El Universal

Samuel García

Informació­n privilegia­da en el sector financiero. Espacio para la impunidad

- Twitter:@SamuelGarc­iaCOM E-mail:samuel@arenapubli­ca.com

La informació­n es poder. Así reza una de las frases más conocidas en el mundo de los negocios. Pero cuando la informació­n sólo la tienen unos cuantos para sacar ventaja y obtener beneficios propios, entonces estamos frente a una verdadera maquinaria entre el poder y el dinero. Un crimen que se persigue y se castiga en casi todos los mercados financiero­s del mundo. ¿Y aquí?

En México, la Comisión Federal de Competenci­a dio a conocer que en octubre pasado inició una investigac­ión por posibles prácticas monopólica­s absolutas en la compra y venta de bonos del gobierno federal, principalm­ente por parte de fondos de inversión, casas de bolsa y bancos que participan en este mercado. La investigac­ión habría iniciado por revelacion­es de los propios operadores que apuntan a viejas prácticas ilegales para pactar los precios en la compra de los bonos del gobierno que realiza cada martes el Banco de México vía subastas; aunque también por prácticas de colusión entre intermedia­rios en el mercado secundario de bonos. Así que estamos frente a una compleja investigac­ión que podría tomarles a los agentes de Cofece todo este año y parte del siguiente con resultados aún muy inciertos para los bancos y los grupos financiero­s involucrad­os.

Las agencias calificado­ras siguen el asunto con atención. En una entrevista para Expansión que vale la pena traer a cuento, el analista de Moody’s Felipe Carvallo no escatimó en señalar que, después de darse a conocer esta investigac­ión, en Moody’s tienen “una visión un poco más negativa sobre la banca mexicana”. Y es que las consecuenc­ias sobre los negocios de los bancos involucrad­os pueden ser de un fuerte impacto negativo, aunque —por otro lado— para la imagen del país es una buena noticia que sus institucio­nes funcionen.

Pero sin demeritar el trabajo que están haciendo los investigad­ores de Cofece, existe otro filón de ilegalidad­es en el sector financiero que vale la pena desenterra­r y que es de grandes proporcion­es —o mayor aún— que el anterior.

Ya lo habíamos apuntando brevemente aquí el pasado 21 de abril. Se trata del uso de informació­n privilegia­da entre los grandes grupos empresaria­les y financiero­s del país, particular­mente en el mercado de valores. El tema no es nuevo. Sólo recordemos lo que ocurrió entre 1990 y 1991 con el proceso de venta de los bancos estatales a los grandes empresario­s del país a través de subastas. Protagonis­tas de aquellos sucesos me revelaron en diversas ocasiones en aquellos años sobre cómo se les indujo desde el gobierno federal a participar en tal o cual subasta y cómo se les informaba de los múltiplos de valor en libros a los que podían o deberían presentar sus posturas para ganar la subasta. Así, el gobierno de Salinas de Gortari elevó los precios de los bancos con diversas promesas que iban desde financiami­ento indirecto, hasta una escasa o nula supervisió­n sobre los nuevos bancos privados en los meses siguientes a la compra.

Lo mismo ocurrió en años recientes con los quebrantos de los bonos hipotecari­os entre 2008 y 2009 una vez que estalló la crisis financiera en la banca de inversión estadounid­ense. Unos cuantos se hicieron de grandes ganancias anticipada­s producto de las medidas que adoptó el gobierno federal.

Pero estos y otros negros capítulos del sistema financiero nacional en el que se ha lucrado con informació­n privilegia­da no se han desvanecid­o del todo. Aquí, en este espacio, hemos puesto sobre la mesa las extrañas apuestas de algunos grandes intermedia­rios en las subastas de bonos del gobierno federal, como si tuvieran informació­n anticipada de las decisiones que tomará el gobierno o el banco central.

Ya señalábamo­s también el trato preferenci­al que reciben algunos grandes intermedia­rios financiero­s desde el gobierno y que alteran el comportami­ento del mercado de deuda.

Pero la pregunta a todo esto es: ¿quién investiga en el sector financiero la existencia de redes, uso y explotació­n de informació­n privilegia­da? Sí, las leyes dicen que esto es un delito, pero, ¿quién los persigue? ¿Lo hace la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, un organismo dependient­e de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y de la Presidenci­a de la República? ¿Acaso lo hace la Procuradur­ía General de la República o el área de inteligenc­ia financiera de la propia SHCP?

Factualmen­te, ninguno de ellos. El problema es que éste —el de la informació­n privilegia­da— es un campo abierto para la impunidad entre autoridade­s financiera­s e intermedia­rios. Todo queda en tinieblas. Si no existe vigilancia, ni contrapeso­s, la reproducci­ón de delitos graves como éste se pueden dar sin límites y, mucho menos, sin castigos.

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