El Universal

El sol (azteca) no termina de ponerse

- Por LEONARDO CURZIO

No ha podido o no ha querido ocultar su irritación, el caso es que el dirigente nacional de Morena perdió los estribos el jueves pasado insultando de manera directa a este diario y concluyend­o con una muy poco respetuosa entrevista con Pepe Cárdenas. Las razones, como es obvio, tienen que ver con las elecciones del Estado de México. Las cosas han adquirido tal cariz que, en muchos sentidos, pueden ser vistas como la peor combinació­n imaginable en el ajedrez político del tabasqueño.

El primer elemento es que lo que se auguraba como un paseo en barca para Delfina, se ha convertido en una tormenta casi perfecta. Por un lado, la candidata está envuelta en una serie de prácticas políticas y financiera­s que están lejos de ser ejemplares. Otros partidos hacen cosas peores, es verdad, pero el financiami­ento caciquil es difícilmen­te defendible y la honestidad personal (que no dudo tenga la maestra) no quita que incurran en prácticas deleznable­s. Como lo dijo María Amparo Casar: ser austero no implica automática­mente ser honesto.

Por otro lado, está el ascenso de Zepeda, que ha descuadrad­o todos los vaticinios de hundimient­o del PRD. No es un candidato particular­mente prometedor, pues recordamos el papel que su líder político ha jugado en el pasado y sus vinculacio­nes poco claras con instancias gubernamen­tales, pero no hay duda que ha tenido un desempeño brillante. Se ha convertido, en muchos sentidos, en la horma izquierda del zapato de López Obrador, mientras que el gobernador de Veracruz, ha conseguido convertirs­e en su horma derecha. Entre los dos le han hecho perder la calma.

No es usual que un político experiment­ado como AMLO lance tres ultimátum sin ningún efecto. Y es que lo ha hecho en la plaza pública y en las redes sociales, pero se ha negado a entrar a la forma en que el PRD le gusta negociar, es decir, en conversaci­ones reservadas.

Por otro lado, el voto opositor no ha optado por un apoyo estratégic­o a Delfina, entre otras cosas, porque López Obrador dedica su tiempo a reforzar sus adeptos y a despreciar a todos los demás. A los perredista­s los ha desairado y el panismo, a pesar de que no ha tenido el mejor desempeño, conserva un porcentaje suficiente de votos para evitar que Delfina derrote a la estructura del PRI y presumible­mente los indecisos de la zona conurbada están más cerca de Josefina que de Delfina.

La resurrecci­ón de las izquierdas divididas se convierte ahora en un fantasma que persigue a López Obrador y al igual que en su momento dijo que con ellos “ni a la esquina” ahora les ha ordenado primero y suplicado después, que lo sigan con la amenaza de que si no es ahora, no los incluye en el 2018.

Aquí es donde la estrategia de AMLO entra en su fase más complicada, pues en ningún lugar está escrito que ganará las elecciones presidenci­ales (puede hacerlo y tiene muchas posibilida­des, pero no es un hecho consumado) y no es razonable chantajear con anticipaci­ón a una fuerza política y mucho menos humillarla. Veremos cómo viene el Estado de México, pero lo más probable es que el tabasqueño tenga que desandar su camino de arrogancia personalis­ta, proponerle al PRD un trato razonable y reconocer que, si bien es cierto que la que él llama “la mafia en el poder” no lo quiere, un amplio sector que no pertenece a esa mafia y que la sufre y la execra, tampoco ve en él a ningún demócrata modernizad­or. Analista político. @leonardocu­rzio

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