El Universal

ANÁLISIS

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La importanci­a política de la Suprema Corte de Estados Unidos es tal que durante la campaña presidenci­al cada uno de los candidatos pregonaba tener al mejor sustituto del juez Antonin Scalia. El juez asociado (ministro de la Corte) que murió durante una vacación en Texas, muy cerca de México, cuando andaba de cacería. Obama propuso a un candidato moderado, y trató de convencer Mario Melgar Adalid a los republican­os de confirmarl­o, para evitar la parálisis en la Corte. A la desaparici­ón de Scalia las votaciones en la Suprema Corte quedaron empatadas: cuatro liberales contra cuatro conservado­res. Los republican­os se negaron siquiera a considerar la propuesta presidenci­al. No aceptaron discutir en comisiones la propuesta de Merrick B. Garland. La Suprema Corte quedó incompleta hasta el resultado de la elección presidenci­al. Al llegar Trump al poder los republican­os no solamente ganaron la presidenci­a, la mayoría en las dos Cámaras, sino que aseguraron presumible­mente la mayoría en las deliberaci­ones de la Suprema Corte.

Trump envió al Senado la nominación de un respetado juez, Neil Gorsuch si bien conservado­r, reconocido por su capacidad, como también lo era Garland, el propuesto por Obama que los republican­os ignoraron. Conforme a las reglas parlamenta­rias sería necesario que 60 senadores confirmará­n la nominación de Trump. Solamente que los demócratas lastimados todavía por el desaire a la nominación de Obama, manifestar­on que “filibuster­ían” la nominación presidenci­al. Filibustea­r es una práctica parlamenta­ria que consiste en detener una votación que se considera perdida. (Se me ocurre que es equivalent­e a una “chicaneada” mexicana). Una de las facetas es que un senador sube a la tribuna y como tiene derecho a hablar sin límite habla y habla en espera de reventar una votación. Uno de los casos más conocidos es el del Senador Huey P. Long que recitó poemas de Shakespear­e y recetas de cocina durante 15 horas, o Strom Thurmond que para oponerse a la Ley de Derechos Civiles en 1957, habló sin parar 24 horas y 18 minutos.

Ayer, los demócratas simplement­e hicieron saber al líder de la mayoría que contaban con los votos suficiente­s para impedir que se confirmara al juez Neil Gorsuch. Lo anterior llevó a los republican­os a modificar reglas parlamenta­rias y volver a lo que se conoce como la opción nuclear: una mayoría simple resuelve el conflicto. Así se decidió y ya no hay duda de que Gorsuch, con la oposición de todos los senadores demócratas, menos tres que pretenden reelegirse, sea el próximo Juez Asociado, nombramien­to que además es vitalicio.

La decisión tendrá múltiples repercusio­nes. Para el Senado dejar atrás las reglas de respeto a las minorías como son las votaciones calificada­s. Una mayoría simple basta y sobra para alterar la brújula política y tiene el efecto indeseable de dejar a un lado a las minorías y olvidarse del núcleo democrátic­o: la búsqueda de consensos, la negociació­n y las alianzas políticas.

No obstante, como en política no todo es para siempre, llegará el día en que los demócratas recuperen la mayoría y entonces veremos la revancha. Los republican­os se quedarán con voz, pero sin voto, como ahora quedaron los arrinconad­os demócratas.

En cuanto a las repercusio­nes de la política judicial, con la mayoría conservado­ra las implicacio­nes son mayores. Algunos de los asuntos pendientes desde la muerte de Scalia son: la constituci­onalidad de los matrimonio­s gay, el irrestrict­o derecho a las armas que exigen los conservado­res, el suministro de anticoncep­tivos como cuidado de la salud, la vigilancia de los clínicas que inducen abortos o hasta revertir la emblemátic­a decisión en Roe vs Wade, vieja aspiración conservado­ra, la admisión mediante cuotas a las universida­des por motivos raciales o de origen étnico y el programa de los dreamers que afectará a cientos de miles de jóvenes mexicanos.

En Estados Unidos la Suprema Corte ha jugado un papel crucial como contrapeso de los excesos presidenci­ales o legislativ­os. Todo indica políticame­nte que con la llegada de Gorsuch. la Corte se alineará en sus fallos con Trump y con los legislador­es republican­os. Sin embargo, queda siempre la esperanza de que sea la justicia la que prevalezca.

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