EL ARTE DE NAHUM B. ZENIL
El artista plástico cumple 70 años y 30 de su centro cultural en Tenango del Aire.
Al hablar del arte, el pintor y dibujante Nahum B. Zenil expresa: “Mi intención desde el principio fue reafirmar mi propia existencia como ser social. La intención era conseguir una cierta comunión con la sociedad, que la sociedad me viera a través de las obras, y mover también a la reflexión”.
En las calles de Tenango del Aire, en el estado de México, Zenil y su pareja, Gerardo Vilchis, crearon hace 30 años un centro llamado Espacio Cultural Rancho Tecomate Cuatolco y Casa del Poeta, donde de manera gratuita el público participa de una activa vida cultural. En el municipio de 18 mil habitantes, la gente los saluda y reconoce; han abierto y mantenido por años un espacio que no existía, que se ha vuelto modelo en otros lugares de la zona. Es un espacio que ofrece exposiciones (más de 100, donde han participado artistas como Francisco Toledo, Irma Palacios, los Castro Leñero y Héctor García); presentaciones de libros, talleres de poesía y pintura, feria de libros de arte, cineclub y círculo de lectura (estos dos se cancelaron por seguridad).
En el Espacio Cultural, Nahum B. Zenil tiene una sala dedicada a la crítica de arte Raquel Tibol; hay cuadros y piezas de arte objeto con la imagen de ella; una gran pintura, a un costado del cuarto, muestra el cuerpo desnudo de una mujer cuyo rostro tiene los rasgos y hasta los lentes de Tibol. La obra nunca llegó al museo, con todo y que el pintor la tenía programada para la exposición El gran circo del mundo, en 1999 en el Museo de Arte Moderno; ni siquiera formó parte del catálogo. Nahum no sabe si ella supo de ese cuadro o de la existencia de una sala que le hacía homenaje en este espacio en el municipio mexiquense, al oriente de la Ciudad de México, a unos kilómetros de los Volcanes.
Al recorrer el Espacio Cultural, el artista recuerda: “Cuando se hizo la exposición en el Museo de Arte Moderno, vino Teresa del Conde, que era la directora, y me dijo: ‘Hay tres cosas que no se deben tocar: La bandera, la Virgen de Guadalupe (o algo de religión) y Raquel Tibol’. Tenía una obra de Raquel Tibol para la exposición que no se exhibió; tampoco la de la bandera —aunque apareció en el catalogo—, que era un homenaje a Enrique Guzmán y que está en el MUAC”.
En el Espacio hay salas dedicadas también a la propia Del Conde, a Luis Carlos Emerich y a Jorge Alberto Manrique, que son un homenaje a la crítica y escritura del arte.
En muchos sentidos, el Espacio Cultural cierra el círculo de la vida y obra de Nahum Bernabé Zenil, quien este 2017 celebra varios aniversarios: cumplió 70 años el 1 de enero; llegó a los 45 de haber comenzado a pintar autorretratos —cuyo número no se aventura a calcular—; cumple 40 años con su pareja, y celebra los 30 de haber creado este espacio cultural que toma el nombre del rancho donde nació, en Chicontepec, en la Huasteca veracruzana.
El Centro Cultural está en medio de un área verde y en él se conserva la obra del artista. Consta en su mayoría de dibujos que lo representan a él, su sexualidad, su cuerpo, su pareja, su madre. Son obras con alusiones a motivos religiosos, con niños que tienen el autorretrato del artista; corazones que sangran, autorretratos que se multiplican por todos los rincones, muros, vitrinas y mesas del inmueble.
—¿Le importan los aniversarios que festeja este 2017?
—No tanto. Se me hace increíble que haya pasado tanto tiempo. Me sorprende que tenga tantos años; que con Gerardo tenga ya 40 años de convivir; que tengamos 30 de haber llegado aquí.
En el rancho del Tecomate, Nahum estudió la primaria: “Era un pueblito pequeño donde apenas había una orquestita en la que tocaba mi papá el violín y la guitarra, y una escuela primaria. Había que venirse a la Ciudad de México o irse a Xalapa a realizar los estudios de secundaria”. Tras estudiar la secundaria en la Anexa a la Normal a la Nacional de Maestros y egresar como maestro, estudió en La Esmeralda, de la que recuerda a dos maestros en especial: Benito Messeguer y Cristóbal Torres, quien lo apoyó en su tratamiento psicoanalítico iniciado en una clínica de salud mental del ISSSTE. Dejó esto cuando empezó “a exteriorizar en la plástica los problemas psicológicos”.
—¿Cuándo se volvió el arte el espacio de respuestas?
—El año 70 fue decisivo en mi vida. Decido asumir mi identidad sexual sin complejos, sin culpas, que era lo que me venía molestando. Asumo mi responsabilidad como pintor, con toda la responsabilidad de hacer de la pintura el centro de mis actividades, tanto de maestro como en mi vida cotidiana.
—¿Cuándo es que el autorretrato se vuelve el centro de su trabajo?
—En esa época apenas empiezo a utilizarlo, en forma superficial. No como un análisis e introspección. Obras mías son seleccionadas para estas exposiciones y empiezo a sentirme muy comprometido con la pintura; vienen los Salones Nacionales, son muy importantes para mí, me seleccionan, Raquel Tibol se interesa en mi obra. La abstracción no se prestaba para lo que quería contar, quería hacerme presente, sentirme parte de la humanidad; reafirmar mi existencia, darme cuenta de que era yo el que estaba aquí. Empiezo a exteriorizar el cúmulo de cosas que tenía, primero de manera automática, como los surrealistas, después fue razonar eso que era tan espontáneo.
—¿Usted siempre supo que el camino era el arte?
—Sí, de no haber sido de esta manera, no me habría liberado de los problemas que traía desde niño. Tenía que ser autobiográfica mi obra, forzosamente, por necesidad de sobrevivencia. Ahora escribo mucho, más de lo que dibujo, tal vez. Nunca he pensado mi obra como artículo comercial. Gracias a Dios no he tenido esa necesidad de pintar pensando en el mercado. —¿Tiene una galería? —No. Estuve con la Galería de Arte Mexicano, retiré la obra porque se dejó de vender, no les interesa a las directoras de la galería o a los coleccionistas. Mejor que esté en la casa o la movemos en exposiciones en Tenango. —¿Sigue pintando? —Con la beca del FONCA he podido compaginar poesía y plástica. La obra poética es una especie de diario que se complementa con la plástica. —¿Cómo es la vida en Tenango? —Desde un principio hubo invitaciones al pueblo, hicimos publicidad, exposiciones en la misma presidencia municipal, en la casa de cultura, en la parroquia; canto en el coro de la parroquia. Vivimos como cualquier ciudadano; nos ganamos el respeto y afecto de mucha gente; tenemos varios ahijados, compadres. La labor cultural nos ha traído la aceptación de la gente. Ha sido una vida muy activa en cuanto a la promoción cultural. Es dar continuidad a ese compromiso de la reafirmación de la existencia no sólo a través de la poesía y del dibujo, sino a través de la gestión cultural.
—¿Hay un cambio de mentalidad de la gente frente a la homosexualidad?
—Cuando conocí a Gerardo había decidido vivir mi vida sin sentimientos de culpa respecto a la cuestión sexual. Ni ante Dios ni ante la comunidad ni ante la humanidad. Siempre ha estado conmigo sin pensar en las cuestiones de aceptación de las gentes. De niño fue distinto en el rancho; pero las gentes de mi generación, mi familia, jamás nos han agredido.