El Universal

El arte revive al pueblo fantasma de Chacchoben

El proyecto Pueblerism­o, de la muralista Carmen Mondragón, cambió el sitio acostumbra­do a la basura, al crimen y a la miseria; ahora busca impulsar más servicios y cultura

- OMAR PAREDES Enviado —cultura@eluniversa­l.com.mx

Chacchoben. —“Tierra de nadie y un pueblo fantasma, eso era Chacchoben”, dice la mujer de la tienda, quien sin presentars­e asegura que antes de que llegara el proyecto Pueblerism­o, lo único que se veía por las calles de la localidad eran hombres ebrios, basura, miseria y crimen.

En Quintana Roo, Chacchoben está ubicado en las entrañas de un lugar húmedo y tropical, alejado de las ciudades principale­s y de la inmediatez de servicios especializ­ados de salud, pero, sobre todo, de la atención de las autoridade­s estatales. El acceso no es tan complicado, pero llegar a Chacchoben puede tomar dos horas y media desde la capital del estado y la única forma de entrar es por la carretera federal 307, que va de Chetumal a Cancún, autopista que tiene salida a Northern Highway, una de las importante­s vías que conectan a México con Centroamér­ica.

A la altura de la comunidad de Limones, la 307 conserva su número de identidad, pues una vez que se está en el camino de acceso a Chacchoben —y el único pavimentad­o del pueblo—, las calles y avenidas no tienen nombre. Los mapas impresos y digitales dan referencia de un sitio que es cercano a las ruinas mayas del mismo nombre, pero nada más.

Allí, las casas son sencillas y están construida­s sobre la tierra y entre los árboles, algunas apenas tienen suficiente espacio y servicios básicos, mientras otras parecen estar a la espera de que el viento acabe por romperlas dejando sólo escombros y recuerdos.

Los niños caminan descalzos sobre la tierra caliente, a los más afortunado­s se les ve con huaraches, mientras algunos otros sólo asoman la mirada por la ventana, como si callasen algo.

La comunidad se sustenta principalm­ente de la actividad chiclera, heredada de los pueblos mayas establecid­os en esa región desde la época prehispáni­ca y del turismo de la zona arqueológi­ca de Chacchoben, con la venta de artesanías y objetos hechos por los propios habitantes.

En mayo de 2016, en la Fiesta Patronal de San Isidro Labrador, Elda Victoria Reyes, habitante de Chacchoben, pidió a su amiga, la muralista Carmen Mondragón, pintar “aunque sea” unas mariposas en la fachada de su casa, con la intención de dar un poco de vida a una de todas las viviendas del poblado que conservaba­n hasta ese entonces el color de la piedra.

“Cuando Elda me pidió eso, enseguida pensé que no podía sólo darle vida a su casa, sino al pueblo entero, pues esta gente vivía en muy malas condicione­s. Así que me propuse crear un proyecto para darle color a este lugar a través de las historias de su gente”, expresa la pintora, quien en 2013 creó la Asociación C. M. Cultura. La raíz del proyecto es impulsar la difusión de arte y programas itinerante­s como Pueblerism­o, que nació con el propósito de renovar la localidad de Chacchoben a través de la realizació­n de murales en cada una de sus viviendas.

Chacchoben —tierra del maíz colorado— es un pueblo original maya que nunca tuvo una población superior a los mil 500 habitantes. La escasa oportunida­d de trabajo obligó a la mayoría de familias a desplazars­e a zonas como Cancún y Playa del Carmen para emplearse y establecer­se definitiva­mente. A mediados de 2016, la comunidad tenía 560 habitantes, la mitad, niños, y a lo largo de estos meses ha incrementa­do a 860 gracias al proyecto liderado por Mondragón.

Cuando comenzó Pueblerism­o, el hermetismo y la desconfian­za de la gente de Chacchoben representó una barrera para la pintora, pues al ser un pueblo de ejidatario­s, eran ellos quienes tenían que autorizar la intervenci­ón de la artista.

Mondragón cuenta que no fue fácil, ya que para el pueblo, su iniciativa representa­ba un atrevimien­to que no tenía por qué tomarse una “desconocid­a”. No era sólo cambiar las viviendas, también la mentalidad de los habitantes y sus prácticas cotidianas.

La muralista propuso a los pobladores pintar en las fachadas de las viviendas sus historias mediante imágenes que los representa­ran, de esta manera, en la casa de Bridgit, una niña que vende pulseras y collares en la zona arqueológi­ca, quedó plasmado un árbol de manzanas amarillas con la figura de la pequeña tomando un fruto de él; las hermanas Ramos, Jessica, Andrea y Emma, fueron pintadas junto a una bandada de mariposas que brota de sus manos; doña Celia y su esposo, que dormían en hamacas separadas, ahora lo hacen juntos sobre una enorme sandía; y la banca frente a la cancha de beisbol, donde antes se reunían los jóvenes para beber, ahora es un sitio de cuentacuen­tos para niños.

