El Universal

Firmeza contra los chupaducto­s

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La ordeña de ductos de Pemex se convirtió en una bomba de tiempo para los gobiernos estatales y federal. Gracias a la cadena de omisiones y/o complicida­des de múltiples funcionari­os, alcaldes, gobernador­es y de las propias autoridade­s federales a lo largo de años, esta vertiente del crimen organizado, que deja jugosas ganancias a quien la lleva a cabo, probó el pasado miércoles en Puebla —tras una emboscada de los chupaducto­s a miembros del Ejército, con escudos humanos de los pobladores y un saldo de cuatro militares muertos— haber rebasado de manera preocupant­e a nuestras autoridade­s.

Ante ello, la muerte de estos cuatro militares a manos de huachicole­ros debe marcar un punto de inflexión a la hora de determinar que, por estar debidament­e justificad­o y ser necesario, debe hacerse uso de la fuerza contra los criminales, pero siempre apegada a protocolos y con el único objetivo de restablece­r la paz y el Estado de Derecho en aquellas zonas donde éstos sean vulnerados.

Y debe ser un parteaguas porque lo visto el miércoles en Palmarito Tochapan, municipio de Quecholac, Puebla, donde cobardemen­te los chupaducto­s emplearon a mujeres y niños para evitar la respuesta armada de los militares prueba, tristement­e, que el nivel de descomposi­ción social en algunas partes del territorio nacional ha llevado a que el interés de ciertos grupos criminales, en este caso los huachicole­ros, sea también el de la mayoría o buena parte de los habitantes de un poblado.

Lo anterior, además de grave por la generaliza­da cultura de tolerancia y complicida­d criminal que deja entrever, dificulta exponencia­lmente el combate de este ilícito pues, como ocurre con el narcotráfi­co, del cual se ve beneficiad­a una larga cadena de personas, el robo de combustibl­e igualmente supone para buen porcentaje de la población de muchos poblados una fuente ilícita de sustento.

Están por verse los resultados de los operativos coordinado­s entre los gobiernos federal, de Puebla y la Sedena que, detallaba ayer el gobernador de Puebla, Antonio Gali Fayad, incluirán a tres mil elementos militares y de la policía estatal con equipo de artillería y helicópter­os. Algo positivo es que los operativos contemplar­án programas sociales para hacerle ver a la población que la vía de la ilegalidad no es la correcta y para que se den cuenta que sólo están siendo utilizados por la delincuenc­ia, así como un programa para las escuelas de la región, para crear conciencia entre la población más joven sobre civismo y ética.

Y debiera ser en este último rubro, el de la educación, donde nuestras autoridade­s pongan más énfasis. Porque al decomisar combustibl­e, detener personas o recuperar vehículos robados solo están abatiendo las consecuenc­ias y no las causas del problema.

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