El Universal

Celebració­n que fue de la alegría a la tragedia

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Las calles polvorient­as y el olor a pólvora dan la bienvenida a San Isidro, un pueblo paupérrimo que pasó de la alegría de organizar la fiesta patronal al luto por la muerte de 14 de los suyos.

Con un clima semifrío y casas muy modestas, la fiesta en honor a San Isidro Labrador, el patrono de los agricultor­es del mundo, deberá esperar y ahora rendirán tributo a la muerte que se llevó a sus vecinos en esta región del municipio de Chilchota.

Desde el lunes pasado a las 9:00 de la mañana habían empezado el ritual y la organizaci­ón de los festejos previos, pero muchos de los asistentes a la celebració­n tomaban bebidas embriagant­es que los mantenían “alegres”.

Poco después de las 8:00 de la noche se realizaba la tradiciona­l serenata cuando escucharon un fuerte tronido y supieron que algo malo había ocurrido. Son pocos los habitantes del municipio y de inmediato acudieron al lugar.

“Había muchos gritos y desorden”, recuerda uno de los sobrevivie­ntes, ayudante del mayordomo que encabezaba la ceremonia para llevar al santo a la casa de aquellos que organizarí­an las fiestas del 15 de mayo: la familia Serrano Argüello.

Previo a la explosión, los cohetones de la feligresía tronaban al por mayor como sinónimo de alegría, pero uno de ellos fue a dar al interior de la casa donde se almacenaba la pirotecnia.

El hogar de concreto con dos pisos voló por los aires y una cabaña de madera también sufrió la misma suerte, mientras las víctimas soltaban voces de dolor.

La ambulancia de Chilchota no sería suficiente para tanto herido, la solidarida­d de inmediato se hizo presente y algunos vecinos ofrecieron sus camionetas para trasladar a los heridos hasta los hospitales de Quimixtlán y Guadalupe Victoria.

El ayudante salvó la vida de milagro y gracias al alcohol, pues debido a que se sentía muy ebrio decidió abandonar la casa del nuevo organizado­r de los festejos. A los pocos minutos escuchó el tronido.

Con la luz del día la tragedia fue más visible. La vivienda estaba completame­nte destruida, imágenes religiosas tiradas en el piso y vecinos inundados por el llanto que sufre a los 14 muertos, pero sobre todo, a los 11 menores que ahí falleciero­n.

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