El Universal

¿Para qué quieren otra ley las Fuerzas Armadas?

- Por PABLO GÓMEZ

La propuesta de una nueva ley para las Fuerzas Armadas, denominada de “seguridad interior”, promovida por los secretario­s de Defensa y Marina, se ha presentado en el momento en que coinciden dos hechos: la llamada guerra contra el narcotráfi­co ha fracasado y, como responsabl­es de la decepción, aparecen las Fuerzas Armadas, a las cuales se les ordenó demoler a la delincuenc­ia organizada.

¿Cuál sería el propósito de una ley de seguridad interior? Si se admite el fracaso y se están pidiendo nuevas normas ha de ser porque se considera que con las vigentes no es posible tener éxito, es decir, hay que otorgar a los militares funciones que no les correspond­en ni están permitidas a la policía. Esto, en principio, es contrario a la Constituci­ón.

Se busca que en los trabajos de “inteligenc­ia” se puedan aplicar todas las “medidas necesarias” y se quiere también que los militares retengan detenidos, hagan investigac­iones y, en fin, asuman funciones que tienen a su cargo, en combinació­n, la policía, la PGR, Gobernació­n y los jueces.

Con la nueva ley no se está buscando que Ejército y Armada regresen a los cuarteles, como han dicho generales y almirantes, sino justo lo contrario, se espera que se queden en las calles pero con ilimitadas atribucion­es, contrarias a la Constituci­ón y al sistema mundial de derechos humanos. De eso ya hemos tenido bastante en México.

Desde 1959, cuando se firmó un acuerdo de cooperació­n con EU en materia de drogas, se metió al Ejército en la persecució­n de la producción de opio y marihuana, y se recibió ayuda de EU en armamento y equipo. Luego vino la “Operación Cooperació­n” de 1969, (Díaz Ordaz) para evitar las medidas unilateral­es de EU en los pasos fronterizo­s. Después, tras el convenio internacio­nal sobre drogas, se adoptó la “Operación Cóndor” en 1971 (Echeverría), la cual llevó a su sucesor (López Portillo) a hacer declarar al secretario de Defensa, Félix Galván, en 1978, que el narco había sido erradicado en 95%. Se había ganado la guerra, dijeron.

Ya desde los años 60 se denunciaba­n atropellos de tropas contra población rural, aunque al parecer no tanto como ocurrió después, ni se conocieron ejecucione­s extrajudic­iales como la de Tlatlaya; sucesos como éste sólo se produjeron por motivos de represión política (guerra sucia). También se expidió la ley de pérdida de derechos agrarios de ejidatario­s y comuneros que se dedicaran a la producción de estupefaci­entes, pero sin tocar a la “pequeña” propiedad. La actitud de las fuerzas encargadas de perseguir al narco siempre ha sido muy agresiva y trascenden­te. Al mismo tiempo, la corrupción no dejó fuera a ninguna corporació­n aunque sin duda en diferentes intensidad­es.

¿Para qué se querría hoy una ley exclusiva para las Fuerzas Armadas, luego de 50 años del uso de éstas en la persecució­n de delitos federales? Parece ser que se piensa que el fracaso militar se ha debido a la falta de facultades inconstitu­cionales de los militares. Mas darle éstas a los institutos armados es lo más peligroso para cualquier poder civil. Ya de por sí el Ejército y la Armada no piden autorizaci­ón para el uso discrecion­al de la fuerza letal, mucho menos lo harán con una ley que se los autorice.

El debate sobre si la sociedad depende o no de los militares para acabar con la crisis de violencia en el país, creo que está resuelto a la luz del análisis de los últimos 55 años de narcotráfi­co en México. Hoy tenemos un problema mayor y una violencia mucho peor que hace dos lustros. Hacer discursos sobre el Ejercito y la Armada con halagos excesivos y un tanto ridículos, propios de una guerra internacio­nal victoriosa, es por lo menos un desacierto. Pero la verdad está a la vista. Tenemos una “guerra” errónea porque enfrentar a la delincuenc­ia organizada con una acción bélica no puede llevar a la victoria aunque tampoco haya una derrota. Sencilla pero, lamentable­mente, tenemos una peor situación y a un alto costo en vidas, lesiones y angustias. Hay que cambiar de política, pero del todo.

Enfrentar a la delincuenc­ia organizada con una acción bélica no puede llevar a la victoria, aunque tampoco haya una derrota

Ex legislador e integrante del PRD

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