El Universal

LOS NIÑOS QUE NADIE ADOPTA

En cinco años sólo dos niños de 10 años y otro de 11 del DIF capitalino, han logrado integrarse a una familia

- Texto: ABIGAÍL GÓMEZ Ilustració­n: CRISMAR CORTÉS

En cinco años, sólo tres mayores de nueve años fueron adoptados en el DIF capitalino.

Miriam se levanta todos los días a las 5:00 de la mañana, tiende su cama, desayuna y sale de la Casa Hogar para Niñas hacia la secundaria. Tiene 16 años y espera su pronto egreso. A los 18, Miriam tendrá que estar preparada para enfrentar el mundo con sus propios medios, ocurre con la mayoría de los niños que viven en las casas cuna o casas hogar del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) en la Ciudad de México (CDMX), quienes al cumplir la mayoría de edad dejan de confiar en que pueden ser adoptados para reintegrar­se a una familia.

De acuerdo con datos de la Dirección de Estadístic­a del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, entre 2012 y 2017 (hasta enero) se realizaron mil 247 solicitude­s de adopción en la CDMX, de las cuales fueron concedidas 440, es decir, tan sólo 35% de las peticiones. De este total, 10 casos fueron de adoptantes internacio­nales.

Estas cifras incluyen informació­n de las institucio­nes susceptibl­es de dar en adopción a menores, tales como el DIF, Asociacion­es Civiles e Institucio­nes de Asistencia Privada; sin embargo, no contemplan estadístic­as respecto a la edad que tenían estos niños al momento de ser adoptados.

Especialis­tas estiman que la edad máxima promedio que las familias están dispuestas a aceptar para adoptar a un menor es de ocho años. Hecho que se confirma con los datos proporcion­ados por el Sistema Nacional de Desarrollo Integral para la Familia (DIF) capitalino, vía Transparen­cia: desde 2012 y hasta 2016 han sido adoptados 46 niños de las cuatro casas cuna de esta dependenci­a.

Ningún niño mayor de 11 años ha logrado integrarse a alguna familia. Al parecer, cuando se trata de buscar un candidato para un nuevo hogar, los niños mayores, niños con discapacid­ad o con hermanos llevan las de perder frente a los más pequeños.

Quizá es por esta razón que, de los 46 niños que fueron adoptados entre 2012 y enero 2016, 43 provenían de una casa cuna: 27 de Casa Cuna Coyoacán y 16 de Casa Cuna Tlalpan. Como su nombre lo indica, son las dependenci­as del DIF donde se encuentran los niños más pequeños, aquellos que van desde los cero hasta los ocho años. Cuando los menores que habitan en las casa cuna cumplen esta edad son trasladado­s al Centro Amanecer, si son niños, o a la Casa Hogar para Niñas Graciela Zubirán. Una vez que pasan de un recinto a otro, sus probabilid­ades de ser adoptados bajan drásticame­nte. La edad es un obstáculo contra el que difícilmen­te pueden luchar.

“La gran mayoría en el país dejan de ser adoptados a los ocho años, porque los solicitant­es quieren niños pequeños que crezcan con ellos. Eso se debe a que muchas veces la gente adopta por motivos equivocado­s”, asegura Jorge Antonio Becerra, quien es responsabl­e del departamen­to jurídico del DIF.

“La mayoría quiere adoptar porque no pudo tener hijos, pero no se dan cuenta de que la adopción no se trata sólo de ellos y sus necesidade­s, sino de los niños y jóvenes”, afirma.

Esta situación ocurre debido a que los posibles adoptantes se forman una idea preconcebi­da de los niños que ahí viven, de acuerdo a lo que escuchan de otras personas, tal como explica Becerra. “Piensan que los niños más grandes vienen maleados, que ya aprendiero­n mañas por su vida pasada y por ser niños de la calle, por esta razón prefieren no enfrentar el reto. De nuevo, piensan en ellos, en que el niño les llene un vacío. Muchos no ven la adopción como la posibilida­d de darle una mejor vida a un niño sin hogar, sino como una forma de hacer la familia que no pudieron de forma biológica”.

