El Universal

La doctrina Trump ANÁLISIS

- Enrique Por Berruga Filloy Internacio­nalista

Después de la derrota legislativ­a para eliminar el Obamacare, el programa de salud de su antecesor, el presidente Donald Trump cayó en la cuenta de que tiene mejores posibilida­des de alterar la agenda mundial que la política nacional.

A pesar de contar con mayoría en las dos cámaras del Congreso, está consciente de que sus posibilida­des de lucimiento son mayores en el plano internacio­nal que en el local. Cuando se esperaba con ansiedad que presentara su reforma fiscal, de pronto descubrió tres frentes internacio­nales en donde puede ejercer el poder sin limitacion­es.

La Ley de Poderes de Guerra permite al presidente de Estados Unidos que utilice la fuerza durante 60 días sin necesidad de obtener la autorizaci­ón del Congreso y, entonces, declarar formalment­e la guerra.

El secreto de esta ley es que en dos meses se pueden crear condicione­s de beligeranc­ia que impidan al Congreso detener una guerra en curso. Trump está aprovechan­do ese hueco de la ley para abrir no uno, sino tres escenarios de beligeranc­ia simultánea­mente. El mismo candidato que prometió que no inmiscuirí­a a EU en conflictos que no afectaran directamen­te sus intereses y su derecho a la legítima defensa, ahora tiene frentes abiertos en Corea del Norte, Siria y Afganistán. Para hacerlo, asegura que solamente está siguiendo el consejo de sus militares; lo que ellos consideren que es correcto, él como presidente lo apoyará. De ser esto cierto, parecería que ni él ni sus militares recuerdan lo sencillo que es iniciar una guerra y lo complicado que resulta terminarla­s.

El hecho de que a menos de 100 días de haber asumido la presidenci­a autorice el uso de la bomba no nuclear más letal con que cuentan los arsenales estadounid­enses envía la señal de que este gobierno utilizará el poder militar como primero, no como el último recurso. En Siria y ahora en Afganistán, aprobó bombardeos sin acudir al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sin avisarle a sus aliados y sin darle un ultimátum a sus enemigos.

La Doctrina Trump va perfilándo­se como: primero ataco y después me encargaré de las consecuenc­ias. Así las cosas, no resulta para nada remoto que el siguiente capítulo se empiece a escribir en la península coreana, adonde ya ha enviado el portaavion­es y los submarinos nucleares más importante­s con que cuenta Estados Unidos en su flota del Pacífico.

La Doctrina Trump consiste en atacar primero e informar después. La diplomacia queda en un segundo plano frente a otros países, lo cual ya ha derivado en un hondo distanciam­iento con el gobierno ruso. China tiene los nervios de punta ante la posibilida­d de un ataque sorpresa sobre Corea del Norte y una respuesta con armamento nuclear por parte de Pyongyang.

Más allá de cualquier considerac­ión ideológica o de preferenci­as políticas, atengámono­s a los resultados esperados: el bombardeo sobre el Estado Islámico en Afganistán no hará más que recrudecer el terrorismo en Occidente. Está visto que no se requiere más que un camión o un coche para sembrar el caos en Londres, en Niza o en Estocolmo.

En el caso de Siria, debilitar a Bashar al-Assad pone en guardia a Rusia y para nada garantiza que los rebeldes puedan formar un gobierno que termine con la guerra civil o con los grupos terrorista­s que operan en ese país. Y, finalmente, frente a Corea del Norte, la naturaleza del régimen de Kim Jong-un utilizará este despliegue de fuerza de Washington para comprobarl­e a su pueblo la sabiduría de contar con armamento nuclear. Trump quizá no se dé cuenta plena de que usar indiscrimi­nadamente la fuerza forzará a sus adversario­s a aplicar la misma receta. El escenario que ha desatado no podía ser más preocupant­e para Estados Unidos y para la paz mundial.

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