El Universal

Una agencia marcada por el poder y el misterio

- VÍCTOR SANCHO Correspons­al

En sus 82 años de historia, el Buró Federal de Investigac­iones (FBI) sólo ha tenido siete directores. Antes de eso era una minúscula división de investigac­iones y su importanci­a nacional era relativa debido a que los crímenes federales no era comunes.

En 1935 cambió de nombre, pasó a ser el FBI, y el honor recae en un nombre: John Edgar Hoover, director durante 48 años (1924-1972) —de hecho, murió ejerciendo el cargo—. En las siguientes tres décadas ha habido seis directores: el último, James Comey, acaba de ser destituido. Hoover revolucion­ó la agencia: no sólo le dio el carácter federal, sino que la convirtió en el cuerpo de investigac­iones que es ahora. En 1949 creó la “lista de los fugitivos más buscados” y la división de contrainte­ligencia, persiguió a gángsters en la década de 1930 y a los comunistas en la época más dura de la Guerra Fría.

Tras Hoover, y pasado el escándalo de Watergate, se decidió que el director del FBI fuera siempre nombrado para un periodo de 10 años, en parte para protegerlo de influencia política —es un tiempo superior al máximo de dos mandatos de un presidente—, a pesar de que, siendo un nombramien­to designado por la Casa Blanca y bajo el mando de Departamen­to de Justicia, el carácter partidista siempre está presente.

Sin embargo, se ha buscado hacer prevalecer la tradición de independen­cia del buró: fue por eso que Barack Obama (demócrata) eligió en 2013 a Comey (entonces republican­o) para liderar la agencia, por su “feroz independen­cia y su profunda integridad”. Hasta esta semana, sólo Bill Clinton despidió a un director del FBI, William Sessions. Era 1993 y Sessions fue fulminado por un caso de acusacione­s de carácter ético, incluyendo evasión de impuestos y la negativa a cooperar con una investigac­ión sobre un préstamo hipotecari­o, así como visos de corrupción.

Las confusione­s entre el FBI y la CIA son comunes. Agencias de inteligenc­ia de élite ambas, la diferencia es su ámbito de actuación: mientras la CIA (Agencia Central de Inteligenc­ia) trabaja en amenazas en y desde el extranjero, el FBI trata los casos domésticos. Bonnie y Clyde, Al Capone, el asesinato del presidente John F. Kennedy, la persecució­n del Ku Klux Klan, el Unabomber, el Watergate, la fuga de Alcatraz, el 11-S… Todos los grandes casos criminales de Estados Unidos han pasado por las manos del FBI, que ha tenido que reinventar­se con el paso de los años y pasar, de tener como blanco los crímenes comunes, a las amenazas en territorio estadounid­ense. Ahora sus prioridade­s son la prevención de los ataques terrorista­s, el freno a posibles espionajes y los ciberataqu­es.

El aura de misterio que rodea al FBI provoca que en torno a la agencia hayan aparecido mitos y leyendas. El secretismo de sus investigac­iones, la existencia de una “cámara acorazada” llena de documentos clasificad­os y difundidos públicamen­te a cuentagota­s aumentan las dudas y teorías respecto de cuál es el trabajo del FBI. Muchas son las teorías que relacionan a la agencia con el encubrimie­nto de lo que realmente pasó en grandes casos. Como, por ejemplo, los alegatos de que Marilyn Monroe fue asesinada por un agente del FBI para presionar al presidente Kennedy y demostrarl­e que sabían de sus múltiples affaires extramatri­moniales. O la ocultación de una supuesta verdad sobre el asesinato del propio Kennedy, que muchos dudan que pudiera ser resuelto con tanta celeridad como se hizo de no ser por un encubrimie­nto de la verdad. O la creencia de que el FBI tiene registrado­s contactos con alienígena­s o avistamien­tos de OVNI. Ninguna de las elucubraci­ones ha sido probada. John Edgar Hoover fue designado en 1924 director de la Oficina de Investigac­ión, que en 1935 se convirtió en el FBI. Estuvo ahí hasta 1972.

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