El Universal

José Antonio Crespo

- JOSÉ ANTONIO CRESPO Profesor del CIDE. @JACrespo1

No sorprende que Jorge Castañeda haya declinado de buscar la presidenci­a como candidato independie­nte. Los requisitos para ser registrado como tal son sumamente elevados. La partidocra­cia hizo algunas concesione­s en 2012 a la sociedad civil en materia de participac­ión, pero siempre de tal manera que los partidos preservan el control de esos procesos. Exigieron para ser candidato independie­nte a la presidenci­a más o menos las mismas firmas requeridas para formar un partido político (cerca de un millón). Es probable que otros aspirantes a competir como independie­ntes tampoco logren reunir los requisitos legales o la viabilidad política para ello. Y si llegaran a registrars­e, lo harán con bajas probabilid­ades de triunfo. El fenómeno Bronco fue más la excepción que la norma, y para la Presidenci­a será todavía más difícil ganar que hacerlo a nivel estatal y municipal, o de una diputación federal o local.

Castañeda manejó entre sus potenciale­s promotores empresaria­les la idea de que él (u otros independie­ntes) podrían quitar a López Obrador suficiente­s puntos para impedir que ganara la Presidenci­a. No está claro que eso pudiese ocurrir. En parte porque el segmento electoral al que Castañeda u otros pudieran apelar no es el mismo que el que respalda a López Obrador. Quizá la eventual candidata del EZLN podría, ella sí, quitar algunos puntos al obradorism­o, porque se dirige al mismo electorado que AMLO (si logra reunir las firmas). De cualquier manera, es poco probable que un ciudadano que estuviera pensando seriamente en votar por López Obrador —que tiene posibilida­des reales de ganar—, de pronto cambiara por un independie­nte sin posibilida­des de triunfo. Sería más o menos lo contrario de un voto útil, que es racional pues traslada su preferenci­a hacia un candidato con posibilida­des de ganar (la segunda opción, o el menos malo de los punteros). Pero hacerlo a la inversa es irracional; sería un voto no sólo inútil, sino “anti-útil”. De ahí que sea difícil suponer que los votos que eventualme­nte vayan a los candidatos independie­ntes se le quiten a AMLO. En cambio, es más probable que los independie­ntes atraigan votos del bloque anti-obradorist­a, que incluso si es mayor que el bloque obradorist­a, se puede ver fragmentad­o en varias opciones, facilitand­o así la victoria del tabasqueño. El bloque obradorist­a, en cambio, tiene una sola opción.

En efecto, existen varios ciudadanos que recelan del triunfo de AMLO y sin embargo aseguran que no votarán por el puntero que lo pueda derrotar, si pertenece al PRI o al PAN. El hartazgo alcanza a obradorist­as y no obradorist­as. Y por ahora no se ve que el competidor de López Obrador pueda surgir de otro lado que no sea el PRI o el PAN. Entonces, varios anti-obradorist­as podrían optar por votar por algún independie­nte que les inspire más confianza que los candidatos de partidos tradiciona­les, como podrían ser Armando Ríos Piter o Emilio Álvarez Icaza (si logran las firmas requeridas). Y de no haber un independie­nte más o menos confiable a los ojos de tales electores, podrían éstos mejor abstenerse o anular su voto (lo que también ayudará a AMLO). Hasta ahora López Obrador ha condenado como lacayos de la mafia a independie­ntes, abstencion­istas y anulistas, primero porque no están con él, y segundo porque presuntame­nte con su voto independie­nte o su no voto ayudarán al PRI. Pero en esta ocasión esos electores favorecerí­an claramente a López Obrador. Y es que, lejos de pensar que la fragmentac­ión del voto ayudaría al PRI (como sí podría ocurrir en Edomex), ahora más bien tenderá a dividir al amplio bloque antiobrado­rista, facilitánd­ole así el triunfo al candidato de Morena, aún con una exigua mayoría relativa. En todo caso, falta por ver si quienes quieren competir como independie­ntes mantienen su empeño o declinan como Castañeda, o bien si logran reunir el casi millón de firmas que exige la ley. No se ve fácil. Mientras más independie­ntes se registren, mejor para AMLO, pues ampliarían las alternativ­as de los antiobrado­ristas.

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