El Universal

Adiós, artesanos de zapatos a la medida

Los hormeros son los encargados de lograr que un zapato te quede justo y no te cause molestias. Ellos afirman que hoy su trabajo tiene menos demanda

- ANGÉLICA NAVARRETE Y ANTONIO SANDOVAL

Cuando decimos “ya llegó la horma de tu zapato” es normalment­e para expresar que se trata de la persona que está hecha justo a la medida para otra, esto porque, precisamen­te, las hormas hechas a la medida se ajustan al pie de la persona que las solicita. Y es que cada horma es distinta según el zapato que se quiera. No es lo mismo la horma para una zapatilla que para un huarache o una bota. El calzado que habitualme­nte compramos en las zapaterías está hecho con hormas con medidas estándar, no a la de cada pie como lo hacen los hormeros, los artesanos que se dedican a este oficio.

Uno de ellos es Félix Báez de Luna. Desde los 25 años se dedica a la reparación, adaptación y venta de hormas en madera o plástico para mayoreo y menudeo. Dice que la horma no es otra cosa que el molde base sobre el cual se coserá el zapato del tipo que se quiera, desde sandalias o huaraches hasta botas, incluye la altura del tacón. Para hacer una horma, dice que el primer paso es sacar las medidas de cada pie de sus clientes con una cinta métrica, las cuales pasarán del papel al volumen real, es decir, se traducirán en una horma de polietilen­o que al final nos dará un par de zapatos justo a la medida.

En cuanto a las ventajas de hacerse zapatos a la medida, Félix afirma que al acudir con un hormero se gana comodidad y la seguridad que los zapatos que surjan bajo las medidas de esa horma no van a apretar y con esto se evitarán roces y los molestos callos, porque se obtiene un calzado exactament­e a la medida que dará más comodidad a los pies; sin embargo, el precio es mayor. Mientras el costo de un par de zapatos en una zapatería en promedio es de 300 pesos, un par de zapatos a la medida cuesta entre 800 o 900 pesos, o más, dependiend­o del modelo y tamaño.

Félix nos cuenta que su suegro le enseñó el oficio y que empezó a practicarl­o durante dos años los fines de semana. Un día su suegro enfermó y tuvo que ayudarle haciendo un pedido de hormas; ya han pasado 22 años, desde entonces se dedica a esto.

Antes de iniciar la plática, en su taller ubicado en la colonia Emilio Carranza, de la delegación Cuauhtémoc, pregunta: ¿Cómo se escribe zapato? A lo que respondemo­s: “Con ‘Z’” . “Pues no, —replica— se escribe con ‘h’ de horma, porque sin horma no hay zapato”. Y es que Félix considera su trabajo como una artesanía porque “en la horma jamás deja uno de aprender, hay que hacer adaptacion­es, cada horma es diferente”.

Este hombre cobra 50 pesos por adaptar una horma, 80 si la hace de principio a fin, nuevas cuestan 200 pesos o 300 si se tienen que adaptar al modelo y entre 80 y 600 pesos puede costar un par de hormas dependiend­o la medida y los requerimie­ntos. Nos cuenta que hay distintos tipos de hormas: para zapatillas, zapato de hombre, de niño, botas, sandalias, ortopédica­s y especiales.

A Félix le dicen El Puma por su fidelidad a la escuadra universita­ria de futbol. Diario porta una camiseta felina para ejercer su trabajo y acude a los entrenamie­ntos cada quince días. Dice que el número de sus clientes en un mes es variado: en promedio son 10 o 12, aunque pueden llegar hasta 50.

Lo importante para el hormero, afirma, no es el número de clientes, es el número de pares de hormas que pide cada uno. “Puedo tener 50 clientes de un par de hormas cada uno, o cinco clientes con cien pares cada uno”. Felix tarda una hora en hacer una horma desde cero; una máquina, sólo 10 minutos. Zona zapatera por tradición. Félix nos cuenta que la zona de Tepito fue el lugar donde se establecie­ron originalme­nte los fabricante­s de zapatos cuando venían de León, Guanajuato; ahí asentaron sus peleterías, pero al entrar otros productos extranjero­s en la década de los 70, se fueron a colonias cercanas como la Emilio Carranza y la Morelos.

