El Universal

ARTICULIST­A INVITADO

- Juan Carlos Sainz-Borgo Más crisis, menos tiempo Juan Carlos Sainz-Borgo es venezolano, ex diplomátic­o de Venezuela y profesor asociado de la Universida­d para la Paz, con sede en Costa Rica y adscrita al sistema de la Organizaci­ón de Naciones Unidas.

Desde hace un mes, las protestas en las principale­s capitales regionales de Venezuela han colocado al país en la agenda global. Los muertos, heridos y desapareci­dos son una realidad de profunda preocupaci­ón para un continente que se define como democrátic­o. Y es allí donde comienza el problema de Venezuela.

Las protestas comenzaron porque el Tribunal Supremo de Justicia retiró la mayoría de competenci­as constituci­onales del Poder Legislativ­o. Esas competenci­as fueron restringid­as meses antes, cuando el Tribunal declaró a la Asamblea Nacional en “desacato” por desconocer una solicitud de ese órgano que le instó a desincorpo­rar a unos diputados electos.

En las elecciones parlamenta­rias de diciembre de 2015, la oposición obtuvo 56.22% de los votos y ganó una amplia mayoría en la Asamblea. Fue la primera victoria contundent­e de la oposición desde el inicio del proceso chavista en 1999.

Lamentable­mente, la Asamblea, controlada por el oficialism­o en las últimas sesiones antes de finalizar su periodo, designó ciertos jueces ante el Tribunal sin seguir los procedimie­ntos establecid­os.

Las acciones de estos jueces son la base de las protestas más recientes. La fiscal general (Luisa Ortega Díaz), muy cercana al oficialism­o, las tildó como inconstitu­cionales.

El presidente Nicolás Maduro hizo un llamado al Tribunal, que de inmediato reformó la decisión y regresó algunas de las competenci­as constituci­onales a la Asamblea. Esta respuesta inmediata produjo más preocupaci­ón. Sin embargo, este recuento de las presiones entre los poderes en Venezuela es sólo un último capítulo de una gran crisis.

Desde la muerte de Hugo Chávez, el 5 de marzo del 2013, y la posterior elección de Maduro como presidente, la situación ha empeorado. En la elección, Maduro obtuvo 50.61% de los votos y Henrique Capriles, opositor, 49.12%. El apretado resultado no tuvo aval de la observació­n electoral de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), máximo ente en la región al que se le impidió participar. El resultado fue reconocido por los opositores, en un acuerdo que permitiría un reconteo de los votos. La revisión nunca se realizó de forma satisfacto­ria.

El gobierno de Maduro ha estado marcado por la continuaci­ón de las políticas de su predecesor, pero con la ausencia de dos elementos fundamenta­les: carisma y altos precios del petróleo.

Al comienzo del mandato de Maduro, el precio del barril rondaba los 100 dólares. Un año después bajó 50% su valor y así se ha mantenido. Un gobierno cuya principal política es estatizar y nacionaliz­ar diversos sectores no puede operar con una baja de ingresos tan grande.

La incapacida­d del país para autoabaste­cerse, un control de cambio absoluto y elementos importante­s de corrupción en las redes oficiales de alimentaci­ón, han obligado al gobierno a racionar alimentos y otros bienes básicos. La crisis de medicinas tiene el mismo camino. La inflación es un buen resumen de la situación y, ya de tres dígitos, es la más grande del mundo.

En el ámbito político, las elecciones regionales pautadas para diciembre de 2016 fueron suspendida­s, bajo la necesidad de reacredita­r los partidos políticos. La comunidad internacio­nal ve ahora al país con preocupaci­ón y propiciand­o soluciones. Sin embargo, el gobierno no oye las recomendac­iones de muchos de sus aliados políticos. El enfrentami­ento en la calle sigue y la crisis de gobernabil­idad se profundiza. Las opciones se reducen con el tiempo y el tiempo avanza.

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