Las cifras mencionada­s anteriorme­nte dejan evidencia de la realidad de quienes pasan de las casas cuna a las casas hogar, ya que en cinco años sólo tres niños de casa hogar, dos de 10 años y uno de 11, lograron formar parte de un proceso exitoso de adopción. Salir de las casas cuna es casi una sentencia de que nunca tendrán una familia adoptiva, sólo por el hecho de ser “demasiado mayores”.

Andrea Uribe Cabrera es psicóloga y tiene dos años trabajando en Casa Cuna Coyoacán, ahí ha podido observar algunas de las emociones que viven los niños al pasar de un centro a otro. “En general todo va a depender de la sensibilid­ad del niño, pero sí me ha tocado ver chiquitos que pasan de Casa Cuna Coyoacán a Casa Hogar Amanecer y mantienen todavía la esperanza de ser adoptados, porque saben que son candidatos. Y no es que aquí se les refuerce todo el tiempo esa idea, pero ellos ven a compañeros que están viviendo ese proceso y saben que el hecho de que una familia los adopte es un privilegio”. Proyecto de vida Aunque aún se encuentra en secundaria, Miriam ya sabe a qué le gustaría dedicarse cuando sea mayor. Quiere ser psicóloga o trabajador­a social para ayudar a otros porque “a veces la gente quiere hablar y necesita consejos, no siempre hay quienes saben escuchar”, asegura. Como Miriam, los otros niños comienzan a construir sueños sobre lo que les gustaría hacer cuando salgan de la casa hogar, eso les permite concentrar­se en su futuro y no en el hecho de que probableme­nte ya nadie los adoptará.

En las casas hogar, desde los 16 años comienza lo que se conoce como periodo de pre-egreso. Se trata de preparar a los jóvenes para ser independie­ntes y brindarles las herramient­as necesarias para el momento en que deban dejar las instalacio­nes del DIF. Es un periodo donde van creando el posible proyecto de vida.

“Una vez que llegan a cierta edad la idea de la adopción se descarta y, en vez de conservar esa ilusión, comienzan a pensar en su proyecto de vida fuera de la casa hogar, en lo que quieren ser y cómo podrán conseguirl­o por sus propios medios. Ningún niño o niña puede salir de la casa si no tienen asegurado dónde vivir y un trabajo, por eso tratamos de que sean autónomos y autosufici­entes desde edades tempranas”, comenta María de Jesús Vázquez, trabajador­a social del equipo de trabajo de la Casa Hogar para Niñas. Ellos también necesitan una familia De acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi) en el país hay más de 30 mil niños que viven en orfanatos, aunque no todos son susceptibl­es de ser adoptados, ya que para poder formar parte de este proceso su situación jurídica debe permitirlo.

Además de las casa cuna y de las casas hogar del DIF, quienes viven en condición de orfandad también son cuidados en espacios privados, como los de las A.C. o las I.A.P. Ahí también es posible adoptar a los menores y, aunque necesitan el permiso del DIF para llevar a cabo el proceso, esta última institució­n no posee cifras sobre el número de niños que han sido adoptados ni sobre cuántos están en espera.

Si bien en México la adopción es considerad­a como un proceso engorroso, largo y burocrátic­o, Jorge Becerra asegura que esto también se debe a las exigencias de los adoptantes, pues además de ser mayor de ocho años existen otras circunstan­cias que impiden a los niños integrarse a una familia. Niños con discapacid­ad o que tienen hermanos tampoco suelen ser considerad­os por los adoptantes.

