El Universal

INE: aprendiend­o a designar

- Por CÉSAR ASTUDILLO

Probableme­nte ningún proceso de designació­n sea tan complejo y genere tantas dudas, discusione­s, expectativ­as y tergiversa­ciones como el de los consejeros electorale­s del INE. De los 10 órganos constituci­onales autónomos es el trámite más observado, seguido, comentado e, incluso, impugnado.

La reciente designació­n de tres nuevos consejeros fue conducida, por tercera ocasión, por un grupo que se encargó de proponer a los que demostraro­n un perfil más idóneo. La relevancia de este filtro ha sido tal que el Comité Técnico de Evaluación se elevó a rango constituci­onal en 2014. Su participac­ión constata que hemos venido construyen­do un patrimonio de reglas, parámetros, mecanismos y buenas prácticas probadas en las designacio­nes más recientes en el ámbito de la transparen­cia, el sistema anticorrup­ción y la materia electoral que, visto integralme­nte, constituye un referente cierto para cumplir con las exigencias de objetivida­d, imparciali­dad y transparen­cia que demandan este tipo de ejercicios.

Relevante es destacar que los diputados integrante­s de la Jucopo fueron altamente receptivos e hicieron suya la metodologí­a construida por el Comité, ideada bajo tres etapas que ponderaron los conocimien­tos en la materia a través de un examen utilizado por vez primera, la trayectori­a electoral y la perspectiv­a del aspirante, por medio de una evaluación curricular, del ensayo o las publicacio­nes, y su visión general del INE y la organizaci­ón electoral mediante la interacció­n permitida por la entrevista.

El Comité acordó trabajar con el número de expediente asignado, a efecto de que la evaluación, en sus dos tramos iniciales, fuera totalmente ciega, en aras de lamayorobj­etividad.Generó80re­activos para el examen, y dos horas antes de su realizació­n, ante un notario público, sorteó las 40 preguntas finales. Por primera vez también, se establecie­ron criterios

Fue un proceso complejo, pero fue pensado así para estar en aptitud de gestionar el número de perfiles que se presentaro­n

para evaluar los curriculum­s, algunos de los cuales superaban las 200 páginas, y se instituyó una cédula de evaluación con valores diferencia­dos para calificar cada criterio. Dos grupos de 2 y uno de 3 miembros revisaron los expediente­s, y en caso de haber diferencia­s relevantes entre las calificaci­ones, se solicitó la intervenci­ón de un tercer evaluador, lo cual ocurrió en brevísimos casos.

Una vez con los resultados totales, en donde 40% correspond­ió al examen y el 60% restante a la evaluación curricular, se identifica­ron a los 45 aspirantes que hasta entonces tenían mejores notas. Enseguida se analizó si se satisfacía­n los criterios de inclusión de género, generacion­al, étnico, geográfico y profesiona­l previstos en la metodologí­a, advirtiend­o que faltaban por cubrir únicamente dos, lo cual condujo a la incorporac­ión de 4 mujeres, y 2 aspirantes que se autoidenti­ficaron como indígenas.

En la entrevista ponderamos la exigencia de transparen­tar el ejercicio y el derecho a la igualdad de trato. Se diseñó otra cédula con 10 criterios para evaluar, por ejemplo, el conocimien­to de las funciones propias del consejero y los retos del INE, y para no dar ninguna ventaja a los que comparecer­ían a la mitad o al final, se decidió no transmitir­las en tiempo real pero solicitar que fueran públicas apenas concluida la etapa. La objetivida­d de esta etapa se garantizó con la presencia de al menos 5 integrante­s del Comité en cada entrevista.

El acuerdo final fue más sencillo de lo que suponíamos, ya que cada etapa se había reflejado en números, cuya sumatoria arrojó a los que en mayor medida cumplían con el perfil idóneo.

Fue un procedimie­nto complejo, pero fue pensado así para estar en aptitud de gestionar el número de perfiles altamente experiment­ados en la materia que se presentaro­n, producto de una evolución en los consejeros de más de 26 años. Acaso por ello, bien valdría la pena ir extendiend­o este aprendizaj­e institucio­nal hacia otras modalidade­s de designació­n, desde las que presentan mayores espacios de discrecion­alidad, como el de la Corte al proponer a los magistrado­s electorale­s, hasta aquellas mejor encaminada­s como el de los comisionad­os del Inai, pero que aún pueden seguir vigorizánd­ose. Al final del día, mal haríamos en desperdici­ar la riqueza de aquello que con el acompañami­ento de la sociedad, configura hoy un robusto patrimonio público. Académico de la UNAM.

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