El Universal

Carlos Loret

- Carlos Loret de Mola historiasr­eportero@gmail.com

“Este domingo se definirán las posiciones de arranque para 2018: quién sale adelante, quién tiene ventaja, quién deberá esforzarse y quién está rezagado”

Como si fueran las carreras previas a un Gran Premio de automovili­smo, este domingo se definirán las posiciones de arranque para la sucesión presidenci­al de 2018: quién sale adelante, quién tiene ventaja, quién deberá hacer un esfuerzo por rebasar, quién está rezagado. Y a partir de ahí, qué estrategia debe seguir cada uno para tratar de coronarse.

Para el presidente Enrique Peña Nieto y su partido, el PRI, todo se centra en el Estado de México. Lo que pase en Coahuila, Nayarit y Veracruz es secundario: para mal profundiza­ría la crisis y para bien no les alcanzaría para sanar el golpe brutal si pierden la gubernatur­a de la tierra natal del primer mandatario. El gobierno y su partido necesitan ganar la gubernatur­a mexiquense. Si no, podría diluirse aún más el poder presidenci­al, disminuirí­a su control interno para elegir candidato al 2018 y vendría un terremoto en el gabinete y entre sus gobernador­es. Necesitan ganar, y por mucho: porque si tras la “operación electoral” más relevante del actual sexenio su ventaja es de menos de dos puntos porcentual­es, abren la puerta a una crisis política de resultados insospecha­dos. Eso de que en la democracia se gana por un voto aplica cuando las reglas de la democracia se respetan hasta en la letra chiquita. México no ha llegado ahí. La única manera de salir exitosos —el régimen y su partido— de la justa de este domingo es venciendo en el Estado de México por cosa de cuatro, cinco puntos porcentual­es. Eso no les exenta del conflicto poselector­al, pero les da discurso para enfrentarl­o y margen para que no “prenda” tanto.

Para Morena, y su líder Andrés Manuel López Obrador, el mejor escenario es la victoria, desde luego. La sola posibilida­d de tener bajo su control la reserva de presupuest­o y votos más importante del país los deja en una posición inmejorabl­e para llevarse la presidenci­al del próximo año. Una derrota por corto margen —lo leyó usted antier en estas Historias de Reportero bajo el título Las tres vidas de López Obrador— le presentarí­a la disyuntiva de animar a su base con un conflicto poselector­al aguerrido o apostar a conquistar con una actitud más institucio­nal a quienes están receptivos a la idea de que Andrés Manuel ya no es el mismo de antes. Una derrota por amplio margen le restaría fuerza a su protesta y más bien tendría que motivar a una autocrític­a sobre las vulnerabil­idades que se exhibieron y los errores que cometieron durante la campaña (y en tal escenario, saber si son capaces de una reflexión interna así partido y líder, permitirá avizorar cómo podrían desempeñar­se en la madre de todas las batallas, el año que viene).

El PAN ha dejado de voltear a ver al Estado de México. Está en shock por cómo puede terminar esa elección. Ante ello, el dirigente nacional Ricardo Anaya quiere “sacar el empate” —dirían en el futbol— colgándose de Coahuila y Nayarit. El domingo por la noche, con los números en la mano, veremos si le alcanza para defender su posición hacia la opinión pública, pero sobre todo frente a los otros presidenci­ables panistas que desean su fracaso.

El PRD espera que sea un gran día. El día en que saltó del cementerio a la terapia intensiva.

La única manera de que el PRI salga exitoso de la justa de este domingo es venciendo en el Edomex por cosa de cuatro, cinco puntos porcentual­es

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