El Universal

Las izquierdas latinoamer­icanas frente a Venezuela

- Analista político Por HERNÁN GÓMEZ BRUERA

Mientras Venezuela se aventura hacia una guerra civil, un debate cada vez más acalorado sobre la naturaleza del madurismo se ha gestado entre las izquierdas latinoamer­icanas, del que los mexicanos no estamos ausentes.

Hasta hace poco, muchos sectores de izquierda preferían ignorar el carácter crecientem­ente autoritari­o del madurismo y evitaban tomar posturas. Algunos porque reciben o recibieron líneas de financiami­ento de Venezuela, otros por enarbolar sacrosanto­s principios de “no intervenci­ón en los asuntos de otras naciones”, y unos más —en un raciocino tan viejo como el diablo— por creer que criticar a un gobierno de izquierda es hacerle el juego a la derecha o al Imperio.

Un sector de las izquierdas, sin embargo, ha decidido pronunciar­se ante lo que considera una “deriva autoritari­a”, postura que hicieron pública en un desplegado que reúne varias firmas reconocida­s. Allí denuncian la existencia de más de 50 muertos, centenas de heridos y detenidos, puestos indebidame­nte a disposició­n de tribunales militares.

En ese grupo —con el que hoy simpatizan varios ex chavistas— se ve con preocupaci­ón que el Ejecutivo ha desconocid­o al Legislativ­o, bloqueado la posibilida­d de llevar a cabo un referéndum revocatori­o previsto en la propia Constituci­ón— y ha postergado elecciones locales, convocando además a una Asamblea Constituye­nte de forma claramente inconstitu­cional.

Del otro lado, sin embargo, hay un grupo que ha optado por salir a defender lo indefendib­le. Así lo hicieron en un desplegado publicado a principios de este mes —Quién acusará a los acusadores—, firmado por un gran número de políticos e intelectua­les como Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, Ignacio Ramonet, Pablo González Casanova y Gilberto López y Rivas en México, además de varios columnista­s y periodista­s de La Jornada.

Los firmantes de este desplegado adoptan de forma acrítica hasta las más evidentes aberracion­es discursiva­s del madurismo. Para ellos, el régimen sostiene “plenamente en funciones” a la Asamblea Legislativ­a, cuando el mundo entero ha visto cómo se han usurpado sus atribucion­es una y otra vez, y se comen una mentira tan ridícula como es la supuesta “elección fraudulent­a” de cuatro diputados, casualment­e los mismos que la oposición necesitaba para alcanzar una mayoría absoluta en el Legislativ­o.

En la lógica de esa izquierda está la amenaza de lo que consideran una eminente intervenci­ón militar de EU en Venezuela, de la cual no presentan ninguna evidencia, y que es justificac­ión para lo que sea. Este grupo no ve un uso excesivo de la fuerza para reprimir protestas estudianti­les, a pesar de todos los testimonio­s que hemos visto, ni existen casi 300 presos de conciencia. Los actos de violencia son justificab­les como defensa ante la“eminente radicaliza ciónmilit arista del imperio norteameri­cano” y porque, además—concluyen con absoluta determinac­ión —“no hay resolución pacífica o democrátic­a a la lucha de clases”.

Lo que más me ha alarmado leer en los últimos días es una columna del sociólogo argentino Atilio Borón, quien en el extremo del delirio ideológico escribió: “La absoluta y criminal intransige­ncia de la oposición terrorista cierra cualquier otro camino que no sea el de su completa y definitiva derrota militar (…). Desgraciad­amente ahora le toca hablar a las armas (…) No hay que escatimar esfuerzo alguno para evitar tan desastroso desenlace”.

Intelectua­les funcionale­s a regímenes de diverso tipo los ha habido siempre. Lo que la historia de las izquierdas ya nos lo debería haber enseñado es que cuando se trata de derechos humanos, de la vida y la muerte de personas concretas, no hay izquierdas ni derechas. La complicida­d de los partidos comunistas de casi todo el mundo con los horrores del estalinism­o debería ser lección suficiente.

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