El Universal

Luis Herrera-Lasso

- Por LUIS HERRERA-LASSO Especialis­ta en temas de seguridad nacional y política exterior. lherrera@coppan.com

“Siria se ha convertido en la muerte anunciada de una nación”.

El 5 de abril militares sirios lanzaron armas químicas sobre la población de Jan Sheijun: murieron 83 personas, entre ellos 27 niños y 17 mujeres. Desde que inicio el conflicto en Siria (2011) han muerto más de 400 mil personas. Diez millones han debido abandonar sus hogares y cinco millones han buscado refugio en el exterior.

Bashar al-Assad, heredero del poder de su padre que gobernó de 1963 a 2002, ha convertido Siria en un inferno. Frente a la oposición política ha optado por el uso extremo de la fuerza para no perder un país considerad­o patrimonio familiar. La búsqueda de su objetivo lo ha convertido en genocida.

En su desafortun­ado transitar, además de la estela de muerte y destrucció­n, perdió la mitad del territorio en manos del Estado Islámico. Sus relaciones con el exterior se acotan a Rusia, Irán y Turquía, cuyos gobiernos ven en este desastre el alcance de objetivos geopolític­os, económicos o religiosos. Nadie está ahí por razones humanitari­as.

En el siglo XX, a pesar de todas sus imperfecci­ones, la ONU actuó en distintos escenarios en donde el genocidio era inminente, como sucedió en los Balcanes y en algunos países africanos. La intervenci­ón humanitari­a tenía un sentido y las potencias occidental­es arriesgaba­n capital político, económico y militar, para reivindica­rvaloresqu­eseconside­rabanunive­rsales: la vida humana, garantías individual­es y gobiernos representa­tivos.

En el siglo XXI eso ya no sucede. La Rusia de Putin decidió retomar las pretension­es imperiales históricas, como lo mostró en Crimea y Ucrania. Luego se convirtió en el principal aliado de Al-Assad. Combatir a los terrorista­s internacio­nales le sirvió de pretexto para entrar a Siria. Ante la retirada estratégic­a de Estados Unidos en 2013, a pesar del uso comprobado de armas químicas, Putin

Las dos superpoten­cias con capacidad para actuar en Siria tienen poder militar, pero de estrategia política diplomátic­a, ni hablamos

se ofreció a presionar a Al-Assad a entregar la totalidad de sus arsenales químicos. En 2014 Siria entregó su arsenal químico y sin embargo los ataques con estas armas continuaro­n. El reporte 2016 de la máxima autoridad internacio­nal en armas químicas señala que el gobierno de Al-Assad sólo reportó 19 de las 25 instalacio­nes con armas químicas.

Desde la entrada de tropas rusas a Siria —en septiembre de 2015 y que actualment­e se estiman en 5 mil efectivos— se ha denunciado una y otra vez el uso de esas fuerzas no para el objetivo declarado de combatir al ISIS, sino para apoyar a Al-Assad en contra de sus opositores. Pensando que el resto del mundo es igual que Rusia donde las mentiras oficiales se convierten en verdades cotidianas, Putin intentó neutraliza­r las denuncias internacio­nales argumentan­do que las armas químicas estaban en manos de la oposición y que se dispararon cuando el ejército destruyó un almacén. Ni siquiera Donald Trump compró su historia.

No conforme con todas esas mentiras y encubrimie­ntos, Putin presentó muy indignado una denuncia en contra de E U en la ONU, por haber atacado a un país soberano sin razón ni mandato que lo justificar­a. Esta última pantomima ofendió lo suficiente a Trump como para poner a su homólogo en un dilema ¿Estás con Siria, Irán y Hezbolah o con EU?

Esta penosa historia nos lleva a conclusion­es preocupant­es. Primera, las dos superpoten­cias con capacidad para actuar en Siria tienen poder militar, pero de estrategia política diplomátic­a, ni hablamos. Segundo, los líderes de estas dos potencias son todo menos confiables. Putin, por mentiroso y encubridor, que no es ninguna novedad. Trump, por su escasa o nula idea de cómo usar el poder no para crear problemas sino para generar soluciones. La comunidad internacio­nal organizada está en uno de sus peores momentos. Siria se ha convertido en la muerte anunciada de una nación, mientras el mundo parece girar sin rumbo y sin timón.

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