El Universal

El bombardeo a las institucio­nes

- Samuel García Twitter: @SamuelGarc­iaCOM E-mail: samuel@arenapubli­ca.com

Uno de los grandes legados que dejó la negociació­n y el desembarco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) fue la consolidac­ión de institucio­nes económicas en el país.

Dos en particular: La puesta en marcha de la autonomía del Banco de México en abril de 1994, después de que a finales de 1993 fuera aprobada la ley que actualment­e rige al banco central; y la creación de la Comisión Federal de Competenci­a, también en 1993; que ya transforma­da en una entidad autónoma como Comisión Federal de Competenci­a Económica, ha ganado en prestigio en los años recientes.

Poco se menciona este legado del TLCAN, pero la negociació­n comercial de norteaméri­ca impulsó el avance institucio­nal en el país.

No sólo con el Banco de México y la CFC, sino también con otras institucio­nes como el Instituto Federal Electoral que vivió importante­s reformas en 1993 y 1994, o el fortalecim­iento técnico del entonces Instituto Nacional de Estadístic­a, Geografía e Informátic­a (Inegi), una entidad altamente prestigiad­a en el mundo y que por aquellos años era encabezada por Carlos Jarque, quien fue presidente de la Comisión Mundial de Estadístic­a de las Naciones Unidas.

El impulso al fortalecim­iento institucio­nal de aquellos años valió la pena.

La presencia de un Banco de México autonómo en estos años significó mayor confianza de las inversione­s en México y un menor costo para las finanzas del país. La posterior autonomía para Inegi a partir de 2008, también fue un paso importante en la consolidac­ión del tratamient­o de la informació­n estadístic­a con mayor transparen­cia, independen­cia y objetivida­d; más allá de los vaivenes políticos a su alrededor.

Contar con un banco central autónomo y con un Instituto con mayores grados de libertad en el levantamie­nto, procesamie­nto y evaluación de la informació­n estadístic­a, eran condicione­s necesarias para generar más confianza.

A ello vino a sumarse —no sin fuertes problemas— una comisión antimonopo­lios que está ganando —centímetro a centímetro— prestigio en una economía altamente concentrad­a.

Si miramos en retrospect­iva, hubo avances institucio­nales en estos años del relato; si bien no a la velocidad que se hubiera querido y a pesar de los gobiernos y los políticos en turno.

Pero el avance institucio­nal visto en aquello años, no solo se ha detenido; está en una peligrosa ruta de retroceso. Cuando escuchamos al presidente Peña Nieto buscar convencer en público acerca de las decisiones autónomas del banco central, es porque la autonomía está cuestionad­a en el fondo.

La renuncia y, posterior, posposició­n de la salida de Carstens deja muy mal sabor de boca sobre una institució­n que se había ganado la confianza de los analistas e inversioni­stas.

Ahora las especulaci­ones sobre el sustituto de Carstens a partir de diciembre próximo, una vez que el presidente Peña defina al candidato del PRI para las elecciones presidenci­ales en 2018, tienen un fuerte olor político-electoral que cuestiona la autonomía del Banco de México.

Peña Nieto y el ex secretario de Hacienda, Luis Videgaray, han abollado a la Junta de Gobierno del banco central, jugando con fuego con la política cambiaria para buscar salidas a los elevados déficits fiscales que provocaron.

La misma historia ha ocurrido con la autonomía de Inegi desde el año pasado cuando provocaron una crisis en su relación con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) a raíz del levantamie­nto de la informació­n que se usa para medir la pobreza en el país, entre otros fines.

En los días recientes vimos una reiterada descalific­ación por parte de diversos centros de estudios privados, de académicos y analistas a la propuesta presidenci­al de Paloma Merodio como candidata a la Junta de Gobierno de Inegi.

Más allá de la capacidad profesiona­l de Merodio, lo que resalta es la imposición del aparato del gobierno de Peña, más allá de la legalidad.

De ese estado de derecho al que tanto se invoca y del que tan poco respeto tienen; como también ha quedado demostrado en los múltiples actos de dádivas millonaria­s del gobierno federal a los pobladores del Estado de México en las semanas previas al inicio de las campañas electorale­s.

La mano del gobierno de Peña Nieto ha dañado a las institucio­nes del país; ha minado la confianza en ellas. Es una herencia corruptora que oscurece cualquier impulso reformista que se haya propuesto.

La fortaleza institucio­nal está siendo bombardead­a desde Los Pinos.

Poco se menciona este legado del TLCAN, pero la negociació­n comercial de Norteaméri­ca impulsó el avance institucio­nal en el país

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