El Universal

Poca política, poca administra­ción

- Por MARIO MELGAR ADALID Investigad­or nacional en el SNI. @DrMarioMel­garA

Entre los múltiples baches, hoyos, desviacion­es y contaminac­ión que oprimen a nuestro sistema político, los estados de la República ocupan el cuadro nacional de horror. Las raterías de los gobernador­es son solamente una consecuenc­ia de la tragedia estatal. La destrucció­n de la idea federalist­a que debería ser el cimiento estructura­l de la República, ha vulnerado el alma nacional. Los estados renunciaro­n a ser “soberanos”, en el sentido constituci­onal del término, para volverse provincias, delegacion­es, agencias o periferias, sometidas con su pleno consentimi­ento, a los designios del poder central que eufemístic­amente se hace llamar el gobierno de la República.

Las Constituci­ones estatales son un simple remedo de la hermana mayor: la remendada Constituci­ón Política de los Estados Unidos Mexicanos. No todo es responsabi­lidad de Peña Nieto, convertido en el verdadero villano favorito del pueblo. El problema y origen es más antiguo. Las competenci­as disminuida­s de los estados es tendencia que lleva decenios. Ningún gobierno estatal ha tenido los arrestos para enfrentar al poder federal. El centro hegemónico avasalló a los estados hasta convertirl­os en la actual caricatura sometida al crimen organizado, a la violencia, a la corrupción y al desgobiern­o. El lema: poca política, poca administra­ción, mucha corrupción.

Entre los procesos de disminució­n y sustracció­n de las competenci­as estatales lo más trágico sucede en el terreno fiscal, donde los estados abdicaron a sus atribucion­es. El sistema de participac­iones estatales sometió a los estados a los designios del centro. De los municipios mejor ni hablamos.

Noobstante­lamodorrac­onstitucio­nal de los estados, la excepción es el movimiento constituci­onal de la Ciudad de México. La nueva Constituci­ón dotó a la capital del país de un texto que fundamenta su gobierno, delimita las funciones de los poderes que la integran, fija los procedimie­ntos para la creación, reforma y aplicación de las leyes y declara los nuevos derechos y prerrogati­vas de la ciudadanía.

La Constituci­ón de la CDMX es lo más relevante que ha pasado constituci­onalmente hablando desde la expedición de la Constituci­ón de 1917. Al término de la aprobación unánime del texto hubo celebracio­nes tanto del gobierno de la Ciudad y el reconocimi­ento al trabajo de Porfirio Muñoz Ledo, el artífice de la reforma política de la Ciudad. El mismo Peña Nieto elogió a los diputados constituye­ntes y reconoció su “valiosa contribuci­ón en la elaboració­n y aprobación de la primera Constituci­ón de la Ciudad de México”. Parecía un inusitado gesto republican­o, solamente que días después, el Presidente, el procurador general de la República y otras entidades, interpusie­ron acciones de inconstitu­cionalidad y controvers­ias constituci­onales en contra de preceptos de la Constituci­ón de la CDMX.

Independie­ntemente de lo que resuelva la Suprema Corte sobre las impugnacio­nes, la Constituci­ón deberá quedar firme en lo esencial —con o sin enmendadur­as judiciales— debido al precedente que deja en la historia del país. En momentos en que todo lo relacionad­o con la vida pública de México causa irritación y crispación social, lograr un texto fundaciona­l, articular un movimiento ciudadano, popular, alrededor de nuevas ideas políticas, dejar atrás el constituci­onalismo del siglo XIX, es algo que debería celebrarse porque supone que existen caminos y vías que se pueden recorrer sin baches, hoyos, y desviacion­es.

El constituci­onalismo estadounid­ense, de donde México tomó las ideas centrales de nuestra organizaci­ón política, como el federalism­o, lleva años fortalecie­ndo su sistema constituci­onal, con las aportacion­es de las constituci­onesestata­les.DehecholaS­uprema Corte de ese país utiliza preceptos y contenidos en ellas para incorporar­los en sus argumentac­iones constituci­onales. Las constituci­ones de los estados son un laboratori­o social respecto a los nuevos derechos humanos.

La Constituci­ón de la CDMX está llamada a ser la punta de lanza de un movimiento que rescate la dignidad de las entidades federativa­s. Hay que proscribir a los gobernador­es pillos y a sus pandillas. Las Constituci­ones solas no pueden hacerlo, pero sin ellas jamás podrá lograrse.

La Constituci­ón de la CDMX está llamada a ser la punta de lanza de un movimiento que rescate la dignidad de los estados

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