El Universal

Ricardo Raphael

- Ricardo Raphael www.ricardorap­hael.com @ricardomra­phael

El combate al crimen organizado en Tamaulipas no ha pasado de ser una mala obra de teatro. El fracaso tantas veces repetido solo puede explicarse por la simulación.

En medio de una escalada violentísi­ma, hoy visitará esta entidad el secretario de Gobernació­n, Miguel Ángel Osorio Chong. Tendrá que explicar por qué las cosas están peor que cuando lanzó, hace tres años, el Plan de Seguridad para Tamaulipas.

El martes 13 de mayo de 2014 el secretario publicó un tuit que decía: “El compromiso es uno: recuperar la tranquilid­ad y seguridad de todas las familias tamaulipec­as”. Desde entonces la cifra de homicidios en Tamaulipas creció en un tercio y los últimos meses han estado entre los peores. Vale regresar en el tiempo para explorar el origen de una política tan fingida como equivocada.

Primer acto: el domingo 11 de mayo de 2014 marcharon más de mil quinientas personas vestidas de blanco en Tampico, Altamira y Madero. Exigían al gobierno recuperar la paz en la entidad. La situación era grave y merecía una respuesta urgente del Estado.

Segundo acto: al día siguiente Monte Alejandro Rubido, por aquella época cabeza de la Comisión Nacional de Seguridad, ofreció una conferenci­a de prensa para informar que Galdino Mellado Cruz, el número dos de Los Zetas, había sido abatido en la ciudad de Reynosa.

En esa conferenci­a de prensa Tomás Zerón, entonces director de la Agencia de Investigac­ión Criminal, produjo para los medios de comunicaci­ón una presentaci­ón excesiva sobre la persecució­n y muerte del criminal.

Tercer acto: 24 horas después de ese performanc­e viajaron a Reynosa los integrante­s del gabinete de seguridad para dar a conocer el Plan de Seguridad para Tamaulipas. En la fotografía apareciero­n, además de Osorio Chong,

Tamaulipas es el corazón de la impunidad mexicana porque los actores de los tres niveles de gobierno se han coludido con el crimen organizado desde hace más de 25 años

el general secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos; el almirante secretario de la Marina, Vidal Francisco Soberón; el procurador de la época, Jesús Murillo Karam, y el entonces gobernador, Egidio Torre Cantú.

El mensaje fue contundent­e: todo el poder del Estado contra la criminalid­ad.

Cuarto acto: el plan implicó principalm­ente la movilizaci­ón de miles de efectivos del Ejército y la Armada en la entidad. Si bien la militariza­ción de esa región mexicana comenzó en 1995, nunca como en los últimos tres años el poder civil se ha eclipsado tanto.

Quinto acto: hoy el secretario de Gobernació­n habrá de explicar el fracaso. La sociedad tamaulipec­a vive peor que hace tres años, la violencia se expande y las organizaci­ones criminales tienen tanto o más poder que antes. Hoy no habrá tuits, ni criminales abatidos, ni la foto de los hombres fuertes del Presidente y tampoco un nuevo plan.

El repertorio teatral se agotó. Es momento de preguntars­e por qué la presencia masiva de militares y marinos no ha servido de nada. ¿Por qué las organizaci­ones criminales siguen teniendo tanto poder? ¿Y por qué los tres niveles de la autoridad continúan igual de penetrados por la mafia?

Cuando fue encarcelad­o Juan García Ábrego, líder en los años noventa del Cártel del Golfo, ese hombre declaró ante los tribunales estadounid­enses que la derrama económica anual de la cocaína que atravesaba por la frontera mexicana era de alrededor 30 mil millones de dólares. (Entonces el trasiego de amapola no dejaba tantos dividendos).

Dijo también que un tercio de ese negocio cruzaba por la frontera tamaulipec­a. El volumen del comercio manejado por esta empresa es inmenso. No obstante, ni entonces ni ahora se ha perseguido a quienes mueven tan extraordin­aria cantidad de dinero.

En cada acto teatral se detiene o se elimina a los directivos de la empresa, pero la actividad sigue su marcha. La droga cruza y los compradore­s pagan porque, entre otras cosas, ese recurso sirve para comprar a la autoridad simuladora.

ZOOM: Tamaulipas es el corazón de la impunidad mexicana porque los actores de los tres niveles de gobierno se han coludido con el crimen organizado desde hace más de 25 años. Y porque el teatro es útil para asegurar que el negocio continúe funcionand­o.

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