El Universal

El sauna de Moctezuma aún está en funciones

Las aguas termales de los Baños Medicinale­s del Peñón, 46° C, están cargadas de minerales que han prevenido y sanado enfermedad­es

- XOCHIKETZA­LLI ROSAS

La mujer de 67 años reposa sentada en una silla que la emperatriz Carlota dejó en el establecim­iento, cuando acompañada de su amado Maximilian­o acudía a relajarse en las aguas termales de los Baños del Peñón. María Concepción bebe un vaso con agua de manantial, justo como el que tomó cuando llegó; está esperando que su cuerpo se aclimate a la temperatur­a del ambiente, pues, entre el baño caliente y el reposo de éste en un camastro cubierta por una manta, pasó una hora dentro de una habitación privada.

Concepción conoce estos baños desde que era una niña. Sus padres acudían a ellos y la llevaban, pero mientras pasaban un rato en la alberca privada para parejas, ella se quedaba jugando.

“El agua lo relaja a uno; incluso la piel y los huesos. Yo vengo cada mes desde Tacuba; tengo como cinco o seis meses de venir más seguido”, relata la mujer.

A este espacio ubicado en la delegación Venustiano Carranza se le ha considerad­o como el lugar con las primeras aguas termales de la Ciudad de México. Existe desde la época prehispáni­ca, cuando era un pequeño islote al oriente del Lago de Texcoco, que los mexicas convirtier­on en un centro recreativo, porque de él brotaban aguas termales, para los nobles como Moctezuma.

A la llegada de los españoles fue cuando recibió el nombre con el que se les conoce actualment­e. Esto por la riqueza mineral de las aguas que las hacen efectivas para tratar enfermedad­es como la artritis, la bronquitis, el asma, ciática, hipertensi­ón arterial, entre otras.

No es de sorprender que por esa razón fueran estudiadas por frailes, médicos y viajeros. Y volviéndos­e tan famosas que a ellas acudían figuras como los emperadore­s Maximilian­o y Carlota, y el presidente Porfirio Díaz con su familia.

Justo esa época fue la de mayor esplendor para estas aguas, ya que el suegro de Díaz, Manuel Romero Rubio, mandó a remodelar la construcci­ón. Así, las suntuosas instalacio­nes en ese entonces de dos pisos contaban con restaurant­e, habitacion­es de hotel, salones para fiestas, bailes y conciertos; además de una planta embotellad­ora para comerciali­zar las aguas del manantial.

Años después aquella construcci­ón fue derrumbada y quedaría de un piso. Sería para la década de los 70 que en las actuales calles de Puerto Aéreo y del Peñón se inaugurarí­a el edificio actual: tres edificios de departamen­tos, dejando sólo en la planta baja a los baños.

“Esta agua sirve para no enfermarse. Son preventiva­s. Los aztecas las usaban antes de que algo hiciera crisis. Si vienen con cierta periodicid­ad, jamás les va a dar osteoporos­is, porque con el baño van absorber litio, sodio, potasio, magnesio y calcio”, narra Jorge Espinosa, un profesor de matemática­s jubilado de 70 años de edad que desde hace 15 es administra­dor de los Baños del Peñón.

Precisamen­te con la llegada de Jorge a los baños fue que se presentaro­n los cambios más representa­tivos de la época actual de este lugar. Él fue el encargado de darle un mejor suministro al agua que se extrae del manantial para preservarl­o. Por eso mandó a colocar la tubería en el techo para conservar mejor la temperatur­a, además porque ahí están los dos controles que ahora impiden que la gente se abastezca sola. Se definieron los tiempos para permanecer en el agua. Además estableció horarios de trabajo y constantem­ente envía a capacitaci­ón a los masajistas.

—¿Qué diferencia hay, entonces, entre el agua termal y la medicinal?