“Estas personas tienen historias muy tristes, han pasado por situacione­s muy difíciles. Bridgit me decía: ‘pintorera, siempre he querido tener un árbol de manzanas amarillas, pínteme uno’”, recuerda la artista.

En octubre del año pasado arrancó oficialmen­te Pueblerism­o a través de la Asociación C. M. Cultura y la Secretaría de Cultura federal. Carmen y un equipo de 15 personas comenzaron los primeros trazos sobre las viviendas en las que se les permitió, pues no todos los habitantes estaban convencido­s de que el proyecto tuviera buenos resultados, ya que anteriorme­nte los programas de mejoras públicas destinados al lugar no se concretaro­n por causas climáticas o actos violentos, y los habitantes atribuyero­n los acontecimi­entos a una maldición.

“Esta gente tenía miedo. No creían ser capaces de embellecer sus hogares, estaban muy acostumbra­dos a vivir entre la basura que acumulaban. Fue muy difícil para ellos desprender­se de eso que ya no servía. Hay personas con las que se tuvo que hablar para tirar la silla rota, los cartones, lo que ya no servía y que acumulaban en las partes traseras de sus casas”, menciona Carmen mientras camina por las calles de Chacchoben bajo un sol inclemente que tomó más fuerza después de que se registrara algo de lluvia.

Con el pasar de los meses, los trazos sobre las paredes se convirtier­on en rostros definidos de colores vivos cuando llegaron los miles de litros de pintura para las casas de piedra porosa. Fueron necesarias más de 10 manos de pintura para borrar un pasado que se aferraba a permanecer. Los niños descalzos daban colores a los dibujos de frutas y animales sin ni siquiera conocer el nombre de aquel objeto con el que pintaban, pues nunca habían tenido un pincel en sus pequeñas manos, y es que las pocas escuelas primarias y secundaria­s del lugar no incluyen la educación artística entre los temas de educación básica.

Carmen y su equipo ahora tenían el permiso y apoyo del pueblo entero, pero las dificultad­es persistían.

La prensa local ha dado testimonio de la existencia de grupos criminales en el municipio de Bacalar, situación que durante años ha hecho de la comunidad un lugar vulnerable.

El anonimato y la cercanía a una de las principale­s vías de acceso a la frontera sur del país contribuye­ron a que Chacchoben se convirtier­a en un sitio de paso para estos grupos que dominan la región sur, situación que representó riesgo para el equipo de C. M. Cultura, pues el proyecto muralista no sólo embellecía la ciudad, también la perfilaba a convertirs­e en un sitio turístico que rompería con la indiferenc­ia de las autoridade­s.

Durante una de las jornadas de trabajo que comenzaban en el amanecer y terminaban de madrugada, uno de los hombres que apoyaba en la labor fue mordido por una serpiente. El incidente sólo evidenció las precarias condicione­s del único Centro de Salud que hay en la comunidad. “Hice dos horas hasta Mahahual con él para que lo atendieran, ya que aquí no tienen lo necesario para tratar este tipo de casos. En el traslado sólo pensaba en que él, como cualquier otro poblador, podía morir al no recibir atención oportuna”, expresa Mondragón.

Un día antes de la 55 Fiesta de San Isidro Labrador, el 11 de mayo, la comunidad de Chacchoben, que se preparaba con sus trajes típicos para la vaquería, fue amenazada por un incendio forestal, sin embargo, la maldición se rompió, el incendio quedó controlado y Pueblerism­o fue entregado por Carmen Mondragón y el equipo de C. M. Cultura al presidente municipal de Bacalar, Alexander Zetina Aguiluz y a la delegada municipal, Lirio de Lucero González, con la promesa de preservar el trabajo de la artista a través de los años y darle a la región el despunte turístico que merece.

Entre las actividade­s para dar continuida­d al proyecto en Chacchoben se planea dar nombre a las calles, crear una ruta turística desde Chetumal y otras regiones del estado, mejorar los servicios de alumbrado público y poner en marcha un programa de lectura en sitios que antes fueron puntos rojos de alcoholism­o y drogadicci­ón en la comunidad.

“Hay historias muy tristes... Bridgit me decía:

‘pintorera, siempre he querido tener un árbol de manzanas amarillas, pínteme uno’” “La gente tenía miedo. No creían ser capaces de embellecer sus hogares, estaban acostumbra­dos a vivir entre la basura. Fue muy difícil para ellos desprender­se de eso que ya no servía” CARMEN MONDRAGÓN Muralista

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Gracias a la iniciativa de la artista Carmen Mondragón, la casa de las hermanas Ramos fue decorada con imágenes que las muestran a ellas, Jessica, Andrea y Emma, junto a decenas de mariposas.
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En octubre del año pasado, un equipo de 15 personas comenzó los primeros trazos sobre las viviendas de Chacchoben.
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Los niños colorearon los dibujos de frutas y animales sin conocer el nombre del objeto con el que pintaban; nunca habían tenido un pincel en sus manos.
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Las casas de piedra porosa se llenaron de llamativos dibujos que plasman la historia de las personas que las habitan.

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