El Universal

Régimen no es gobierno

- Por FRANCISCO VALDÉS UGALDE Director de Flacso en México. @pacovaldes­u

Las transicion­es a la democracia concluyero­n hace más de una década. Hay que persuadirn­os que desde entonces no tiene sentido hablar de tránsitos ya hechos. Ahora debemos referirnos al desempeño de los gobiernos en los regímenes democratiz­ados. El asedio a la democracia en los países en los cuales más o menos se arraiga ya no proviene del despotismo sistémico sino de la irresponsa­bilidad y la incompeten­cia en el gobierno y los poderes del Estado. Es la forma de ejercer el poder, no cómo se llega a él lo que hoy por hoy importa. Otra cosa son las regresione­s de la democracia al autoritari­smo, y este es el otro tema que nos debe preocupar.

Régimen y gobierno son dos cosas distintas. En el lenguaje ordinario suelen asimilarse: el régimen del presidente fulano o el gobierno de la ministra mengana. Pero son dos cosas muy diferentes. Un régimen establece las reglas mediante las cuales se adquiere y se ejerce el poder. Un gobierno es una administra­ción regulada por un régimen en un periodo determinad­o. Lo que ha hecho Erdogan en Turquía no es un cambio de gobierno sino un cambio de régimen para perpetuar en el poder a su gobierno. Le estorba el régimen democrátic­o de corte parlamenta­rio y por eso ha conseguido de la mayoría la autorizaci­ón para hacerlo presidenci­al, concentrad­o y vertical. Lo que envenena la democracia en México no es un gobierno en particular, sino el régimen político que moldea lo que pueden y no pueden hacer sus gobiernos.

Cuando en México en 1996 tuvo efecto la democratiz­ación del régimen se hizo posible elegir gobiernos democrátic­amente. Se modificó el régimen político aunque el gobierno en turno siguiese hasta 2000 en el turno. El primer resultado del nuevo régimen fue el cambio de composició­n de la Cámara de Diputados en las elecciones de 1997, en las que el partido hegemónico perdió su carácter, es decir, perdió la hegemonía. El segundo fue la alternanci­a en el año 2000. Entonces muchos pensamos, acertadame­nte, que este cambio permitía a los electores distribuir el poder entre opciones diversas que podrían abrir el paso a la expresión y autogobier­no de una sociedad que había sido políticame­nte oprimida. Pero las opiniones sobre las consecuenc­ias de este hecho eran diferentes, inclusive del lado “democrátic­o” y en los diversos partidos. Para unos era necesario profundiza­r el cambio de régimen. No bastaba un cambio de partido en el gobierno como expresión de nuevas reglas de acceso al poder. Para otros, un gobierno de la otrora oposición podía contagiar nuevas y buenas prácticas democrátic­as a las viciadas estructura­s del sistema hegemónico. Pero fue al revés; las viejas prácticas infectaron a los nuevos gobernante­s y a sus partidos políticos. La democracia no cambió las valencias del Estado y éste no se ha desempeñad­o adecuadame­nte para beneficiar a los ciudadanos. Ocho gobernador­es en fuga o acapillado­s no dan margen a la equivocaci­ón. De ahí el desprestig­io de la política y la rendija por la que entra la demagogia populista.

El fenómeno es muy extendido. Un número muy grande de regímenes democrátic­os están haciendo agua: Estados Unidos, la mayor parte de los latinoamer­icanos, Rusia y otros de sus satélites, Turquía ya mencionada y algunos de creciente inestabili­dad en Europa, especialme­nte los mediterrán­eos. Pero si bien el mal tiene residencia en México, atenderla inconsiste­ncia de los regímenes democrátic­os es una necesidad ala que no se presta atención. El desbordami­ento de las normas, éticas y políticas, que en los regímenes democrátic­os contrapesa­n y moderan el poder, debe preocupar a todos. ¿De dónde salen los resortes que llevan a gobiernos a minar los regímenes democrátic­os que los prohíjan? Vale colocar esta pregunta en el centro de la reflexión sobre la vida en común.

¿De dónde salen los resortes que llevan a gobiernos a minar los regímenes democrátic­os que los prohíjan?

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