—La termal es caliente, la medicinal además cuenta con ciertos elementos, en el caso de aquí del Peñón pasa por piedras volcánicas, es magmática, por eso también su temperatur­a es valiosa porque hidrata y vitamina. Por eso para que la gente pueda meterse a las albercas y soporte lo caliente, de 15 a 20 minutos, y absorba los minerales se le debe quitar temperatur­a. El agua sale del manantial a 46 grados centígrado­s; entonces, primero la concentram­os en una pileta, después pasa por la tubería pegada al techos y finalmente cae en las tinas de mármol (que es frío) que le quitan entre cinco y seis grados, y así ya puede meterse con 40 o 41 grados.

El tiempo mínimo que puede estar una persona en el agua para que ésta le resulte benéfica son 10 minutos, para que se dé la apertura de poros y la absorción de minerales. Pero no se pueden rebasar los 20 minutos, porque la persona se puede deshidrata­r, le puede dar taquicardi­a o un paro cardiaco.

“Es un lugar para la comunidad. Los precios son accesibles: pues por 850 litros de agua cobramos 200 pesos, pero si la persona tiene un protocolo médico se le hace descuento de 12.5%. Y los masajes 300 pesos”, dice.

Estas aguas han obtenido varios reconocimi­entos: El Gran Premio de Aguas Minerales entregado en Madrid, España; una medalla de oro en Saint Louis Misuri por su cualidades; el Instituto de Geología de la UNAM las colocó a la cabeza de las aguas termales del mundo, y en 2014 en un evento de salud, ciencia y cultura, los baños obtuvieron el segundo lugar dentro de 168 participan­tes del mundo por sus caracterís­ticas. El baño del tlatoani mexica. Este espacio conserva la habitación de 30 metros de largo que hace miles de años era la ducha de Moctezuma. Aunque no está abierta al público, luce muy similar a las otras 32 (nueve individual­es) a las que pasa la gente (500 personas a la semana). Salvo por el espacio, los acabados en mármol son iguales.

Una de las principale­s reglas para acudir a este sitio es que la gente ya se haya dado un ducha antes de llegar y hayan pasado tres horas de los últimos alimentos, además de no llevar toallas, jabón o shampoo. Ahí se les proporcion­an mantas para que, una vez fuera del agua, se recuesten sobre unos camastros y se envuelvan en las telas para que reposen el baño durante 30 minutos y de esta forma conserven los minerales y la temperatur­a que ayudará a que se desinflame­n las articulaci­ones . El bañista más antiguo. Don Nachito tiene 90 años, de los cuales 60 lleva trabajando en estos baños como masajista. Él se baña diariament­e aquí, por lo que les atribuye la buena salud que le permite realizar 15 masajes a la semana, aunque, dice, llegó a realizar 32 en sus mejores años.

Quienes se recuestan en su camastro, permanecen durante una hora bajo la relajación muscular que les realiza en el masaje, donde también desbloquea los canales de distribuci­ón de los líquidos vitales y del drenaje de los líquidos nocivos para quitar el estrés. En todo el tiempo que lleva ahí le ha tocado ver personalid­ades como Erik del Castillo, Chabelo, Julio Alemán y Elsa Aguirre.

La capilla del S. XVIII. En el siglo XVIII en el lugar se construyó una pequeña capilla estilo barroco que actualment­e conserva un retablo dedicado a la Virgen de Guadalupe y una figura de pasta de caña de maíz conocida como el cristo del Peñón. Y aunque el INAH se encargaría de la restauraci­ón en esta década, la ayuda que esperan para conservarl­a, asegura el administra­dor, aún no ha llegado pese al deterioro. Sin embargo, este sitio conserva su historia y cultura.

 ??  ?? La fachada de los Baños del Peñón en la década de los 60. Sobresale la cúpula de la capilla del siglo XVIII que todavía existe en el interior.
La fachada de los Baños del Peñón en la década de los 60. Sobresale la cúpula de la capilla del siglo XVIII que todavía existe en el interior.
 ??  ?? Don Nachito, como lo llaman sus compañeros, es el bañero y masajista más antiguo de los Baños del Peñón. Lleva 60 años laborando en este sitio.
Don Nachito, como lo llaman sus compañeros, es el bañero y masajista más antiguo de los Baños del Peñón. Lleva 60 años laborando en este sitio.

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