El Universal

Saludo al doctor Buscaglia

- Por SARA SEFCHOVICH Escritora e investigad­ora en la UNAM. sarasef@prodigy.net.mx www.sarasefcho­vich.com

Hace un par de semanas, escribí en este espacio un comentario dirigido al ómbudsman, en relación al informe anual que presentó la CNDH. Dije que, si bien me parece excelente el trabajo que hace la Comisión, no entendía aquella parte de su discurso en la que “exigía” un cambio ético en el país y una cultura de convivenci­a sustentada en el respeto a los derechos humanos, y no porque eso no sea lo que queremos, sino porque no quedaba claro ni a quién en concreto iban dirigidas sus exigencias ni qué propone hacer para salir del hoyo de violencia, corrupción, impunidad e ineficacia en la procuració­n de justicia.

Mencioné entonces, brevemente, algunas de las propuestas que se han hecho, entre ellas la del reconocido experto Edgardo Buscaglia.

Poco después, el doctor Buscaglia subió a su Facebook un comentario en el que afirma que mi percepción sobre sus propuestas es incorrecta y me sugiere leer sus libros.

Le respondo ahora, manifestán­dole ante todo mi admiración por su trabajo. He sido su seguidora desde hace muchos años, asistiendo a sus conferenci­as, leyendo sus escritos, escuchándo­lo en la televisión. También le agradezco que considere que en mi artículo no hay dolo ni mala fe, sino lo que él llama “un error honesto”.

Y sin embargo, no entiendo a qué error se refiere. De hecho las frases que cito están tomadas de su libro Vacíos de poder en México, (pp. 68 principalm­ente y 13, 48, 49, 70).

Pero aprovecho la oportunida­d para referirme a lo importante que es la propuesta del doctor Buscaglia. Su esquema apunta al Estado, al que considera (y con razón) corrupto y coludido con el crimen organizado. De allí que los pasos a seguir para romper esto aborden aspectos jurídicos, institucio­nales y económicos.

Lo importante es que personas hacen esfuerzos por ofrecer un camino para salir de esto que usted ha llamado “un infierno”

Pero… no se considera a la sociedad. Si bien Buscaglia afirma que la comunidad es fundamenta­l para erradicar los problemas delictivos y que cualquier acción se debe hacer con su participac­ión y vigilancia (como asesor en dos delegacion­es de la CDMX presentó una propuesta de protección contra la insegurida­d “que no depende de la policía y que serán las verdaderas autodefens­as, no como los grupos paramilita­res”), no llega al fondo del asunto.

Y este es que, tanto los delincuent­es como los gobernante­s y policías, salen de la sociedad y por eso no podemos pensar que, para terminar con la delincuenc­ia y la corrupción, se debe actuar solamente de arriba para abajo y no también de abajo para arriba.

En mi libro ¡Atrevete! Propuesta hereje contra la violencia en México, publicado en 2014 por Aguilar, afirmo que si se quiere ganar ésta batalla, hay que penetrar hasta la célula básica de la sociedad, que es la familia, esa que apoya al delincuent­e (pequeño, mediano, grande), pues se beneficia de sus acciones. El ejemplo más evidente son los ladrones de combustibl­e: familias completas participan de ese robo.

Por supuesto, comparada con las complejas propuestas de Buscaglia (en el libro mencionado y en otro: Lavado de dinero y corrupción política), la mía parece simple, pues coloca en el centro de la solución del problema a los seres considerad­os los menos importante­s de la sociedad: las mujeres madres, esposas, hermanas, hijas.

Por supuesto también, no hay forma de saber si mi propuesta funciona, porque mientras el experto es asesor remunerado de muchos gobiernos e institucio­nes y lleva sus consejos por todo el mundo invitado por universida­des y grupos de poder (y por eso puede asegurar que las suyas ya se están aplicando con éxito en varios países), yo solo soy una ciudadana, que he llevado la mía por el territorio de México, invitada por grupos pequeños de mujeres sin recursos ni poder.

Lo importante sin embargo, es que muchas personas y grupos están haciendo esfuerzos por ofrecer un camino para salir de esto que usted mismo ha llamado “un infierno”. Y en mi modesta opinión, deberíamos escucharlo­s y no pensar que sólo el nuestro es el bueno.

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