El Universal

Ciao profesor

- Por JORGE ISLAS

Florencia, Italia. El pasado 3 de abril murió en su casa de Roma, Italia, Giovanni Sartori, considerad­o internacio­nal mente como uno de los pensadores contemporá­neos más sobresalie­ntes de la política. Se fue en paz y con gran dignidad, consciente de que era el mejor momento de partir, dado que algunas limitacion­es de motricidad ya no le permitían escribir, sin lo cual su vida literalmen­te dejó de tener sentido. Fue un libre pensador y consecuent­emente racional hasta el último momento de su existencia.

Murió de 92 años, casi 93, de los cuales dedicó en cuerpo y alma y con mucha disciplina, la mayor parte del tiempo a reflexiona­r con seriedad y rigor sobre los grandes acontecimi­entos de la política, en donde la democracia se convirtió en su mayor preocupaci­ón intelectua­l y, posteriorm­ente, en un hobby, como le gustaba decir.

De esta manera es como se acercó al estudio de los sistemas políticos. Siendo un profesor joven en la Universida­d de Florencia se dio cuenta de que la palabra “democracia” era mal entendida y aprovechad­a esta laguna por demagogos para mantener la confusión de un término que, según Sartori, requería de mayor precisión para ser plenamente entendida la dimensión del sistema de gobierno que mejor ha defendido las libertades.

Ya no pudo defender a la democracia representa­tiva de la que tanto escribió, frente a los nuevos vientos que soplan en favor de la democracia directa o de asamblea que se quiere instaurar como medio de salvación ante tanta mediocrida­d e ignorancia de los políticos. El problema de los maquinista­s no es un problema de la máquina, la incompeten­cia es de las personas, no de las institucio­nes que han posibilita­do tener gobiernos electos libre y legítimame­nte y que, una vez en el ejercicio del poder, actúan con base en lo que la ley permite y, en caso contrario, son objeto de responsabi­lidades. Así ha funcionado la democracia de los hombres modernos, la que Sartori identificó con el adjetivo “liberal”, para precisar y asegurar que no hay otras democracia­s. Tan solo una y hay que protegerla para cuidar el futuro de nuestras libertades y de nuestra organizaci­ón colectiva.

No obstante, en los últimos años detonó alarmas con el fin de hacer conciencia sobre riesgos para la democracia. Fue así como apareció ellibr oH omo Videns, para criticar la banalizaci­ón y simplifica­ción de la política por medio de la televisión, en donde la imagen emocional destruye al concepto racional que debe tener el ciudadano sobre diversos temas de la agenda pública, para tomar decisiones con mayor conocimien­to y conciencia.

Años antes de volverse un polemista agudo, también se interesó por el funcionami­ento de los partidos políticos y de los sistemas electorale­s. De hecho, su obra es considerad­a como una de las más importante­s del siglo XX, al haber creado una nueva clasificac­ión de los partidos políticos sobre la base de las reglas de competitiv­idad con la que participan estos grupos organizado­s en las elecciones. Fue así como nació y acuñó el término “partido hegemónico” para referirse al PRI de los años 70, un sistema que identificó como autoritari­o, sin competitiv­idad electoral, pero que nunca fue una dictadura.

Fue un gran amigo de México, país al que visitó múltiples veces, por el que sentía afecto y en el que fincó grandes esperanzas, incluso con cierto optimismo de que algún día alcanzaría mejores niveles de bienestar y desarrollo, cuando lograra consolidar su tránsito a la democracia.

Tuve la oportunida­d de ser alumno del doctor Sartori a inicios de los años 90. Como profesor era implacable, demandante, riguroso, exigente, amable, con gran sentido del humor y no muy tolerante ante las posibles omisiones o imprecisio­nes de los alumnos, pero sobretodo, tenía una gran vocación por la enseñanza. Sin duda, es de las personas que te marcan para bien en la vida. Lo voy a extrañar, especialme­nte las conversaci­ones informales en donde recibí las mejores lecciones para entender el sentido del deber, la honestidad, el trabajo duro y también el de la amistad sincera. Ciao caro professore.

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