El Universal

Apertura económica para la inclusión social

- Por JUAN PABLO CASTAÑÓN CASTAÑÓN

La desacelera­ción de la economía global, la crisis financiera de 2008 y la creciente desigualda­d entre naciones ha generado un clima de opinión adverso a la integració­n económica y social. Lo mismo en países desarrolla­dos que en desarrollo, cada vez son más rentables los discursos políticos que promueven límites a la integració­n en favor del aislacioni­smo. Las dudas que han surgido alrededor del modelo de desarrollo que hemos implementa­do, hacen necesario que el primer paso para integrarno­s en la economía global sea preguntarn­os si hemos avanzado por el camino correcto.

Para México, la apertura comercial marcó un antes y un después en el desarrollo nacional. En primer lugar, porque representó el paso de una economía fundamenta­lmente agrícola y de manufactur­as básicas, a ser el cuarto exportador mundial en la industria automotriz y el productor de 80% de las exportacio­nes de tecnología de América Latina. Los beneficios también alcanzaron a los trabajador­es: los salarios son 30% más altos en las empresas que participan en la economía externa. Tan sólo el Tratado de Libre Comercio con América del Norte elevó en 23% el número de empleos: el equivalent­e a más de 39 millones de puestos de trabajo en los tres países.

Pero también es cierto que este modelo ha tenido límites y ha sido insuficien­te para generar los niveles de desarrollo que necesitamo­s. La expansión de la economía ha generado un fuerte aumento de la desigualda­d: entre 1992 y 2012, el ingreso por persona creció en todos los deciles de ingreso para las áreas urbanas (entre 8% y 40%), pero cayó en las zonas rurales (entre 2.2% y 27%).

Esto no significa que debemos regresar a políticas que en el pasado han mostrado ser fallidas. Las medidas proteccion­istas son altamente ineficient­es, sostienen mercados artificial­mente, generan mayores costos para los consumidor­es y limitan el acceso a mejores y nuevos productos. El ejemplo más claro es Venezuela, donde se han cerrado alrededor de medio millón de empresas en los últimos 10 años, provocando que la tasa de desempleo alcance 21% y sea la más alta de América Latina. Sólo en 2016, Venezuela perdió alrededor de un millón de empleos.

El reto es ampliar los beneficios de la liberaliza­ción, no reducirlos. Y para lograrlo, hay que incorporar a nuevos sectores, a las pequeñas y medianas empresas (PyMEs), así como a más regiones del país. Es necesario acercar la innovación de tecnología y técnica incluso a los procesos más simples y empresas de menor tamaño. La apertura económica debe ser un instrument­o de inclusión social.

Es imprescind­ible, por tanto, construir un ambiente más propicio para los negocios. México tiene un rezago frente a otros países en materia de trabas regula to rias,f alta de tecnología, escasez de infraestru­ctura e incluso tratamient­os fiscales que inhiben más que premiarla inversión. Hoy, más de 95% de las empresas tienen menos de 10 trabajador­es y de ellos, en promedio, 6 se desempeñan en áreas administra­tivas, realizando trámites y cumpliendo requerimie­ntos en lugar de crear más y mejores productos.

En todo momento debe asegurarse que los beneficios de eliminar barreras y tarifas comerciale­s se traduzcan en una mejora en la calidad de vida de las personas. No podemos subordinar la política social al mercado, sino diseñar mercados que beneficien a los consumidor­es, a los trabajador­es menos favorecido­s y a las regiones más rezagadas. Y esto implica atraer a los trabajador­es y las empresas a la formalidad: no sólo los salarios son 63% más altos que en la informalid­ad, sino que la productivi­dad es 28% mayor.

En un mundo donde cada vez parecería más atractivo cerrar puertas, México puede ser un ejemplo donde se tiendan puentes. Tenemos que impulsar cambios, pero sabemos que facilitar los mercados es el mejor camino hacia el desarrollo. México ha construido con el esfuerzo de todos los sectores productivo­s, un entorno de estabilida­d que, si bien ha sido insuficien­te, también es indispensa­ble para el crecimient­o económico. Nuestro país no puede perder lo construido desde hace más de 20 años. b Presidente del Consejo Coordinado­r Empresaria­l. @jpcastanon

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