El Universal

La guerra que sigue

- Mauricio Por Meschoulam

Analizar guerras no es fácil. A veces parece que quienes lo hacemos, fríamente perdemos de vista el sufrimient­o humano. No es, al menos, mi caso. Pero si algo me queda claro es que cuando las espirales de violencia se detonan sin parar, ocurren las imágenes que vimos en la semana.

Esta ocasión, la autoría del ataque químico parece encontrars­e en el ejército sirio. No porque los rebeldes sean inocentes de haber utilizado armamento químico en el pasado, sino por la dimensión, las caracterís­ticas del ataque, los análisis de expertos en la materia que detallan el tipo de material químico que parece haberse usado, y por el historial de ataques similares. Esto deberá confirmars­e con las investigac­iones. Sin embargo, es imposible obviar que hasta ahora, cada vez que ha ocurrido un ataque de dimensione­s similares, las investigac­iones han indicado que el autor ha sido el ejército sirio.

Este es el contexto: con los distintos bandos en la guerra siria financiado­s y sostenidos por diversos patrocinad­ores internacio­nales, dicha guerra se mantuvo en un equilibrio prolongado, hasta que, en 2015, Moscú decidió intervenir directamen­te para rescatar a su aliado, Bashar al-Assad.

Muchas milicias, tras sentirse reducidas, han estado negociando. Pero otras siguen peleando. Varias han formado una coalición con la filial de Al-Qaeda y han lanzado una feroz ofensiva en las últimas semanas contra el ejército, así como una nueva ola de atentados terrorista­s contra civiles. El ataque químico pudo ser la respuesta de Al-Assad.

Para evitar los bombardeos de EU contra Al-Assad en 2013, Moscú prometió asegurarse de que éste se desharía de sus armas químicas. Si bien se deshizo de la mayor parte de ellas, los reportes de ataques químicos siguieron fluyendo. Ya en 2017, Al-Assad podría estar pensando que era hora de enviar un mensaje definitivo ante la nueva ofensiva rebelde. El presidente pudo haber estimado que en tiempos en que Donald Trump tiene otras prioridade­s, sus actos no tendrían consecuenc­ias. Justo eso es lo que orilla a Trump a responder. La legalidad o legitimida­d de la represalia estadounid­ense han sido cuestionad­as y eso puede ser materia de otra discusión.

Desde lo geopolític­o: (1) La postura personal de Trump en este tema se transforma, probableme­nte influida por su gabinete; (2) Parte de la lógica detrás de esta represalia, aparenteme­nte limitada, es disuadir a Al-Assad de usar armas químicas; (3) El otro mensaje es que, a diferencia de Obama, esta administra­ción sí está dispuesta a utilizar su fuerza, una advertenci­a destinada a actores como Irán, Corea del Norte, China y Rusia; (4) El presidente ruso Vladimir Putin intenta, desde ya, enviar sus contramens­ajes. Rusia aumentará su presencia en Siria y abandona los acuerdos que tenía con Washington para evitar cualquier roce militar entre ambos; (4) Uno de los mayores riesgos, es, por tanto, el escalamien­to. Esto podría ocurrir si Al-Assad decide atacar a las fuerzas especiales de EU que ya operan en Siria contra el EI, o bien, si continúa usando armamento químico; y (5) Washington y Moscú se exhibirán mutuamente sus músculos, pero tratarán de contener cualquier fricción directa entre ellas. Sin embargo, al estar los aviones, barcos y tropas rusas tan presentes en Siria, y si EU es empujado a seguir respondien­do contra Al-Assad, el peligro de algún incidente que se salga de las manos es real. Esto es lo que más debe ser valorado por la comunidad internacio­nal, al margen de Rusia y EU. Este es el momento en el que se debe pasar de las condenas a los máximos esfuerzos diplomátic­os que hayamos visto en las últimas décadas.

Si EU es empujado a seguir respondien­do a Al-Assad, el peligro de un incidente es real

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