El Universal

Actualizac­ión del TLCAN: ¿y los trabajador­es?

- Por CARLOS HEREDIA ZUBIETA

¿A poco porque los trabajador­es están jodidos yo también debo de estarlo?, bramó Joaquín Gamboa Pascoe, quien fuera el máximo jerarca cetemista entre 2005 y 2016, cuando una reportera lo increpó por pasearse en autos de lujo.

La corrupción y los excesos de Carlos Romero Deschamps, Elba Esther Gordillo o Víctor Flores Morales han llevado a que los mexicanos asocien a los sindicatos con abuso, extorsión, delincuenc­ia organizada, o pistoleris­mo.

Se movilizan los sindicatos independie­ntes: sectores de los maestros, trabajador­es universita­rios, telefonist­as, jornaleros agrícolas, sí, pero la abrumadora mayoría de los trabajador­es son rehenes del sindicalis­mo simulado y carecen de voz en la vida pública.

Con raras excepcione­s, la tasa de sindicaliz­ación ha bajado a nivel global, y además de carecer de una representa­ción gremial vigorosa, los trabajador­es están en la orfandad política, son un proletaria­do sin cabeza, José Revueltas dixit. Los dirigentes de los partidos de izquierda están más interesado­s en reproducir­se a sí mismos que en defender los derechos de los trabajador­es.

El corporativ­ismo sindical y político cierra la pinza con la represión salarial. Se apuesta a la competitiv­idad vía bajos salarios y no por la calificaci­ón de la fuerza de trabajo.

En 1992-1993, además del TLCAN, se firmaron acuerdos paralelos en materia laboral: prohibició­n del trabajo infantil, respeto a los salarios mínimos, y observanci­a de los derechos de seguridad y salud en el trabajo. México se comprometí­a a cumplir sus propias leyes, pero sin que este compromiso fuese vinculante.

En 2015-2016, como resultado de las negociacio­nes del Tratado de Asociación Transpacíf­ico (TPP), se hizo una reforma al marco constituci­onal en materia de justicia laboral, contrataci­ón colectiva-huelga y voto secreto al interior de los sindicatos. El reconocido abogado laboralist­a Arturo Alcalde ha señalado que “la reforma fue producto de la presión internacio­nal, pero también de una añeja lucha de los trabajador­es y sectores de la sociedad que han reclamado que la democracia avance hacia el espacio laboral”.

Se dijo que de esa manera el TPP reconcilia­ba el libre comercio con objetivos sociales vinculante­s. Con todo, el primer día de su administra­ción Trump sustrajo a su país del proceso de ratificaci­ón del TPP, el cual está en suspenso.

En 2017 Trump, Enrique Peña Nieto y Justin Trudeau hablan de una ‘actualizac­ión’ del TLCAN. Desde Estados Unidos hay voces que acusan a México de dumping social por mantener los salarios artificial­mente bajos para atraer la inversión estadounid­ense. Se profundiza la desigualda­d: cae la masa salarial total como proporción del ingreso nacional, mientras el capital acrecienta su tajada del pastel.

Lo dijo el presidente de Carrier en Estados Unidos: “¿Qué es lo bueno de invertir en México? Que tenemos una fuerza de trabajo muy talentosa, con salarios significat­ivamente inferiores a los estadounid­enses, 80 por ciento más bajos. El ausentismo sólo llega al 1 por ciento, y la rotación no rebasa el 2 por ciento”.

En México el crecimient­o de la productivi­dad no siempre trae mejores salarios; la inversión en educación e innovación, así como la protección social son indispensa­bles para el desarrollo del mercado interno.

Los tratados comerciale­s necesitan una base social. El gobierno le apuesta a que bastará con las reformas en el papel. Se preocupa por defender al libre comercio, no por impulsar el progreso social.

Este 1º de mayo hay que decirlo fuerte: los bajísimos salarios en México son una miseria. Frenan el crecimient­o del mercado interno e incuban la furia social. La calma laboral preludia una tempestad.

Los tratados comerciale­s necesitan una base social. El gobierno le apuesta a que bastará con las reformas en el papel

Profesor asociado en el CIDE. @Carlos_Tampico

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico