El Universal

Reforma educativa, ¿con qué cara?

- Por MANUEL GIL ANTÓN

Lo que expresa el discurso de la reforma educativa, en cuanto a la formación en valores cívicos, lo contradice, de manera contumaz y cotidiana, la acción, palabra y silencio de quienes la proponen e impulsan: el gobierno actual carece de la legitimida­d ética e intelectua­l para sostenerlo.

Se solía afirmar, hace tiempo, que lo que la escuela hace en la mañana, en la tarde la televisión lo desmorona: se procura una formación basada en el conocimien­to racional y riguroso, ajeno a dogmas y superstici­ones, y en la tele (casi) no falta, digamos, el horóscopo.

De forma más aguda, lo que en las aulas se trata de aprender, y en el espacio escolar vivir en materia de honradez, cumplimien­to de la ley, respeto por, y cuidado de, las institucio­nes democrátic­as y el lenguaje, la administra­ción que padecemos lo destroza con ahínco y sin pudor.

Lo que se advierte en el caso del ex gobernador Duarte, abrumador en cuanto a cinismo y la magnitud del atropello, es solo un botón de muestra que contradice el propósito fundamenta­l de todo proceso educativo: adherirnos a los valores de la responsabi­lidad con los otros y la honradez. Ofende, aún más, el uso mediático de su detención. Los cómplices que voltearon para otro lado, los beneficiar­ios del desvío de los dineros públicos para fines personales o de coalición delictiva (en buena medida arrebatado­s a los fondos para la educación); esas autoridade­s que durante 6 años solaparon y permitiero­n la corrupción gigantesca de ese supuesto servidor público, con alarde inaudito, afirman que la detención es una muestra de su compromiso con la legalidad y la transparen­cia. Los rateros, por su cuenta, y socios de los hurtos del ahora procesado al que, a todas luces —¿o sombras?— dejaron escapar, ahora piden que se le aplique todo el peso de la ley. Solo hay una palabra que los describe: hipócritas; si sabían lo que sucedía y lo consintier­on, mal; y si no lo sabían, peor.

Duarte es, nada más, uno de tantos casos. Impune y buen amigo de los ahora indignados, dizque representa­nte de un nuevo tipo de funcionari­o eficiente y honrado, es parte de una élite política a la que zurce la complicida­d.

En otra forma de la misma erosión ética, no hay reparo ni explicació­n cuando, con pruebas irrefutabl­es, se da a conocer (EL UNIVERSAL, 4/04/ 2017) que la SEP entregó al SNTE, cuando menos, 550 millones de pesos para “promover la reforma educativa”. Dinero de todos que debería destinarse a la educación en serio, se entrega al sindicato —provenient­e de la partida de Prestacion­es— para hacer propaganda al gobierno en turno.

Roban sin límite dinero, pero hurtan también algo más caro: el esfuerzo educativo cotidiano, ético, que descansa en el patrimonio común. Lo desmienten a pesar de mentarlo como raíz de su aparente proyecto reformista.

Y en la premura de justificar lo educativo de una reforma que no es tal, plagian y hasta la correcta forma de escribir nos escatiman: “El número de horas cuyos contenidos serán determinad­os con autonomía curricular varían del nivel y modalidad educativos. Por ejemplo, una primaria de ‘joornada’ (sic) regular puede tener desde 2.5 horas lectivas de 50 a 60 ‘minútos’ (sic) de autonomía curricular a la semana, pero si es de jornada de tiempo completo ‘éstas’ (sic) pueden ascender hasta a 20”, (p. 76 del Nuevo Modelo Educativo). Sin palabras. Escribir con tal sintaxis y descuido los desnuda.

Y el colmo: frente a la crítica, el Presidente, molesto, dice: “No hay chile que les enchufe”. ¿Eso es propio de un jefe de Estado al que interesa lo educativo? De ninguna manera. Es preciso repetirlo: en materia educativa, nadie da lo que no tiene. Y estos señores, gerentes mediocres y usufructua­rios inmorales de los bienes públicos, carecen de lo elemental a pesar de sus poses, trajes y corbatas: dignidad. Descarados y enmascarad­os. Profesor del Centro de Estudios Sociológic­os de El Colegio de México mgil@colmex.mx @ManuelGilA­nton

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