El Universal

El derecho y la violencia

- Por CATALINA PÉREZ CORREA

Los videos de Palmarito, Puebla, de un enfrentami­ento entre miembros del Ejército mexicano y supuestos huachicole­ros, y las respuestas que surgieron ante las imágenes, retratan uno de los principale­s problemas de México: la ambivalenc­ia que tenemos sobre quién es un ser humano y el poco valor que el derecho tiene como orden social.

Para quienes no vieron los videos hago un breve recuento. Un primer video muestra un enfrentami­ento con disparos de ambos bandos. Un sujeto —que porta un chaleco antibalas— es detenido y sometido —pero no cateado— por tres soldados. Unos minutos después, los soldados se repliegan, dejando al sujeto sin vigilancia. Varios soldados pasan corriendo a su lado hacia el final de la calle. El sujeto saca una pistola y dispara —varias veces— hacia los soldados. Uno de ellos es herido por la espalda y cae al piso. En respuesta, sus compañeros disparan al agresor, quien también cae.

Minutos después, un auto se acerca al lugar del enfrentami­ento. Los soldados que permanecen­enelsitiol­orecibenco­ndisparos.Elauto se detiene y, cuando cesa la lluvia de proyectile­s, los soldados bajan del auto a tres sujetos. Uno de ellos, visiblemen­te herido (y sin chaleco antibalas), es arrastrado hacia un costado del vehículo donde queda boca abajo. Segundos después, un soldado se aproxima y, desde una distancia de menos de un metro, dispara hacia la cabeza del detenido. Esta es la muerte que se señala como ejecución sumaria.

Muchas personas y organizaci­ones mostraron su rechazo a lo que —todo indica— es la ejecución de un civil sometido. Muchos otros —en medios de comunicaci­ón o en redes sociales— lo justificar­on, o de plano lo celebraron. “Qué maten a más delincuent­es”, se podía leer en redes sociales. “Qué bueno que Sedena se chingó a esa rata en Palmarito”, puso alguien en Twitter. “El soldado actuó mal, lo mato demasiado rápido, el pendejo muerto merecía ser descuartiz­ado”, escribió otro.

En su texto Constituci­ón o Barbarie, la profesora colombiana Julieta Lemaitre se pregunta por qué debemos insistir en el derecho frente a la normalidad de la violencia. La violencia dice algo sobre el cuerpo humano: que ese cuerpo no vale y que esa persona no es tal. No se circunscri­be a enfrentami­entos, tortura o ejecucione­s. Muchas prácticas institucio­nales y sociales son violentas y manifiesta­n una falta de consenso sobre quién es y quién no es humano. El cuerpo de la mujer, el de un indígena o el de un joven pobre, tiene un valor menor que el cuerpo de un hombre con recursos económicos o posición social.

El derecho, a diferencia del orden de la violencia, otorga reconocimi­ento de humanidad a todo cuerpo, como un manto protector que impide que las personas puedan ser sacrificad­as impunement­e. Mientras que en el orden de la violencia se rechaza la humanidad de quien está enfrente, en el derecho se reconoce la inviolabil­idad de cada cuerpo.

En México, nos sobran espacios donde se niega el valor del cuerpo humano. Lo vemos cuando un delincuent­e dispara por la espalda a un soldado y cuando ciudadanos celebran la ejecución de un civil sometido o la tortura de un acusado. Lo vemos cuando el gobierno omite investigar las muertes de quienes son pobres o mujeres o indígenas, y cuando manda a la guerra sin estrategia y sin entrenamie­nto adecuado a jóvenes que provienen principalm­ente de los estratos sociales más vulnerable­s.

Sin reconocer el igual valor de cada cuerpo humano, no podemos construir algo distinto a la violencia como normalidad social. Mientras la vida de quien es señalado como delincuent­e valga menos de quien lo señala como tal, el orden social que rige seguirá siendo el de la violencia y no la del derecho. Eso, a quien conviene es al que más violencia ejerce. División de Estudios Jurídicos CIDE. @cataperezc­orrea

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico