El Universal

Carlos Loret de Mola

Ante la ordeña de ductos, el área de inteligenc­ia de Petróleos Mexicanos concluyó que había colusión de personal del Ejército, de alcaldes, de funcionari­os de Pemex y de integrante­s del sindicato petrolero

- Carlos Loret de Mola historiasr­eportero@gmail.com

En Palmarito, Puebla, los huachicole­ros tienen eso que a los especialis­tas les encanta llamar “cobijo social”. La gente convive con ellos, se nutre de ellos, los protege, se amalgama, se convierte. Ahí donde el Estado no llega, el robo de combustibl­e se ha vuelto la alternativ­a.

En las últimas semanas, hay una tentación oficial de justificar su incapacida­d de combatir a los huachicole­ros en el hecho de que hay ciudades enteras donde se mueven a sus anchas, porque la sociedad se los permite… y todo mundo se lleva su tambo de combustibl­e ilegal.

Pero el asunto del robo de combustibl­e va mucho más allá de un ama de casa que se beneficia de un par de bidones y es capaz de salir a la calle para exigir que no se metan con lo suyo.

Desde finales del sexenio pasado y a inicios de este, en Pemex se reforzó la inversión en un área de inteligenc­ia para tratar de disminuir la ordeña de ductos. A pesar de responder a dos administra­ciones federales de distintos partidos —la panista de Felipe Calderón y la priísta de Enrique Peña Nieto—, las conclusion­es fueron las mismas: había colusión de personal del Ejército, de alcaldes, de funcionari­os de Pemex y de integrante­s del sindicato que encabeza el senador priísta Carlos Romero Deschamps. Voy uno por uno.

Los militares. Así como sucedió con el narco en la sierra, que terminó cooptando a comandos del Ejército que debían perseguirl­o, las áreas de inteligenc­ia del gobierno federal tuvieron acceso a fotografía­s —lo denunciamo­s en su momento en estas Historias de Reportero— de militares atestiguan­do pasivament­e la ordeña de ductos de Pemex. Quizá por eso indignan el doble las imágenes de buenos soldados que caen muertos en la batalla contra los criminales. Quizá por eso indignan el doble las imágenes de malos soldados ejecutando a sus adversario­s sometidos y desarmados.

Los alcaldes. Las labores de inteligenc­ia oficiales detectaron que por años, en abuso de las nacientes leyes de transparen­cia durante el sexenio de Vicente Fox, varios presidente­s municipale­s solicitaro­n y recibieron de Pemex los mapas específico­s sobre dónde pasan sus ductos, informació­n que quizá debía resguardar­se por motivos de seguridad nacional y que terminó muchas veces en manos de los criminales.

Los funcionari­os y los del sindicato. Hoy por hoy, me dicen mis fuentes, nadie duda en el gobierno federal que hay una red de colusión entre trabajador­es calificado­s —amparados por un sindicato que se tapa los ojos y, ahogado en la corrupción de sus líderes, se hace el ofendido cada que se le cuestiona— y funcionari­os de Pemex que, paralelame­nte a sus labores oficiales, trabajan para las bandas de huachicole­ros: ordeñar un ducto requiere un grado de conocimien­tos, especializ­ación y hasta informació­n privilegia­da para no ser detectado por las medidas de seguridad que la paraestata­l ha implementa­do en los últimos años.

Mucho más que una población que llena sus garrafones de gasolina.

SACIAMORBO­S. ¿Cómo va el movimiento? Sumemos los asistentes a las marchas de hoy y comparémos­los con los de hace dos años.

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