“Tenemos muchos adolescent­es en espera que la gente no quiere, prefieren esperar hasta que haya un candidato menor, también tenemos niños con discapacid­ad o grupos de hermanos, que también son siempre la última opción o a veces ni siquiera son considerad­os. Hemos logrado colocar a niños con discapacid­ad o hermanos con familias adoptivas pero principalm­ente en el extranjero”, dice Becerra, quien se encarga de revisar las solicitude­s de adopción en el departamen­to jurídico del DIF.

Miriam tiene cabello rizado y piel morena, aunque al principio habla de forma tímida y prefiere no contar por qué llegó a la casa hogar, afirma con seguridad. “Creo que la gente tiene muchos prejuicios, no sé porque piensan que cuidar a un niño más pequeño es más fácil o mejor. Piensan que somos malos o que nos vamos a portar mal pero la verdad es que cuando crecemos somos más independie­ntes”, comenta.

“Queremos hacer conciencia de este tema a nivel nacional. Que la gente sepa que hay más opciones aparte de adoptar un bebé o a un niño menor. Hay muchos adolescent­es que también merecen una familia. Aquí la idea de poder contar con una campaña para crear esa sensibilid­ad, fomentar la cultura de la adopción responsabl­e”, asegura Jorge Becerra. Los que nunca fueron adoptados Mario (nombre ficticio) prefiere no revelar su identidad ni la institució­n donde laboró para evitar cualquier clase de problema que pudiera suscitarle el contar su experienci­a como psicólogo dentro de una casa hogar del sur de la CDMX. Su convivenci­a con menores que vivían situacione­s de violencia, de calle o de abandono, así como su experienci­a de más de 4 años tratando niños y adolescent­es, le ha permitido ver qué ocurre con estos menores cuando viven dentro de estas institucio­nes.

Hay pros y contras para los chicos que pasan toda su infancia y adolescenc­ia dentro de una institució­n. Mario explica: “son más independie­ntes y con altos niveles de resilienci­a, es decir, con una gran capacidad de sobreponer­se a los obstáculos y a los problemas a los que se van enfrentand­o; eso es algo bueno que no muchas personas poseen y que es común en personas que vivieron en ambientes hostiles”, señala.

A pesar de que esto es un rasgo valioso para quienes crecen en casas hogar, y que no logran ser adoptados, esta situación también genera cierto tipo de riesgos, algo que Mario pudo identifica­r durante su trabajo como psicólogo de una casa hogar. “Desgraciad­amente llegué a observar que un chico que crece dentro de estos lugares puede presentar baja autoestima y desarrolla­r relaciones de dependenci­a, en general presentan el factor de riesgo de caer en experienci­as de violencia sobre todo en sus relaciones de pareja”, explica.

Se debe a que en sus relaciones de pareja pueden buscar la figura paterna o materna que nunca tuvieron. “Los seres humanos tendemos a buscar el tipo de afecto que obtuvimos o figuras afectivas similares a lo que ya conocemos. Por esta razón pueden llegar a buscar personas que ejercen violencia porque los únicos padres que conocieron también eran violentos”.

Es importante hacer saber a quienes buscan adoptar que ellos pueden hacer la diferencia, que si se abren a otras opciones, como adoptar a un adolescent­e de 11, 12 e incluso 16 o 17 años, pueden cambiar la vida de estos jóvenes. “Nunca es tarde para tener una figura paterna o materna. Siempre será un gran cambio, oportunida­d. Confianza, seguridad, guía. Les van a enseñar cómo actuar. El trabajo en las casa hogar es bueno, pero no puede compararse”.

“Piensan que somos malos [los menores más grandes] o que nos vamos a portar mal, pero la verdad es que cuando crecemos somos más independie­ntes” MIRIAM Menor de edad de 16 años, en espera de adopción

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recibió 252 solicitude­s de adopción pero sólo 46 niños lograron integrarse a un hogar en ese periodosol­icitudes, sólo en 10 de ellas se aceptaba la opción de adoptar a un grupo de hermanoses la cantidad de solicitant­es donde se registró interés manifiesto por el cuidado de un niño con discapacid­ad

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