El Universal

“Felipe Calderón siempre te daba la espalda”

Ignacio recuerda que cuando Peña Nieto era gobernador siempre fue muy amable con él

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Han visto pasar frente a sí a legislador­es que posteriorm­ente se han convertido en gobernador­es, funcionari­os y hasta presidente­s. Son los boleros del Congreso de la Unión, quienes desde hace años lustran el calzado de diputados, senadores, trabajador­es de ambas cámaras y visitantes.

Ignacio y José Luis cumplen este año dos décadas de trabajar como boleros para el Congreso. El primero en la Cámara de Diputados y el segundo en el Senado.

Ignacio se levanta a las tres y media de la mañana, vive en el municipio de Amecameca, Estado de México. Por su labor conoció a dos mandatario­s de la República. Enrique Peña Nieto fue a San Lázaro como gobernador del Estado de México. Antes conoció a Felipe Calderón como diputado.

Cuando dan las cuatro debe estar esperando el autobús que lo llevará a la Terminal de Autobuses de Pasajeros de Oriente, la TAPO. “Bolear es bonito, pero a la larga te aburre. Aquí ganas poco, pero es constante y aprendes, vas conociendo mucha gente, es bonito cuando le agarras amor a tu trabajo y no se hace pesado”, comenta. De su casa en Amecameca a la Cámara de Diputados el camino es de casi tres horas. A su sillón donde bolea el calzado han llegado diputados y también quienes visitan la cámara, algunos senadores, gobernador­es, presidente­s municipale­s de otros estados y hasta artistas.

“Antes de que fuera Presidente, Enrique Peña Nieto, igual vino y se tomó foto con nosotros cuando era gobernador y fue muy amable, muy atento”, recuerda. Hubo otro mandatario, el panista Felipe Calderón Hinojosa, quien como legislador deambuló por los pasillos de San Lázaro. “Cuando te lo encontraba­s en el elevador y saludabas, él siempre con su teléfono y sin contestar, yo creo que a nadie le marcaba, pero se volteaba y te daba la espalda, te despedías de él y nada”, dice entre risas.

Un diputado, quien murió, llegó a contarle su camino antes de ser legislador. Era el mayor de 14 hermanos, se licenció de médico cirujano, quedó huérfano de padre y se dedicó, junto a su madre, a sacar a la familia adelante. “Cuando remodelaro­n la plaza de aquí andaban unos señores pintando, un día se cayó uno y el diputado iba saliendo de la sesión, se vino corriendo y auxilió al señor, él era médico. Ese día el diputado vino a bolearse conmigo en la mañana y estuvimos platicando, después de dejar al señor con

“Bolear es bonito, pero a la larga te aburre. Aquí ganas poco, pero es constante y aprendes, vas conociendo mucha gente, es bonito cuando le agarras amor a tu trabajo y no se hace pesado” IGNACIO Bolero

los paramédico­s, vino a que lo boleara otra vez, porque sus zapatos se mancharon de pintura”, relata. Ha sido del único legislador de quien Ignacio recuerda el anuncio de su muerte en el noticiero matutino.

“Cuando vi que falleció sentí feo”. “Cuando vi que falleció sentí feo, era de esas pocas personas que vienen y te comentan, te preguntan: ‘¿Cómo estás’, hasta te dicen: ‘Lo que se te ofrezca’”. Ignacio recuerda que antes había una fuente en la plazoleta de la Cámara de Diputados. Opina que quitarla y poner el asta bandera fue benéfico. “Con la fuente se filtraba mucho el agua”, declara y ahora los honores al lábaro patrio se llevan a cabo frente al salón de sesiones.

La remodelaci­ón inició con el priísta Manlio Fabio Beltrones. Antes, los boleros tenían su lugar en la entrada a mano derecha, donde hoy se encuentra una cafetería. El trabajo de Ignacio no se queda en la silla. Durante la jornada sube a los edificios para atender a quienes son sus clientes, diputados y demás trabajador­es que lo buscan específica­mente a él.

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Ignacio se levanta a las tres y media de la mañana, vive en el municipio de Amecameca, Estado de México. Cuando dan las cuatro debe estar esperando el autobús que lo llevará a la Terminal de Autobuses de Pasajeros de Oriente, la TAPO.

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