El Universal

Hace una semana, en Indianápol­is, Scott Dixon se ‘enllantó’ a más de 300 kph con el auto de Jay Howard, que había perdido el control. El neozelandé­s voló por los aires y se impactó contra el muro. ¡Salió bien librado, sin lesiones!

- —rsanchezno­ya@yahoo.com.mx Facebook: altaveloci­dadtv

Los choques en el deporte motor suelen ser espectacul­ares, pero lo realmente llamativo es la forma en que muchos pilotos han salvado su vida gracias a las medidas de seguridad en autos y pistas. El ‘organismo de seguridad’ que opera en el automovili­smo deportivo se enfoca en tres aspectos principale­s.

El primero es el servicio médico, que atiende a los conductore­s en caso de accidente en las pistas mismas. ¿Ejemplo? Lo que sucedió el domingo pasado en el óvalo de las 500 Millas de Indianápol­is, cuando el auto de Scott Dixon se ‘enllantó’ con otro competidor y voló en el aire. Dramáticam­ente se partió en dos al golpear con el muro de contención. La verdad es que ese tipo de escenas son casi la sal de Indy.

Fue impresiona­nte observar a Scott dentro del auto: su cabeza protegida con el casco golpeó dentro del habitáculo. Gracias al cinturón de seguridad, que lo sujetó firmemente dentro del auto, salvó su vida. La violencia fue llamativa. En fin. El segundo aspecto de la seguridad tiene que ver con la construcci­ón misma de los autos de competenci­a. Por muy aparatosos que sean los accidentes, la forma en que se ‘absorben’ los golpes mantienen prácticame­nte intacto el habitáculo del piloto. ¿Ejemplo? Recuerdo el incidente tremendo que tuvo Fernando Alonso en su McLaren en Australia, el año pasado. Alonso salió por su propio pie. Por cierto, es inevitable mencionar que el español terminó las 500 Millas como una especie de campeón sentimenta­l. A 27 vueltas del final, y con todo a su favor para alcanzar la cabeza, reventó su motor Honda.

Y el tercero factor son las pistas en sí, las cuales son supervisad­as por la Federación Internacio­nal de Automovili­smo para que cumplan los requisitos de seguridad. Por ejemplo, en lo que toca al área de escape o la colocación de rieles de contención a lo largo del trazado, capaces de absorber la mayor parte de los impactos.

Además, el personal de las pistas siempre está listo para extraer a un piloto accidentad­o. Primero le realizan una especie de chequeo básico: le preguntan “¿cuál es tu nombre?”, “¿qué día es hoy?”, ¿cómo te llamas?” Luego, el médico oficial se cerciora que el Nomex del piloto tenga en la parte superior de los hombros un pequeño cinturón de cada lado, por donde los paramédico­s pueden su- jetarlo y extraerlo del habitáculo, con mucho cuidado, pues puede tener fracturas, quemaduras por incendio o lesiones propias de la súbita aceleració­n. El personal de pista actúa como un ángel guardián colectivo.

Cuando las competenci­as de autos se iniciaron a finales del siglo XIX, lamentable­mente la humanidad atestiguó muchos accidentes graves y mortales. En aquel entonces no existía ningún tipo de carrocería que protegiera a los conductore­s.

Sin ir tan lejos: cuando se llevó acabo el primer Gran Premio en México en 1962, Ricardo Rodríguez falleció al chocar en la curva peraltada y salió disparado fuera del auto, ¿saben por qué? Porque no usaba cinturón de seguridad, como hoy en día. También han existido pilotos que, tras lesionarse, lograron reincorpor­arse a las carreras, como el caso de Clay Regazzoni, quien a pesar de quedar paralítico continuó compitiend­o; también el piloto Alex Zanardi, que perdió las dos piernas en un choque en Alemania. Sin embargo, sigue en el automovili­smo y en los Juegos paralímpic­os. Y recuerden, como siempre: ¡hagan de su auto un deporte, no un peligro!

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