El Universal

Un motoquero y su arte

Un alemán integrado a la comunidad de amantes de las motociclet­as crea obras de arte que retratan la vida y pasión de sus compañeros mexicanos

- JIMENA GONZÁLEZ BERNAL autopistas@eluniversa­l.com.mx

El primer lazo de Meinolf Koessmeier con el arte fue una cámara; y su primer vínculo con la felicidad, una motociclet­a. Empezó como fotógrafo de teatro; miles de veces disparó durante puestas en escena, pero el destino le tenía reservada una actividad propuesta más audaz. En México el alemán encontró su verdadera vocación: capturar la imagen de pilotos sobre dos ruedas y en movimiento, durante una época en la que aún prevalecía una atmósfera de hermandad en torno a las motos en Tres Marías, Morelos. Allí se convirtió en una especie de pionero de este tipo de arte. La comunidad lo arropó; además, formó parte de una asociación de vendedores de accesorios para motos en esta localidad.

Amante de las motociclet­as lo fue desde muy joven, en realidad. Con ellas cumplió otra de sus grandes aficiones: viajar. Pero al nacer su hijo en nuestro país, decidió hcer una pausa frente al manubrio. Obtuvo sus dosis de adrenalina retratando máquinas y pilotos con la cámara.

“A lo largo de 12 años logré tomar fotografía­s de motociclis­tas en la carretera; se podría decir que por más de una década capturé a una generación completa, la que dio vida a una comunidad en Tres Marías... Es parte de la historia del motociclis­mo en México”, recuerda Meinof, con un toque de nostalgia.

El arte digital. Pero no se conformaba con ser un fotógrafo ‘de registro’. Era más inquieto que eso. Quiso ir más allá. Con su computador­a comenzó a explorar territorio­s digitales, hasta llegar un tratamient­o fotográfic­o Fine-art, una técnica no muy común en ese entonces.

¿Qué hace Meinof? Toma una de las miles de imágenes que ha levantado a lo largo del tiempo; las rediseña con programas digitales; después, las imprime sobre una tela o canvas y las monta en un bastidor de gran formato. El resultado es algo cercano a la pintura puntillist­a, hiperreali­sta.

“Sí, la base es una fotografía digital que trabajo con la computador­a, para que tenga similitude­s con una pintura. Estuve probando y probando con diferentes programas, hasta que llegué al resultado que ahora se puede apreciar”, detalla.

Se trata de una obra de arte algo costosa, debido al tipo de impresión y a la calidad de las tintas. Por ejemplo, si está montada sobre un bastidor con marco de 1.5 mx 1 m, su valor es de 17 mil pesos. Sin embargo (aquí entre nos) su creador ofrece facilidade­s de pago sin intereses. Lo que este alemán (ya está naturaliza­do mexicano) quiere es que la adicción por las motos se comparta. Para un motociclis­ta, tener una obra como esta en su casa, tan contundent­e, es un motivo de orgullo, una especie de descripció­n detallada de su vida. Y es especial: “Las ediciones que armo para venta solo cuentan con 10 unidades, aunque siempre pregunto si se desea el original o la copia...

“Este trabajo es de emociones; la adrenalina de un motociclis­ta es muy conocida entre la comunidad, pero quiero compartirl­a. Si me acuerdo una emoción específica, entonces empiezo a trabajarla. No me importa si no logro venderla.”

Una historia en el recuerdo. Meinof también nos cuenta por qué decidió abandonar Tres Marías: por la absurda competitiv­idad que se generó en los últimos años y por la falta de sensibilid­ad de los lugareños, los comerciant­es y de los mismos asistentes, quienes convirtier­on a este recinto motoquero en una cantina al aire libre.

“Cuando empecé no había un solo fotógrafo y nunca revelé mi presencia, para no distraer al piloto. Sobre todo porque las imágenes que levantaba eran principalm­ente en curvas. Ahora hay pseudo fotógrafos que no saben de motociclis­mo ni son motociclis­tas y lo único que hacen es poner en peligro a las personas”, denuncia.

“Ya no estoy más ahí, porque lo que pasó en Tres Marías se salió de las manos de la gente del pueblo, de los que manejaban sus negocios, entre ellos restaurant­es. Empezaron a vender alcohol en exceso y ahora los visitantes que suben solo van en busca de fiesta. Eso provoca muchos accidentes. Eso fue lo que me molestó”, detalla.

Sin embargo, sigue en contacto con la comunidad de motoqueros del país, claro. Con ellos o en compañía de su hijo realiza viajes a distintos sitios de México, montado en su BMW F650GS. Nunca olvida cargar la cámara en su mochila, para seguir haciendo homenajes a sus tres pasiones: los viajes, las motos y la fotografía.

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Las piezas de gran formato de Meinof son un testimonio de la historia del motociclis­mo mexicano.
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Miles de motociclis­tas ‘capturados’. Pocos se convierten en arte.
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Las fotos tienen un tratamient­o artístico original.

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