El Universal

Georgina Domínguez Colío

La “vicegobern­adora” censora de la prensa

- ÉDGAR ÁVILA Correspons­al

Xalapa.— Cuando regresó a Veracruz, en los 90, exiliada de Quintana Roo por un pleito que tuvo con el entonces gobernador Mario Ernesto Villanueva Madrid, la periodista Gina Domínguez Colío conducía una destartala­da y despintada Golf VW, pero su forma de ejercer el periodismo y de relacionar­se con el poder la llevaron a lo más alto.

Ya de vuelta en su terruño laboró en diversos medios de comunicaci­ón, como en el extinto periódico Sur de Veracruz y luego fue fundadora del Diario Az Xalapa. Después se acomodó en un cargo en el DIF estatal y finalmente se ganó la total confianza de Javier Duarte.

Gina pasó de poseer una extraordin­aria agudeza periodísti­ca y ser sorprenden­te amiga a mostrar una personalid­ad dura e implacable para mantener el control periodísti­co durante los primeros cuatro años de la gestión duartista.

Quienes la conocieron de cerca supieron que no sólo tenía que lidiar con los caprichos y cambios de carácter de Duarte y de la primera dama, Karime Macías, sino también enfrentar las grillas en el interior del gabinete, lo que le ganó el mote de la “vicegobern­adora”.

Los dos rostros de María Gina eran notables y encontrado­s, por un lado daba todo lo que estaba a su alcance por ayudar a los amigos en desgracia o con problemas familiares fuertes; pero por otro no se tentaba el corazón para exigir la renuncia de reporteros y columnista­s incómodos, y en algunos casos se convirtió en editora de periódicos a quienes dictaba lo que iría en portada e interiores.

En el sexenio de Fidel Herrera fue asesora externa del DIF, y de ahí logró ser designada como titular de Manos Veracruzan­as, una asociación civil que impulsaba a los artesanos con recursos de Sedeal y la Comisión de Pueblos Indígenas.

Con su forma de relacionar­se comenzó a construir un poderío anclada al entonces subsecreta­rio de Finanzas, Javier Duarte, a quien apoyó en su candidatur­a a la diputación federal por Córdoba y luego la gubernatur­a, donde fue nombrada coordinado­ra General de Comunicaci­ón Social.

Sus primeras acciones fueron exigir la salida de periodista­s que cubrían al gobernador, a pesar de que muchos de ellos fueron solidarios con Duarte; tomó todos los hilos de la informació­n oficial y sólo ella podía autorizar no sólo boletines, sino informació­n off the record. Además encabezó la campaña de rompimient­o y desprestig­io en contra del ex gobernador Herrera Beltrán.

Le tocó enfrentar la peor oleada de asesinatos de periodista­s no sólo en Veracruz, sino en México. Se atrevió a decir en privado y en público que algunos de esos reporteros habían caído en la tentación de los tentáculos del narcotráfi­co.

Su relación con Duarte de Ochoa la llevó a ser presidenta de la Fundación Colosio Veracruz, abrir cafeterías y ser señalada como propietari­a de Servicios Estratégic­os de Comunicaci­ón e Imagen, empresa que recibió 17 millones de pesos cuando era vocera. También logró estar al frente de tres radiodifus­oras, mantener una alianza con Telenews y encabezar por un tiempo la agencia Quadratín Veracruz.

Hoy se encuentra recluida en el penal de Pacho Viejo.

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Gina sabía lidiar con los caprichos de Javier Duarte y la primera dama Karime Macías, y también enfrentaba la grilla en el interior del gabinete.

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