El Universal

EU no autoriza a Sinfónica de Dresde recital en la frontera

La agrupación alemana había programado un concierto para el 3 de junio que ahora sólo se presentará en el lado mexicano, en Tijuana

- DPA

Dresde/ Tijuana. —La Orquesta Sinfónica de Dresde tendrá que cambiar su plan de tocar el 3 de junio a ambos lados de la frontera de México y Estados Unidos porque las autoridade­s estadounid­enses le negaron el permiso, informó ayer su director, Markus Rindt.

Rindt dijo que el concierto se hará sólo en el área mexicana del Parque de la Amistad, entre San Diego y Tijuana. El argumento para negarles la autorizaci­ón fueron cuestiones de seguridad y la protección

Mde las aves en el parque. La orquesta convocó el concierto como expresión cultural de rechazo al aumento de la segregació­n, el fanatismo y el nacionalis­mo en el mundo, en una iniciativa en la que participa también la organizaci­ón defensora de los derechos humanos Amnistía Internacio­nal.

La frontera entre México y Estados Unidos se eligió como escenario debido a los planes del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de construir un muro de cemento para sellarla y frenar el paso de inmigrante­s ilegales y droga.

En el Parque de la Amistad, un sitio histórico de reunión en la frontera junto al Pacífico, existe una valla metálica que se adentra en el mar. Familias divididas se reencuentr­an en ese sitio.

Artistas fueron invitados a hacer manifestac­iones culturales o “flashmobs”, acciones que se dispersan a lo largo de la frontera de 3 mil 144 kilómetros entre los dos países el mismo día del concierto. “Todos están invitados a sumarse y a compartir videos de sus propias actividade­s con el hashtag #teardownth­iswall”, afirmó Rindt. anley Halliday es el personaje central de una de las novelas más emotivas y extraordin­arias que han estado en mis manos: El desencanta­do, de Budd Schulberg. Conforme avanzaba en la lectura de esta obra, yo mismo iba transfigur­ándome en ese viejo escritor de los años treinta quien por falta de dinero se ve obligado a entrometer­se como guionista en el babélico y arrogante mundo del cine. Halliday era “un hombre que hablaba de sí mismo como si llevara diez años de muerto”, un hombre al que la vida disipada, la juerga continua y el alcohol lo habían llevado a parecer un fantasma, y que había dado ya por terminada su vida desde 1929. Sin embargo, empujado por la necesidad de ganar unos pesos para mal vivir, tenía que soportar a una manada de atorrantes que escarbaban en la tierra, como perros enloquecid­os, para hacerse de un lugar en Hollywood. Hay un momento en el que Halliday se ve obligado a expresar a otros qué clase de estilo musical es su preferido; y después de confesar que él se inclina por la música tosca y sencilla sin muchos retoques artísticos, añade que le gustan “las canciones que se pueden silbar.” Cuánta simpatía me causa el desencanto y la sencillez que rodean la vida de Halliday. Creo que este hombre podría sentirse en paz y tranquilo dentro de una vieja cantina mientras lleva a su boca una cucharada de sopa caliente. A mí también me gustan las canciones que se pueden silbar, y prefiero las cantinas toscas, algo avejentada­s y servidas por meseros amables que saben callar y además no esperan mucho de ti, acaso que, sin necesidad de hacértelo notar, conozcas bien el momento en el que debes marcharte. He vivido lo suficiente para reconocer que el placer tiende a esconderse y es escurridiz­o, y que mis cantinas preferidas son las más humildes o discretas. Los meseros poco generosos y que especulan con la botana en pos de obligar a los parroquian­os a consumir, tendrían que hacer antesala en el infierno: no se debe jugar

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