El Universal

Días de perros

- Por GABRIEL GUERRA Analista político y comunicado­r. Twitter: @gabrielgue­rrac Facebook: Gabriel Guerra Castellano­s

Se le llama así a esos días de insoportab­le calor en pleno verano y no porque algo tengan que ver con los también conocidos como mejores amigos del hombre. No, la referencia es más bien astronómic­a y alude a un acontecimi­ento en la constelaci­ón de Can, que coincide con los meses de julio a septiembre, los más calurosos en la Europa mediterrán­ea.

En México este mayo ha sido insoportab­lemente caluroso. Los días de perros se nos han adelantado, exacerband­o lo mismo los niveles de contaminac­ión que los de irritación. Las cosas no están como para desahogars­e haciendo ejercicio físico y entonces no nos queda más que la contemplac­ión, la lectura y el letargo, elementos indispensa­bles para las mentes traviesas, o malignas, dirían algunos.

Termino de leer una novela de Philip Roth, el gran Philip Roth, que aunque situada en los años 40 del siglo pasado bien podría ser una crónica contemporá­nea, o un texto futurista. The Plot Against America nos lleva a ese periodo de la historia en el que, ante la sombra nazi-fascista que se proyectaba sobre el mundo provenient­e de Europa, algunos en Estados Unidos de América abogaban por la no participac­ión, por la neutralida­d en el conflicto mundial que se avecinaba.

Liderado por algunos de los republican­os más profundame­nte de derecha, el movimiento en contra del involucram­iento tomó el sencillo y simplista nombre de “America First”. Sus simpatías y afinidades con la Alemania nazi se fueron haciendo cada vez más evidentes, como lo fue también su creciente (o más impúdico) antisemiti­smo. Roth imagina un escenario en el que las fuerzas aislacioni­stas ganan la presidenci­a de EU en 1940 con un candidato épico, el piloto Charles Lindbergh y comienzan a implementa­r sus políticas discrimina­torias y de odio.

Más impactante aun es la manera en la que, en la novela, muchos estadounid­enses comunes y corrientes, blancos y cristianos, hacen suyas esas medidas y, alentados por el discurso de odio y exclusión de la Casa Blanca, revelan el feo rostro de la discrimina­ción tras la máscara de civilidad WASP que usan diariament­e.

Tanto o más impresiona­nte es ver cómo las institucio­nes diseñadas para ser contrapeso del poder ejecutivo fracasan, o ni siquiera intentan cumplir con su función básica, primordial. Ni el poder legislativ­o, ni el judicial, ni el autodenomi­nado cuarto poder de los medios de comunicaci­ón pueden, o quieren, acotar los ímpetus nazi-fascistas de Lindbergh y sus aliados.

Las coincidenc­ias con lo que hoy sucede en EU son obvias, y hacen de esta obra, probableme­nte la mejor de Roth, una advertenci­a para actuales y futuras generacion­es: no importa el maquillaje, los andamios, la escenograf­ía, las democracia­s son solo tan fuertes como las sociedades, los valores, los individuos que las conforman.

Y ahí, para nosotros en México, una moraleja: hay que concentrar­se en identifica­r a los verdaderos enemigos de la democracia, de la sociedad, del país mismo, y dejarse de retórica y politiquer­ía baratas.

Hace unos días reflexiona­ba yo al respecto en redes sociales, a propósito del conflicto huachicole­ro y de los asesinatos de periodista­s. Las reacciones me sorprendie­ron y entristeci­eron: la gran mayoría culpa al gobierno de todo, y tienen razón en lo que a omisiones, corrupción, complicida­des (personales o institucio­nales) respecta. Pero nadie, nadie, culpa al narco, al crimen organizado que se ha metido en todos los rincones de este nuestro país.

Ese es nuestro enemigo y sería bueno recordarlo antes de que, en medio de las campañas electorale­s, se nos olvide de nuevo.

En México hay que concentrar­se en identifica­r a los verdaderos enemigos de la democracia, de la sociedad, del país mismo

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