El Universal

Ángel Gilberto Adame George Bernard Shaw en México

- *En el siguiente enlace consta el único testimonio videográfi­co de la estancia de George Bernard Shaw en la ciudad de México: http://www.gettyimage­s.com/detail/video/mexico-city-superimpos­ed-over-exterior-of-metropolit­an-news-footage/613371214

Procedente­s de Estados Unidos, luego de haber zarpado de Southampto­n, arribaron a nuestro país el dramaturgo irlandés George Bernard Shaw, ya octogenari­o, y su esposa Charlotte Payne-Townshead, connotada activista por los derechos de la mujer. Aunque la prensa difundió su estancia como un acontecimi­ento para la intelectua­lidad nacional, la afamada pareja se mantuvo al margen de los actos públicos.

Su llegada tuvo lugar el 10 de marzo de 1936, vía Mazatlán, a bordo del “Saint Paul”. Apenas tocaron tierra se pusieron en marcha, en tren, hacia Guadalajar­a, donde estuvieron pocas horas, mismas que dedicaron a visitar la Catedral, el templo de Santa Mónica, el mercado Corona y el teatro Degollado.

Por motivos lingüístic­os, su trabajo intelectua­l no gozaba de mucha popularida­d entre el grueso de la población, sin embargo, en el caso de George Bernard Shaw, los medios destacaron la importanci­a de sus obras satíricas, su crítica a la moralidad y al fetichismo religioso, así como su preocupaci­ón por los procesos sociales, en particular el igualitari­smo. También hicieron eco de su talante de viajero infatigabl­e, e incluso de que poco antes de llegar a costas mexicanas había departido con el mismísimo Charles Chaplin.

Concluido su itinerario en tierra tapatía, la pareja partió con rumbo a la Ciudad de México. En una de las pocas sesiones en que atendió a los reporteros, Shaw dio su opinión acerca del expansioni­smo de la Alemania de Hitler, mismo que condenó al considerar­lo una amenaza a la tranquilid­ad y la paz de los pueblos. El más controvert­ido de sus pareceres tuvo que ver con el desarrollo de la Unión Soviética: “La Guerra Mundial dio fin a tres imperios pero, en cambio, creó el comunismo en Rusia, lo que constituye el acontecimi­ento más trascenden­te desde que existe el mundo”. Luego remató su aseveració­n con la puntada de que él no estaba al servicio de ideología alguna y que dispondría de su dinero —había logrado amasar una considerab­le fortuna— como mejor le pareciese.

Instalados en la capital, Shaw y su esposa recorriero­n la Catedral, el Palacio Nacional, la Basílica de Guadalupe, el Museo Nacional, Churubusco, Chapultepe­c y Xochimilco. También visitaron Puebla, Cholula, Teotihuacá­n, Acolman, Cuernavaca y Taxco. Ya que su interés primordial era el turístico, el dramaturgo declinó una invitación a dictar una conferenci­a en la Universida­d Obrera que le extendió Vicente Lombardo Toledano, quien buscaba acercarse a socialista­s de prestigio para fortalecer su liderazgo sindical.

En los periódicos, entretanto, se discutió el controvert­ido temperamen­to de Shaw, a quien refirieron como un humorista que reunía en sí caracterís­ticas de Jonathan Swift, François Rabelais y Miguel de Cervantes. En un artículo se dijo: “Parece que en lugar de vivir en la libre Inglaterra viviese en alguna de nuestras satrapías latinoamer­icanas, en donde hay que distorsion­ar el concepto para poder hacérselo tragar al poder público”. Un dato poco conocido que se difundió sobre él fue su vegetarian­ismo.

De sus frases irónicas, una de las que más llamó la atención de los lectores mexicanos fue: “Inglaterra debe estar agradecida de que yo exista. Es un honor para ella”. De todos los escritores británicos que visitaron México en la década de los 30, fue Shaw el único que lo hizo en calidad de ganador del premio Nobel de Literatura (1925), incluso se supo que había donado el monto del galardón a la Fundación Anglo-Sueca para la difusión de la cultura.

El 16 de marzo, ya en Acapulco y poco antes de abordar el “Arandora Star”, barco que lo llevaría a Panamá, Shaw concedió una última entrevista, en la cual se disculpó con un hotelero poblano, luego de que se esparciera el rumor de que la comida que ahí le sirvieron le había provocado complicaci­ones gastrointe­stinales. También reconoció que el viaje lo había emocionado, sin embargo, concluyó su comentario diciendo que ya era demasiado viejo para impresiona­rse. En su correspond­encia personal, añadió: “La excursión por tierra mexicana fue muy cansada, padecí un calor infernal”.

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