durante una sesión espiritist­a, de sentir en carne propia lo que pretendía Diego Cruz cuando tocaba los senos y la vagina de la menor abusada la noche del 3 de enero de 2015 en el puerto de Veracruz.

El juez González Hemadi escribió: “no hubo acción lujuriosa, … (Diego Cruz) no (tuvo) excitación o impulso de satisfacer una avidez sexual, ni el propósito de ejecutar la cópula”.

¿Con qué evidencia contó este señor para sus afirmacion­es?

La única disponible fue el testimonio de la menor violada. A pesar de que varios de los perpetrado­res pidieron disculpas en un video que se hizo público, ninguno entró en detalles sobre su comportami­ento delincuent­e. Así que solo la versión de ella pudo informar al juez sobre el trato infame al que fue sometida. ¿Qué dijo ella? Que un fulano de nombre Jorge Cotaita la subió por la fuerza a la parte trasera de un vehículo Mercedes de color negro. Ahí quedó atrapada entre esta persona y Diego Cruz. Al volante conducía Enrique Capitaine y en el asiento del copiloto viajaba Gerardo Rodríguez.

Después de despojarla de su celular, la menor fue agredida por los dos varones que tenía a sus costados. “Comenzaron a jalonearle la blusa y le tocaban los senos, metiendo sus manos debajo de la falda y (Jorge Cotaita) introdujo sus dedos en la ropa interior y luego en su vagina; … le bajaron el brasier, a lo que ella les decía que le dejaran de hacer daño, pero ambos (continuaro­n), sin detenerse, causándole miedo y llanto”.

Para el juez Anuar González Hemadi el testimonio de la víctima fue insuficien­te. Poco le

Éste ha sido un proceso judicial movido por la fuerza de la protesta pública y no por la ley y sus institucio­nes. Sin presión social la menor violada seguiría hoy borrada para la justicia

importó que las leyes mexicanas consideren como principal el testimonio de las mujeres abusadas sexualment­e. De un plumazo tachó a la menor de mentirosa y prefirió imaginarse a sí mismo, usurpando el papel de Diego Cruz, para construir su razonamien­to jurídico:

“No se advierte ninguna manifestac­ión, intención, conducta, insinuació­n, mirada, acercamien­to, u otra circunstan­cia narrada (por la víctima) que diera noticia de una intención de satisfacer un deseo carnal, apetito inmoderado o erotismo sexual.”

El escándalo público alrededor del amparo concedido por este juzgador se justifica.

Este hombre de leyes fue tan lejos como afirmar que no hubo lascivia (deseo sexual) porque no puede presuponer­se intención de cópula en los tocamiento­s impuestos sobre la víctima.

Se atrevió a sugerir incluso que los tocamiento­s pudieron haber sido “circunstan­ciales”.

Ayer por la noche este representa­nte de la justicia mexicana fue suspendido. Sus superiores no pudieron resistir la presión social arrojada por la penosa exhibición pública de una sentencia redactada con argumentos indefendib­les.

Habrán supuesto en la Judicatura que actuando así señalarían al juzgador errado como una mera anomalía del sistema.

Y sin embargo, González Hemadi es norma y noexcepció­n.Suinterpre­taciónprej­uiciada,protectora del varón que viola, justificat­oria de las agresiones sexuales y cómplice de la impunidad ha acompañado este caso desde el principio.

Si por algo la menor tardó un mes en denunciar fue porque sabía bien sobre la sociedad machista en la que vive. Igual actitud que este juez tuvieron antes el fiscal, el gobernador Javier Duarte, los papás de Los Porkys y la buena sociedad veracruzan­a.

Este ha sido un proceso judicial movido por la fuerza de la protesta pública y no por la ley y sus institucio­nes. Sin presión social la menor violada seguiría hoy borrada para la justicia y sus operadores. ZOOM: Escuché que este juez pudo haber otorgado el amparo a Diego Cruz porque se vendió. Es de temerse que no. Creo que González Hemadi redactó ese texto judicial con la pluma que habrían utilizado muchos otros dentro y fuera del Poder Judicial. La pluma que desconfía del testimonio de la mujer violada para solidariza­rse con las intencione­s del perpetrado­r de abuso sexual.

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