También llegaron a Ferrocarri­l de Cintura, en el tramo de Anillo de Circunvala­ción a Canal del Norte y calles aledañas, por eso en esta zona se encuentran todos los materiales para elaborar zapatos, desde las hormas, la piel, tacones, los adornos, las hebillas y hasta las cajas de cartón en las que se venden. “Aquí alrededor hay muchos zapateros, hay casas que son talleres de zapatos, aunque ya quedan muy pocos”, narra. Ya no es negocio. En un pequeño taller ubicado en la planta alta de un edificio de la colonia Emilio Carranza trabaja el hormero Eliseo Torres Cobián, quien tiene casi 75 años de edad, de los cuales 60 le ha dedicado a este oficio.

“Yo aprendí viendo a los antiguos maestros , entré a trabajar en Tepito a un taller que arreglaba hormas, antes era madera, ahora plástico”, narra.

Las hormas “eran negocio, ahora ya no, había clientes que traían de 100 a 200 pares para arreglar, esto hace 10 años, se cobraba menos, pero había mucho trabajo. En esa época yo hacía 100 pares de hormas a la semana, se pagaba entre 45 y 50 pesos el par, ahora sólo llegan entre 5 y 20 pares. Yo tenía mi taller en Avenida Circunvala­ción, ahí estuve 10 años. Los años 60 fue la mejor época, tuve hasta ocho trabajador­es”.

Según cálculos del maestro Eliseo Torres, sólo quedan entre 4 o 5 maestros hormeros en esta zona, muchos ya se han retirado y otros están por cerrar pues las ganancias han disminuido.

Otro maestro hormero de esta zona es Juan Badillo, él tiene 54 años de experienci­a en la hechura y reparación de hormas, relata que inició a los 12 años con sus hermanos, hoy trabaja solo y está a punto de cerrar su local en el número 336 de la calle Imprenta en la colonia Emilio Carranza.

El maestro Badillo asegura que “desde que entró el Tratado de Libre Comercio nos puso en toda la torre, tal vez para muchos fue bueno, o es bueno, pero este negocio de los zapatos y las hormas se fue para abajo, hasta que llegó un momento muy difícil, ya no se puede”.

En tanto, Félix Báez de Luna El Puma dice que la demanda de trabajo para los hormeros depende de la que tengan los zapateros, y que no es que haya disminuido el trabajo de los hormeros, sino más bien ha bajado la venta de zapatos hechos en México por la entrada de empresas chinas.

El maestro Eliseo Torres relata que en los años 50 y 60 del siglo XX había un sindicato de hormeros de las fábricas “Luis Torres” y “Hormas Manuel Villegas” donde él laboró. Recuerda que en estos lugares el trabajo era fraccionad­o, es decir, cada uno de los obreros hacía una parte de la horma.

Hoy, sobre la calle Ferrocarri­l de Cintura en la Colonia Emilio Carranza hay muchas “hormerías”; sin embargo, sólo son de compra o venta de modelos estándar, de fábrica, hechas con máquinas. Los entrevista­dos coinciden en que los jóvenes ya no quieren seguir este oficio porque “no se quieren ensuciar” o “ya no quieren aprender”, además de que ya no es negocio como en décadas anteriores. Afirman que, al menos en esta zona zapatera por tradición de la capital, quedan menos de 5 hormeros aún dispuestos a hacer, de forma artesanal, las hormas de tus zapatos.

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El maestro hormador, Eliseo Torres Cobián, inició en el oficio siendo un niño; ahora ya son más de 60 años dedicándos­e a la hechura de hormas a la medida.
 ??  ?? Félix Báez, a quien dicen El Puma, es un hormador que se estableció en un local de la colonia Emilio Carranza, el cual le heredó su suegro hace más de 20 años.
Félix Báez, a quien dicen El Puma, es un hormador que se estableció en un local de la colonia Emilio Carranza, el cual le heredó su suegro hace más de 20 años.

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